Esto es representativo de cómo funciona nuestro sistema electoral. Pese a los candados legales que se han impuesto y a pesar de la meticulosa vigilancia del INE, México no logra desprenderse del clientelismo, la coerción del voto y las trampas electorales. Todos los partidos llevan a cabo estas prácticas. Ninguno se salva.
Es más, estas prácticas son tan comunes que hemos desarrollado un amplio lenguaje para referirnos a ellas y a los personajes que las ejecutan: “carrusel”, “embarazo” de urnas, “reventar” casillas, participación de “mapaches” y “operadores territoriales”, etc. Me temo que para terminar con estas prácticas no es suficiente contar con un árbitro electoral fuerte (como el INE) o una legislación rigurosa (como la que ya existe).
Mientras los niveles de pobreza y desigualdad prevalezcan, habrá espacio para comprar votos o formar estructuras clientelares. Mientras haya territorios con poca o nula presencia del Estado, el crimen organizado, los grupos de choque y los operadores políticos podrán movilizar impunemente a los votantes y seguirán cooptando a los electores.
Las reglas del sistema electoral son papel mojado si los partidos políticos siguen buscando mecanismos para saltar por encima de ellas. Aquí aplica la trillada máxima de “no hay democracia sin demócratas”.
En segundo lugar, la votación del fin de semana es ilustrativa de nuestra actualidad política porque Morena es el único partido que podría movilizar a tanta gente en un proceso de elección interna. Según las cifras del propio partido, acudieron a las urnas alrededor de 2.5 millones de personas.
Incluso, si el dato oficial estuviera inflado, este proceso interno, aunado a los procesos electorales de 2021, 2022 y la consulta de revocación de mandato, muestra que Morena es el partido con mayor capacidad de movilización. Dudo mucho que el PAN o el PRI pudieran convocar a tal cantidad de personas para participar en un proceso interno.
En tercer lugar, las riñas que se gestaron en medio de las votaciones muestran con claridad el carácter conflictivo y desorganizado del partido en el poder. Las divisiones internas en Morena son cada día más evidentes y lo serán aún más conforme se acerque la elección del candidato o candidata presidencial.
En todo caso, lo importante es subrayar que Morena no cuenta con mecanismos institucionales para dirimir sus conflictos internos y éstos son tan álgidos que en ocasiones desembocan en violencia (no es la primera vez que ocurre). Preocupa que el partido dominante del sistema político mexicano carezca de los instrumentos para asegurar la convivencia pacífica y el debate civilizado entre sus simpatizantes.