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Elección interna de Morena: fotografía del sistema político

En un entorno tan conflictivo, ¿cómo logrará el presidente mantener la unidad en su movimiento cuando elija a su sucesor?
mié 03 agosto 2022 11:59 PM
(Elecciones de consejeros estatales de Morena)
La votación del fin de semana sacó a relucir aspectos que generan preocupación, como la persistencia de prácticas electorales fraudulentas o la falta de civilidad del partido en el poder, considera Jacques Coste.

El fin de semana pasado, Morena celebró 300 asambleas distritales para iniciar el proceso de renovación de los órganos de dirección del partido. Esta jornada electoral deja mucho para reflexionar y, en más de un sentido, es una fotografía del sistema político mexicano de la actualidad.

En primer lugar, los episodios de violencia y las trampas electorales se llevaron los encabezados de los diarios, pues hubo golpizas entre simpatizantes de distintas facciones, acarreo de personas, boicot de casillas y, en fin, se desplegó todo el repertorio de las prácticas electorales fraudulentas del sistema político mexicano.

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Esto es representativo de cómo funciona nuestro sistema electoral. Pese a los candados legales que se han impuesto y a pesar de la meticulosa vigilancia del INE, México no logra desprenderse del clientelismo, la coerción del voto y las trampas electorales. Todos los partidos llevan a cabo estas prácticas. Ninguno se salva.

Es más, estas prácticas son tan comunes que hemos desarrollado un amplio lenguaje para referirnos a ellas y a los personajes que las ejecutan: “carrusel”, “embarazo” de urnas, “reventar” casillas, participación de “mapaches” y “operadores territoriales”, etc. Me temo que para terminar con estas prácticas no es suficiente contar con un árbitro electoral fuerte (como el INE) o una legislación rigurosa (como la que ya existe).

Mientras los niveles de pobreza y desigualdad prevalezcan, habrá espacio para comprar votos o formar estructuras clientelares. Mientras haya territorios con poca o nula presencia del Estado, el crimen organizado, los grupos de choque y los operadores políticos podrán movilizar impunemente a los votantes y seguirán cooptando a los electores.

Las reglas del sistema electoral son papel mojado si los partidos políticos siguen buscando mecanismos para saltar por encima de ellas. Aquí aplica la trillada máxima de “no hay democracia sin demócratas”.

En segundo lugar, la votación del fin de semana es ilustrativa de nuestra actualidad política porque Morena es el único partido que podría movilizar a tanta gente en un proceso de elección interna. Según las cifras del propio partido, acudieron a las urnas alrededor de 2.5 millones de personas.

Incluso, si el dato oficial estuviera inflado, este proceso interno, aunado a los procesos electorales de 2021, 2022 y la consulta de revocación de mandato, muestra que Morena es el partido con mayor capacidad de movilización. Dudo mucho que el PAN o el PRI pudieran convocar a tal cantidad de personas para participar en un proceso interno.

En tercer lugar, las riñas que se gestaron en medio de las votaciones muestran con claridad el carácter conflictivo y desorganizado del partido en el poder. Las divisiones internas en Morena son cada día más evidentes y lo serán aún más conforme se acerque la elección del candidato o candidata presidencial.

En todo caso, lo importante es subrayar que Morena no cuenta con mecanismos institucionales para dirimir sus conflictos internos y éstos son tan álgidos que en ocasiones desembocan en violencia (no es la primera vez que ocurre). Preocupa que el partido dominante del sistema político mexicano carezca de los instrumentos para asegurar la convivencia pacífica y el debate civilizado entre sus simpatizantes.

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Esto me lleva a un cuarto punto. Muchos se preguntan por qué Morena conserva su capacidad de movilización y su poderío electoral a pesar de su desorden interno. La falta de institucionalidad del partido oficial no es casualidad. Responde a una decisión premeditada del presidente López Obrador.

Morena es, por naturaleza, un movimiento personalista. Como tal, la única instancia decisiva para dirimir las controversias dentro del partido es la oficina de López Obrador. Así, AMLO es, a un tiempo, el pegamento y el líder del movimiento obradorista. Los actores se mueven (políticamente) en torno a él, escalan los conflictos y se pelean con sus compañeros hasta donde lo permite el presidente y las controversias se solucionan hasta que él decide intervenir.

Esto le conviene a López Obrador, puesto que extraoficialmente se mantiene como el líder único del partido-movimiento, y la facultad de dirimir las controversias le otorga un poder inusitado sobre todos sus miembros. A su vez, limita la autonomía política y el margen de acción de los militantes. La regla no escrita parece ser “todo es válido mientras sigas siendo obradorista”.

En resumen, la votación del fin de semana fue representativa de los rasgos actuales del sistema político mexicano, pero al mismo tiempo sacó a relucir aspectos que generan preocupación, como la persistencia de prácticas electorales fraudulentas o la falta de civilidad del partido en el poder.

Además, hay varias interrogantes que quedan en el aire después de este proceso de votación. En un entorno tan conflictivo, ¿cómo logrará el presidente mantener la unidad en su movimiento cuando elija a su sucesor? Cuando finalice el sexenio de López Obrador, ¿Morena será capaz de construir nuevos mecanismos, independientes a la figura de AMLO, para dirimir sus pugnas internas?

Reflexionaré sobre estas preguntas y el futuro del obradorismo en mi próxima columna.

Nota del editor: Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro ‘Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica’, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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