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Mensaje muy claro, ¿podremos entender a tiempo?

La discusión sobre las mayorías en el Congreso es tan relevante, que ya el propio presidente abiertamente dejó ver su frustración con solo tener mayoría simple y que todo se lo tumben vía judicial.
lun 24 abril 2023 06:02 AM
Andrés Manuel López Obrador durante la ceremonia del 3er aniversario de la Guardia Nacional.
El presidente explotó la decisión de la Corte para anunciar que trabajará en retener la Presidencia para asegurar su “transformación”; y para ganar una mayoría calificada que le permita sacar la reforma de la GN como última acción de su gobierno, apunta Don Porfirio Salinas.

Mientras todos los actores políticos, los llamados contrapesos, y todos los interesados en el ambiente políticos estamos volcados en el proceso electoral del Estado de México (ni siquiera en el otro estado, Coahuila), el presidente dejó muy claro la semana pasada que él ya está volcado en 2024.

El 19 de abril, ante el rechazo por parte de la SCJN para que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa, el presidente anunció en la mañanera su ruta estratégica: a la par de la Presidencia, volver a ganar la mayoría calificada en el Congreso de la Unión.

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Es decir, el presidente no solo estará haciendo campaña activa en favor de su candidato presidencial (así, en masculino, porque se puede anticipar más que vendrá del Palacio de Cobián), sino que hará todo por impulsar también el voto por la 4T para diputaciones federales y senadurías.

La mañanera ha sido el podio por excelencia del presidente para anunciar con claridad sus intenciones, sus estrategias y sus prioridades. Algo que, al parecer, ni oposición, ni medios ni contrapesos, ni sociedad hemos sabido entender.

En sus conferencias buscamos respuestas a cuestionamientos sobre su gobierno, explicaciones a sus políticas públicas, errores que se puedan aprovechar. Mientras él, lo usa como megáfono electorero hacia su base, y hacia quien sea capaz de entender un poco su visión. Por eso llevamos cuatro años desperdiciados.

En esta ocasión, la decisión de la Corte el día anterior de declarar inconstitucional la reforma que radicaba a la Guardia Nacional en la Sedena, y de regresarla a la SSPC, detonó la reacción premeditada del presidente, incluso con un discurso propio leído, a diferencia de su aparente improvisación diaria.

La de la Guardia Nacional, como la del INE y la eléctrica, es una reforma que el presidente usó como estrategia electoral desde un principio. Sabía que era difícil materializarlas en el Legislativo, y más aún que pasaran la prueba de constitucionalidad en la Corte. Pero eso era lo de menos, para él fueron, son y serán, herramientas de comunicación política con su base de votantes.

Ni la oposición, ni los contrapesos, ni los críticos al gobierno lo han sabido entender; mucho menos han tenido la capacidad de prepararse para hacer frente con una estrategia propia. Se han perdido en las trampas que hábilmente ha puesto el Jefe del Estado, y en sus divisiones internas.

Así, el presidente explotó la decisión de la Corte para anunciar que trabajará firmemente en retener la Presidencia para asegurar su “transformación”; y para ganar una mayoría calificada que le permita sacar la reforma de la Guardia como última acción de su gobierno antes del 1 de octubre de 2024.

El objetivo aparente sería consolidar su Guardia Nacional, en el formato que él siempre ha querido. El objetivo de fondo para los más entendidos, retener el poder y control amplio de los destinos del país.

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La ruta del presidente para el objetivo aparente fue optimistamente acelerada. Lograr mayoría en la elección, para que el mismo 1 de septiembre que se instale la nueva Legislatura meta su iniciativa y el Congreso actúe de manera expedita para tenerla aprobada a más tardar el 30 de septiembre y la pueda anunciar justo un día antes del cambio de gobierno.

Tiempos apretados incluso con mayoría calificada. Pero ante el apego a la ilegalidad que tiene la 4T, es factible. No puede ser iniciativa preferente al ser constitucional, por lo que se facilita más saltarse trámites y usar la aplanadora, en caso de tenerla. Pero es una ruta clara para el objetivo de fondo.

Y mientras tanto, como ya mucho hemos dicho en este espacio, la oposición sigue sin ruta ni orientación. Sin entender ni a la sociedad y sus demandas, ni al presidente y sus estrategias.

Ya aquí hemos también anticipado que una lucha prioritaria para 2024 debe ser justamente la de quitarle a la 4T de manera contundente la mayoría simple que tienen en el Congreso; más allá de tener una discusión sobre si es posible o no que algún lado tenga la calificada. Se ve casi imposible.

La discusión sobre las mayorías en el Congreso es tan relevante, que ya el propio presidente abiertamente dejó ver su frustración con solo tener mayoría simple y que todo se lo tumben vía judicial, declarando que se requiere mayoría calificada para lograr sus planes de transformación y reforma.

Tal vez si el presidente supiera preparar reformas legales, no se enfrentaría a esta realidad. Si tuviera gente eficiente (no solo leal u “honesta), y si tuviera las ideas adecuadas (no anacrónicas), no se enfrentaría a estos problemas para lograr su transformación.

Argumentó en su mensaje leído que las tres transformaciones de México han resultado en una nueva Constitución: la Independencia, la Reforma y la Revolución. La diferencia es que en aquellos momentos, personas ilustradas acompañaban los procesos.

Más allá de eso, lo que el presidente no dice, o tal vez no entiende, es la diferencia entre cambio y transformación. Y la 4T no es transformación; eso implicaría avanzar y evolucionar. La 4T es cambio, de esos que cualquiera puede hacer; pero no hacia el futuro, sino a un pasado que, además, solo existe en su interpretación fantasiosa de la historia.

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Sin embargo, ante un vacío casi total para hacerle frente, el presidente avanza a paso firme y constante en su estrategia, adelantándose a todos, que por seguir instalados en discusiones mezquinas y erradas, desperdician todo el tiempo que el presidente va explotando.

Él sigue reafirmando su discurso público, con sentido electoral, reforzando los elementos narrativos que le han funcionado; mientras del otro lado siguen sin discurso ni narrativa por incapacidad de entender la realidad.

Haciendo gala de su capacidad comunicacional, nos dejó con un lema más de su campaña: que nunca se regrese a la época de contubernio entre delincuentes, potentados y autoridades. Y del otro lado, en los intentos de oposición y contrapeso, no solo no hay lemas; ni siquiera se percibe una campaña.

Difícilmente el presidente puede volver a lograr mayoría calificada por las dinámicas naturales electorales; pero de seguir las cosas así, sí hay un escenario muy factible de mantener la mayoría simple ante la mediocridad eterna de la oposición. Eso en sí mismo seguirá teniendo a México en el retraso. Al que por su gusto muere…

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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