Una de sus “corcholatas” más fuertes rumbo a la candidatura a la Presidencia afiliándose apenas, después de haber transitado por cinco partidos ya; una más que decide no participar quejándose de que hay exclusión y pocas posibilidades de ver ganar a los suyos. Algunas de sus figuras más mediáticas denunciando las malas prácticas de sus propios correligionarios, realizando brigadas “cazamapaches”. Líderes llevando (¿acarreando?) a sus clientelas: estructuras en ciernes, otras más consolidadas. Lo dicho, no son los rasgos esperados.
El partido que sirvió como vehículo al presidente más votado de la historia sufre por la escasez de militantes. Si a septiembre de 2020 contaba con 466,931 afiliados acreditados ante el INE, ahora se presume que pudiera alcanzar hasta tres millones, derivado de estos dos días de elecciones.
Pero en esa búsqueda de estructuras, el riesgo es, efectivamente, excluir a los fundadores y militantes convencidos. ¿Qué significan los llamados de líderes del PRD, como Octavio Ocampo de Michoacán, a sus integrantes a no inmiscuirse en el proceso interno de Morena? Otro riesgo que suena a innovación: el baby padrón. Morena permitiendo que jóvenes entre 15 y 17 años pudieran participar presentando su identificación escolar.
El dirigente nacional, Mario Delgado, había previsto que el proceso fuera abierto a toda la población. Dado que Morena es “el partido más democrático” (sic), podría acudir cualquier persona. Se llegó a decir que se podría votar hasta presentando la credencial que entre 2007 y 2008 acreditaba como representante del “gobierno legítimo”. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) lo impidió, pero permitió la afiliación in situ.
Todo partido requiere de ciertos rasgos básicos de institucionalización. Morena ha venido relegando los primeros pasos para su consolidación, quizá confiado en la gran influencia electoral que posee su fundador, pero no puede ser duradera. Se ciñó a los objetivos de López Obrador: debió renovar sus órganos internos desde 2015, pero prefirió priorizar las elecciones de 2018; lo intentó en 2019, pero fueron de tal magnitud las irregulardades que el TEPJF tuvo que anular el proceso. Demora.
A menos de dos años de la elección presidencial, Morena luce debilitado por sus conflictos internos. Es un granero de liderazgos, grupos, fracciones, corrientes incapaces de competir en una liza democrática. El partido que está presto para servir a su fundador desobedece cuando se trata de ganar el poder futuro. No cabe duda que hay alumbramientos muy lacerantes en donde se pone en riesgo hasta la subsistencia.
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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.
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