El motivo manifiesto no ameritaba ni lejanamente tal despilfarro de recursos, no hay forma de justificar que el acarreo y la simulación buscaban celebrar la política energética de Lázaro Cárdenas.
La verdadera razón para que López y sus aliados expusieron su capital político y desviaran los recursos de los mexicanos, fue contrarrestar -incluso esperaban humillar-, el resultado de la marcha ciudadana del pasado 26 de febrero, la marcha de rechazo a la reforma electoral del presidente, denominada Plan B, y en defensa del INE.
López es el presidente más popular de las últimas décadas, así como su partido, que es el que actualmente suma más positivos según las diversas encuestas de opinión. Sin embargo, ni toda la popularidad del presidente y de Morena, ni toda la distribución de dádivas y el ejercicio de amenazas, lograron rebasar la ola rosa en favor del INE.
Si bien López, Sheinbaum y los diversos personajes ligados a Morena, calificaron como exitosa dicha concentración y aseguraron que más de 500,000 personas se concentraron en la Plaza de la Constitución, la realidad muestra fotografías muy similares a la marcha feminista del 8 de marzo -por la conmemoración del Día Internacional de la Mujer-, e incluso menores que la del 26 de febrero cuando, según esas mismas autoridades, no hubo más de 90,000 asistentes.
El presidente, tan cercano a la cultura popular, intentó con su marcha imitar a los niños caprichosos y decirnos a quienes marchamos el pasado 26 de febrero: “mi papá es bombero y te moja”. Al mandatario, a quien tanto le gustan los dichos y canciones populares, probablemente le debemos contestar: “la que no ganas, la empatas”. O en este caso: “la que no ganas, la falseas”.
El presidente está obsesionado con escribir la historia a su favor y, dada la larga lista de fracasos en todos los rubros de gobierno, sabe que necesita destruir al INE para poder manipular las elecciones y regresar a esa dictadura perfecta que impuso el PRI por 70 años.
Sólo así López podrá resignificar el empeoramiento de la violencia, de la corrupción, de la impunidad, de la pobreza, de la calidad educativa y de los servicios de salud pública; el abandono a las víctimas del delito; la destrucción institucional; la pérdida de control frente a los delincuentes del territorio nacional; el deterioro de la imagen del país en el extranjero.