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#Opidemia | Un régimen que (apenas) comienza a ser transformado

Para una verdadera transformación del régimen, las reformas que se apliquen deben ser de tal profundidad que trastoquen la manera como se accede al poder, quiénes pueden y quiénes no alcanzarlo.
lun 30 junio 2025 06:04 AM
Claudia-Sheninbaum-morena
Han tenido que pasar siete años para poder identificar algunos cambios al régimen político mexicano. Ya se verá qué tan radicales serán, qué tan extendidos serán y si sus efectos favorecerán, o no, el desarrollo democrático y social del país, apunta Javier Rosiles Salas.

Fue hasta el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum que el régimen político mexicano finalmente comienza a ser tocado. Andrés Manuel López Obrador prometió una Cuarta Transformación, que se comparara con los efectos profundos producidos por los movimientos de Independencia, la Reforma y la Revolución, pero los cambios se estarían dando, si acaso, tras su periodo de gobierno.

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Es evidente a nivel mediático la falta de precisión conceptual. La palabra régimen se usa regularmente como sinónimo de gobierno. De ahí que se hable del régimen priista, del régimen panista y ahora morenista, pero el referente empírico al que alude dicho concepto es mucho más complejo.

Puede haber muchos cambios sin que necesariamente se trastoque el régimen político. El realizar reformas legislativas, por más incluso que alcancen la Constitución Política, o el implementar nuevas políticas públicas o programas sociales o modificar de nombre a algunas instituciones no equivale a que se toque la honda capa del régimen.

Perdonando el prurito académico, puede ser útil citar al politólogo argentino Guillermo O’Donnell: “Por régimen entiendo los patrones, formales e informales, y explícitos e implícitos, que determinan los canales de acceso a las principales posiciones de gobierno, las características de los actores que son admitidos y excluidos de tal acceso, los recursos y las estrategias permitidos para lograrlo, y las instituciones a través de las cuales ese acceso ocurre y, una vez logrado, son tomadas las decisiones gubernamentales”.

Esto quiere decir que para que exista una verdadera transformación del régimen, las reformas que se apliquen deben ser de tal profundidad que trastoquen la manera como se accede al poder, quiénes pueden y quiénes no alcanzarlo. Si hay modificaciones que no signifiquen cambiar esos canales, el régimen permanece intacto.

¿Por qué se dice que pareciera que Morena es el nuevo PRI, sin serlo, evidentemente? Quizá porque lo que pasa es que, en los hechos, los canales de acceso a las principales posiciones de gobierno siguen siendo los mismos, permanecen prácticamente con las mismas características y condiciones.

Si el Estado tiene una cualidad de prevalencia en el tiempo, el gobierno es más bien temporal, compuesto por una pléyade rotatoria de líderes y funcionarios. El régimen, por su parte, es aún más complejo de comprender y trasciende gobiernos.

Bajo esta lógica, el proyecto de la autollamada Cuarta Transformación no ha significado hasta la fecha un cambio de régimen político, en tanto que permanecen intocadas las reglas, formales e informales, explícitas e implícitas, de acceso al poder.

Sin embargo, la elección judicial, así como la propuesta de reforma electoral de la presidenta Sheinbaum, podrían representar los primeros esbozos de conversión. La llegada al Poder Judicial no es la misma desde que se llevan a cabo las diferentes etapas que marcó la reforma judicial, que tuvo en el primero de junio una fecha señalada.

Más allá de la crítica que se pueda hacer a la reforma judicial, lo cierto es que modificó los canales de acceso a ese espacio de poder. Hoy un par de personajes podrán integrarse a la Suprema Corte bajo este nuevo modelo; en el anterior de reparto por cuotas entre partidos políticos difícilmente podrían hacerlo. Un cambio fundamental es que la totalidad de los nuevos ministros y ministras cuentan con la aquiescencia de quien encabeza el Poder Ejecutivo.

Una alteración más podría venir si después de la elección intermedia de 2027 se echa a andar la reforma ya anunciada por la presidenta Sheinbaum, en lo que, al parecer, será la desaparición de los legisladores plurinominales y el establecimiento de diputados y diputadas de primera minoría.

“El problema son las listas de plurinominales. Entonces, ¿qué quiere decir eso? Supongamos que una persona, Juan Pérez, es candidato de un partido político al distrito 1 de la Ciudad de México. Gana el de ese partido político, pero en segundo lugar, muy cerca, quedó Pedro López de otro partido político”, ejemplificó la presidenta en una de sus mañaneras.

Continuó: “Cuando terminan las elecciones, los que quedaron en mejor lugar, que tienen menos diferencia en el segundo lugar, esos entran como representación de la minoría. Y no listas”. En el fondo persiste la idea de que los espacios de representación proporcional se obsequian sin la necesidad de hacer campaña, sin hacer trabajo en el territorio.

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Para la presidenta, la virtud del cambio propuesto está en que “todos van al territorio a presentarse con la ciudadanía a hacer campaña. Entonces, es una de las consideraciones que estamos tomando para que las listas de plurinominales, pues se eliminen y que sea a partir del trabajo territorial que se hace”.

Han tenido que pasar siete años para poder identificar algunos cambios al régimen político mexicano. Ya se verá qué tan radicales serán, qué tan extendidos serán y si sus efectos favorecerán, o no, el desarrollo democrático y social del país.

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Nota del editor: Javier Rosiles Salas ( @Javier_Rosiles ) es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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