Lo mismo ocurrirá con los Congresos estatales, totalmente disciplinados, se estima.
En ningún caso desde 2018, las bancadas de diputados locales de Morena y sus aliados han dejado de seguir “la línea” en asuntos de interés del presidente López Obrador, como lo han sido la aprobación de reformas constitucionales, para lo cual se requiere además de la aprobación del Congreso Federal, el aval de la mitad más una de las legislaturas estatales.
Ahora, resultado de las elecciones de este domingo esa Coalición Juntos Hacemos Historia refrendó triunfos en todos los distritos de Quintana Roo, por lo que de nuevo tendrá mayoría legislativa en esa entidad y mantendrá el control en 16 congresos locales. Y sólo faltaría un Congreso, en caso de buscar una nueva reforma constitucional.
Morena, aún por madurar
Reveles Vázquez explica los elementos que llevan a concluir que Morena no es ni un partido hegemónico ni uno de Estado y que quizá aún no lo es sólo porque tiene pocos años de vida y le falta tiempo.
Para ello requeriría una fuerza mayor entre la sociedad y que esta no diera ningún espacio a la oposición, “y eso todavía no lo alcanzamos a ver. Aunque la oposición está debilitada, todavía llega a arrebatarle a Morena importantes espacios de poder, como vimos ayer”.
Tendría, además, que ”depender financieramente del gobierno” no sólo por la vía del financiamiento público con que hoy cuenta esa y todas las fuerza políticas, sino por otros mecanismos; tendría que “contar con una lealtad a toda prueba” de parte de militantes y dirigentes, lo que no se observa del todo si se considera por ejemplo el proceso de relevo de la dirigencia, a fines de 2020, causó una confrontación interna y denuncias.
Pero sobre todo haría falta que fuese un partido más programático y que esto “lo colocara como una organización que pudiera superar y trascender la alternancia en el poder ante la ausencia del presidente López Obrador”, es decir, que los sobreviva y mantenga sus características como partido, lo que hoy está en duda por el fuerte control y ejercicio de liderazgo del mandatario.
“Por lo pronto, parece que si López Obrador, digamos que se aleja definitivamente de la vida política y partidista, pareciera que Morena no sería lo mismo que hoy. Podría tener una trayectoria diferente, y eso no ocurría con el PRI, porque cambiaba el presidente, el gabinete, y el PRI como partido de Estado se mantenía y no había grandes diferencias”.
Y con el tricolor, pese a los relevos “no habría enfrentamientos muy fuertes y ese partido servía como un espacio de conciliación, negociación para que los líderes de los grupos excluidos se mantuvieran en el partido en espera del próximo proceso de alternancia y les tocara a estos que no habían sido beneficiados. Eso todavía no se da en Morena”.
Sin embargo, señala “a la mejor sólo es por falta de tiempo porque es su primer gobierno presidencial, pero lo que se percibe es que las fracturas están presentes y de cara a la definición de candidato presidencial podrían hacerse más grandes”.
Rosiles, de la Universidad de la Ciénega, marca otras diferencias, pero estas en el origen entre ambos partidos, mismas que no los asemejan.
“El PRI es un partido que nace desde el poder y Morena es un partido para alcanzar el poder. Además el contexto en el que surge el PRI era de no la competencia y el contexto en el que surge Morena es de mucha competencia”, recuerda.
Ugalde precisa además que aunque todavía está por verse lo que ocurra en 2023 en las elecciones para renovar gubernaturas en el estado de México –que concentra al volumen más grande de potenciales votantes del país- y Coahuila, ambas entidades gobernadas por el PRI, el rápido crecimiento de Morena podría detenerse.
“Probablemente esté llegando ya a cenit es decir no puede estar creciendo y creciendo porque también tiene un límite”, considera aunque hoy por hoy es el mejor posicionado.