Por ejemplo, quienes hoy gobiernan no ven en el juicio de amparo un medio de defensa ciudadana cuya finalidad es proteger y, de ser necesario, restituir derechos humanos y derechos fundamentales violados por la autoridad, sino que lo ven como un instrumento perverso para generar “tácticas dilatorias”, utilizado por quienes ellos afirman se oponen al desarrollo nacional.
Por su parte, gobernadores, legisladores y altos funcionarios morenistas ya no reconocen las normas e instancias electorales que ellos mismos impulsaron por años como mecanismos para garantizar elecciones equitativas y evitar la injerencia gubernamental, sino que ahora las ven como medidas para restringir de manera arbitraria sus derechos políticos y civiles y, sobre todo, su “libertad” para hacer y deshacer sin limitaciones, incluso fungiendo como servidores públicos.
Los desacatos judiciales denotan la arrogancia, prepotencia y falta de respeto que tiene la clase gobernante por las leyes e instituciones, pero sobre todo por el pacto social y las reglas de convivencia en democracia que los mexicanos por años hemos construido.
Que el presidente de la República diga cosas como “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, en el contexto de la revisión que la Suprema Corte (SCJN) haría a la Ley de la Industria Eléctrica; o que el Secretario de Gobernación reaccione a sanciones del Instituto Nacional Electoral (INE) con un “no importa, porque ya los van a desaparecer los diputados”, no son síntomas aislados.
El pasado 21 de julio en un comunicado titulado “Por la defensa de la democracia y las libertades” firmado por las y los gobernadores, legisladores, secretarios de Estado y hasta alcaldes de Morena, reprocharon tanto al INE, como al Tribunal Electoral (TEPJF) el que les hayan exigido como funcionarios abstenerse de realizar conductas que atenten contra la imparcialidad en los cargos públicos que ostentan, por considerar que se trata de resoluciones “parciales” que constituyen una regresión autoritaria en México, y cierran citando lo que dicen es una enseñanza del presidente López Obrador, que dicta: “las libertades no se imploran, se conquistan”.
Aparentemente, para la actual clase gobernante, cumplir y hacer cumplir las leyes es una regresión, las libertades y sus límites no son los que consagra la Constitución sino los que cada quien conquiste al margen de la legalidad y, por tanto, los órganos responsables de velar por el marco jurídico y de ejercer como contrapesos no son sino entes caros y excéntricos que tendrían que desaparecer.
Eso explica por qué no obstante que un juez ordenó la suspensión definitiva del tramo 5 del Tren Maya para evitar posibles daños inminentes e irreversibles al medio ambiente, las obras continúan; o que, a pesar de que el TEPJF dos veces ha ordenado al Congreso de la Unión integrar en la Comisión Permanente a legisladores de Movimiento Ciudadano y del PRD; Morena y sus aliados (Partido del Trabajo y el Partido Verde) acordaron abiertamente no acatar la sentencia.
Ambos casos son ejemplos de una reiterada intención del gobierno/Morena de estirar la liga hasta donde puedan, confiados en que no habrá juez que se atreva a ir más allá.