Es muy probable que conozcas a una persona que tiene o ha tenido cáncer. Aunque es una palabra que asusta, con la información adecuada podemos actuar a tiempo, especialmente en los casos de cáncer infantil, un flagelo que impacta de manera desproporcionada a las familias de escasos recursos.
Es urgente hablar del cáncer infantil, no desde el miedo sino desde la acción

Lo que quizás muchas personas no saben es que el costo del tratamiento puede ir de los 450,000 a los dos millones de pesos por paciente en un rango de tres a cinco años. Este monto depende de muchas variables como la etapa de desarrollo que tiene el cáncer al momento de iniciar el tratamiento, si la atención es integral o sólo complementaria, incluso varía de acuerdo a la edad del paciente.
Estas cifras no reflejan los traslados, estudios, alimentación especial ni el impacto en los ingresos familiares cuando uno o ambos padres deben dejar de trabajar para acompañar a su hija o hijo en el proceso. Si bien es un reto económico incosteable en muchas familias que tienen pacientes con cáncer infantil, hay otros desafíos que complican la atención y sobrevida.
El primero de ellos es la desinformación, altamente ligada a la falta de especialistas en medicina oncológica infantil y el desconocimiento social de los síntomas de esta enfermedad.
En México solo hay 270 oncólogos pediatras de los 400 que se estiman necesarios para atender adecuadamente a la población infantil (Informe CDLA 2024). Es un déficit que exige voluntad política, inversión pública y estrategias de formación médica urgente. Especialmente, porque cada año se detectan aproximadamente 5,000 nuevos casos de cáncer infantil en el país, mientras que la sobrevida es de apenas 57%.
Es precisamente en la sobrevida donde todos los esfuerzos, de familiares, pacientes, personal médico, terapeutas, profesores y voluntarios, se concentran para brindar un futuro con salud a los jóvenes pacientes. Pero la mejor forma de ayudar a todas estas voluntades que se suman por la salud es que familiares, profesores y médicos generales estén atentos a la detección temprana de los síntomas.
Por ejemplo, la leucemia —un tipo de cáncer que afecta a las células sanguíneas y la médula ósea— representa al 60% de los casos, pero sus síntomas, y los de otros tipos de cáncer, pasan desapercibidos por meses hasta que se agravan.
La leucemia se caracteriza por la palidez extrema, fatiga, pérdida de peso, sangrado injustificado en nariz o encías y fiebre. Cuando hablamos de tumores cerebrales, los primeros síntomas son dolor de cabeza persistente que incluso despierta al infante por las noches, cambios de humor radical, vómitos en proyectil y debilidad visual repentina. Otro de los tipos de cáncer más comunes son los tumores en los huesos, cuyos primeros síntomas son dolor recurrente en un sitio específico.
El reconocimiento y atención inmediata de estos síntomas es la clave en la sobrevida de los pacientes infantiles. Cada vez que dejamos pasar una fiebre prolongada o un dolor de cabeza persistente, seguiremos llegando tarde. En México, el 70% de los casos de cáncer infantil se diagnostican en etapas avanzadas (CENSIA), cuando el tratamiento es más largo, más costoso y las probabilidades de éxito disminuyen.
La colaboración social es vital para que el esfuerzo de voluntarios, asociaciones, personal médico y docentes se vea reflejado en la sobrevida de niñas, niños y jóvenes que vencen al cáncer y regresan a su vida saludable. Y esta fórmula, combinada con el apego total al tratamiento, funciona.
Hoy más que nunca, es urgente hablar del cáncer infantil. Pero no desde el miedo sino desde la acción. Desde la comunidad que informa, que cuida y se involucra. Hablar de síntomas es hablar de esperanza. De la oportunidad de transformar la incertidumbre en orientación y, con ella, la oportunidad de vencer pronto al cáncer infantil.
Las palabras son insuficientes para describir las dificultades que atraviesa cada una de las familias que tiene casos de este padecimiento. Pero la información y la acción oportuna marcan las historias de éxito.
Detrás de cada diagnóstico temprano puede haber una vida salvada. Y detrás de cada vida salvada hay un esfuerzo colectivo que sumó muchas voluntades.
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Nota del editor: Leonardo Arana es director de Casa de la Amistad. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.