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Pierde Morena, gana López Obrador

No es que Morena carezca de organización, es que está organizado de un modo que funciona para competir exitosamente contra otros partidos aunque no para procesar las tensiones de su vida interna.
mar 02 agosto 2022 11:59 PM
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Pierde Morena porque pierde su reputación y pierden sus militantes; gana López Obrador porque su liderazgo se corrobora como lo único que les da identidad y puede mantenerlos unidos, señala Carlos Bravo Regidor.

Va a ser difícil saber bien a bien qué tan generalizadas o minoritarias fueron las irregularidades que se vivieron el fin de semana pasado en el proceso para elegir a los integrantes del Congreso Nacional de Morena.

Los lopezobradoristas tratarán de minimizarlas, los antilopezobradoristas quizá las exageren. La dirigencia arguye que fueron “muy específicas” y obra de “personas ajenas al movimiento”, pero las denuncias que han hecho otros liderazgos, militantes o simpatizantes con cierta visibilidad indican otra cosa.

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Por lo pronto, hay al menos 50 impugnaciones ante el Tribunal Electoral. Y la mayoría de las imágenes que circularon en redes sociales y medios fueron, digamos, lo contrario de ejemplares. La percepción, en suma, es de lo más desfavorable. En corto, algunos morenistas admiten que el partido se les está yendo de las manos. En público, sin embargo, casi todos siguen cuadrándosele al presidente. He ahí, sostengo, una clave de interpretación: ¿cómo se conjuga tanto desorden con tanta disciplina?

Morena, resulta un lugar común decirlo, es un partido muy desinstitucionalizado. No por error ni por defecto, sino por naturaleza. Desde sus orígenes, su razón de ser no fue constituirse como un espacio para gestionar diferencias sino como un instrumento para aglutinarlas, alrededor no de un programa político sino de un liderazgo personal.

La procedencia de las figuras y grupos que lo integran podrá ser más o menos diversa; no obstante, su deriva en el poder ha sido claramente antipluralista. Nació como un movimiento social de oposición, disidente y crítico, pero ya como partido en el gobierno nunca ha sabido encajar la crítica ni la disidencia. Su vocación, más que resolver conflictos, ha sido multiplicarlos. Y su prioridad, más que gobernar, ha sido acumular poder –aunque poder entendido menos como capacidad de hacer que de controlar–.

No es que Morena carezca de organización, es que está organizado de un modo que funciona para competir exitosamente contra otros partidos aunque no para procesar las tensiones de su vida interna. Tiene una carpa muy amplia (donde caben casi todos), gran capacidad de reclutamiento, un líder carismático como López Obrador y mucho apoyo popular. Además, tiene a su favor el descrédito de los partidos tradicionales y sigue siendo el que la mayoría de la gente asocia con el “cambio”.

Esas características explican su competitividad hacia afuera y también su conflictividad hacia adentro. No es un partido de reglas ni procedimientos, sino de liderazgos y grupos; en él abundan más apetitos que habilidades, más mañas que civilidad. Es un instituto de reciente creación, que ha formado menos cuadros que los que ha reciclado y los cuales traen consigo formas de hacer política que no corresponden con el discurso de que las cosas ya no son como antes: ¿cómo no van a ser iguales si en tantos casos son los mismos?

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Al final, hay desorden porque la institucionalidad es débil, pero hay disciplina porque el liderazgo es fuerte. Y ese mismo liderazgo, de hecho, aprovechará el desorden para fortalecerse: la percepción de que hubo muchas irregularidades en el proceso interno, aún y cuando el presidente insista en desdeñarlas, termina apoyando su tesis de que la mejor ruta para decidir candidaturas no es permitirle votar a la militancia sino hacer una encuesta, mecanismo altamente opaco y susceptible de ser manipulado para que resulten beneficiados quienes escoja Andrés Manuel, no necesariamente quienes preferirían los morenistas.

La conclusión es, en más de un sentido, ineludible: pierde Morena porque pierde su reputación y pierden sus militantes; gana López Obrador porque su liderazgo se corrobora como lo único que les da identidad y puede mantenerlos unidos.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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