Entender que con las dirigencias tan medianas que hoy se tienen, será imposible recuperar un nivel mínimo de competitividad que les permita aspirar a resultados relativamente decentes en 2024.
Las fuerzas políticas de oposición, que de fuerza ya tienen muy poco, necesitan entender que mientras no reconozcan errores, depuren y limpien sus filas, y se acerquen a escuchar a la gente, se mantendrán en los niveles mediocres de votación, a pesar del gobierno tan malo que tenemos.
Deben también reflexionar sobre cómo regresar a muchos de sus principios y valores originarios, pero adaptados en un nuevo contexto social muy distinto. Y sobre cómo lograr que tantos de sus simpatizantes que por decepción les dieron la espalda, vuelvan a confiar en ellos.
Los llamados contrapesos sociales, por su parte, deberían tomar estos días para pensar por qué creen que tienen la capacidad de meterse en política, desde trincheras tan distintas como la empresarial, en la que no han sido necesariamente exitosos.
Por qué impulsar o respaldar perfiles que, cuando fueron dirigentes cupulares, no hicieron más que enfrentar y enconar a la propia clase empresarial. ¿Qué los hace ahora aptos para pretender liderar un país polarizado y enconado, no solo por el Presidente sino por muchos de ellos?
Desde los otros contrapesos sociales, como ciertos think tanks, también habría que reflexionar por qué algunos de sus análisis y propuestas siguen siendo iguales que antes, a pesar de hay cosas que han cambiado de fondo en la sociedad.
O por qué ahora hacen tanto énfasis en excesos del actual gobierno que también tuvieron los anteriores; y que en su momento marcaron una tendencia que hoy solo se profundiza.
Estamos en un momento muy delicado del país, y ni la clase política en su conjunto (incluido el Gobierno) ni los contrapesos sociales están a la altura de las circunstancias.
Ojalá que oposición, contrapesos y el propio oficialismo hayan usado estos días de guardar para reflexionar, porque necesitan muchos cambios internos para poder enfilar a México a una ruta mínima de desarrollo, inclusión y equidad.