El famoso Plan B de López Obrador para destazar al INE ha exacerbado estos deleznables rasgos de nuestra discusión pública.
Para los impulsores de la reforma electoral obradorista, quien defiende al INE lo hace por motivos aviesos: ya porque quiere conservar sus privilegios, ya porque desea preservar un régimen corrupto, abusivo y excluyente de democracia simulada. Para ellos, es inconcebible que un ciudadano quiera proteger a la institución que salvaguarda su derecho al voto y la existencia de elecciones razonablemente libres y justas en México.
Para los defensores del INE, los promotores del Plan B son los siniestros destructores de la democracia mexicana. Tan solo apoyan al presidente porque están acostumbrados a seguir ciegamente los designios de su pastor, o bien porque quieren demoler la democracia para construir en su lugar un régimen autoritario.
Por más que odien admitirlo, los dos extremos se tocan, pues para ambos es imposible posicionarse en medio o al margen de este debate. Todos parecen suscribir aquella célebre frase presidencial: “Es tiempo de definiciones”. Para unos: o estás con la democracia o estás con el autoritarismo. Para otros: estás con la transformación o apoyas a la mafia del poder.
Lo digo abiertamente. El Plan B no me gusta en lo absoluto: merma las capacidades operativas del INE y pone en entredicho la viabilidad del árbitro electoral para cumplir a cabalidad sus funciones de organizar y vigilar las elecciones, al tiempo de contar los votos y dirimir las controversias entre las distintas fuerzas políticas. También creo que siembra las condiciones para que Morena alegue fraude en el remoto caso de que pierda las elecciones de 2024.
Sin embargo, no me siento cómodo con la épica y la superioridad moral que cruza las posiciones en el debate respecto al Plan B.
Para el obradorismo más duro: si manifiestas tu preocupación por el Plan B, estás defendiendo los privilegios de Lorenzo Córdova, Ciro Murayama y toda su “casta dorada”. Para la mayoría de opositores al presidente, si no pataleas por la destrucción de la democracia, eres un tibio. Si no gritas “yo defiendo al INE” a los cuatro vientos, tu vocación democrática está en duda.