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Condenar a la dictadura cubana desde la izquierda

La Orden del Águila Azteca se ha utilizado como moneda de cambio con otros gobiernos, o bien como parte de la política exterior o la agenda personal del presidente en turno.
mié 15 febrero 2023 06:00 AM
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En Campeche, el presidente encabezó la ceremonia de condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca a su homólogo de Cuba, Miguel Díaz -Canel.

El presidente López Obrador le confirió la Orden del Águila Azteca al mandatario de Cuba, Miguel Díaz-Canel. En el papel, se trata la distinción más importante que el gobierno mexicano otorga a personas extranjeras, como reconocimiento a sus obras sobresalientes en favor de nuestro país o de la humanidad.

En la práctica, el presidente en turno utiliza la Orden del Águila Azteca para premiar a sus aliados políticos (por ejemplo, Peña Nieto con Jared Kushner, quien era su enlace en la Casa Blanca durante la presidencia de Trump) o para mostrar la estrechez de sus vínculos con determinado gobierno (por ejemplo, Vicente Fox con el rey Mohamed VI de Marruecos).

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En esta tesitura, varios dictadores o personajes de dudosa reputación han obtenido esta condecoración a lo largo del tiempo, como Rafael Leónidas Trujillo, Alberto Fujimori, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Otto Pérez Molina, entre otros.

Dicho de otro modo: la Orden del Águila Azteca rara vez ha cumplido con su función de reconocer a personajes notables por sus obras humanitarias o sus contribuciones a México. Más bien, se ha utilizado como moneda de cambio con otros gobiernos, o bien como parte de la política exterior o la agenda personal del presidente en turno.

En este caso, López Obrador no se conformó con condecorar a Díaz-Canel, sino que pronunció un discurso más que elogioso con el régimen cubano. Y no es la primera vez que esto ocurre. Incluso, al recibir el premio, Díaz-Canel le agradeció al presidente mexicano su “apoyo incondicional”.

En resumen, la decisión de López Obrador de entregarle la distinción a quien encabeza un régimen represor y autoritario, como Díaz-Canel, no es algo del todo novedoso (ni respecto a otras entregas de la Orden del Águila Azteca, ni en relación con la línea discursiva de AMLO). Sin embargo, no por ser algo “normal” deja de ser algo condenable, puesto que el gobierno mexicano está fungiendo como legitimador y facilitador de la dictadura castrista.

Por estos motivos decidí adherirme al desplegado que firmamos varias personas que militamos en distintas corrientes de izquierda. Considero que es importante que las izquierdas de talante democrático nos distanciemos del régimen cubano y no contribuyamos a sostener el mito de la Revolución cubana como horizonte de desarrollo para América Latina y como sinónimo de resistencia, patriotismo, gloria y sacrificio.

Hace tiempo que la Cuba castrista dejó de representar un punto de referencia para otros países latinoamericanos. La célebre obra autobiográfica Antes de que anochezca de Reinaldo Arenas, publicada en el ya lejano año 1990, da cuenta de la represión del régimen castrista prácticamente desde su instauración. El texto también es un testimonio estremecedor de lo que significaba ser homosexual en la Cuba revolucionaria y de sus inhumanos campos de trabajo.

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Incluso, figuras como el gran trovador Pablo Milanés promovieron al régimen castrista en un inicio, al considerar loable su resistencia frente al Imperio yanqui y al pensar que Fidel Castro estaba fraguando una sociedad más solidaria y un gobierno más humano, pero se fueron desencantando hasta el punto de declarar: “En el año 1992, tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié. Estaba defraudado como revolucionario porque insistieron en seguir con un tema que no funcionaba y que no funciona hasta ahora”.

Las declaraciones de Milanés dan en el clavo: el gobierno cubano no representa lo que dice representar. La realidad es que el régimen castrista envejeció rápido y mal. Los ideales de la Revolución murieron bajo la bota represora de Fidel Castro y su camarilla hace mucho tiempo. La Revolución está enterrada bajo la necedad, la inflexibilidad, la falta de voluntad de adaptarse, abrirse y cambiar.

Yo prefiero hablar de izquierdas, en plural, que de una sola izquierda. Por tanto, el debate sobre qué es la “verdadera izquierda” me parece estéril, sectario y anacrónico. Reconozco que cada izquierda –y cada persona– tiene derecho a posicionarse respecto al tema cubano como mejor le parezca, pero siempre partiendo de la realidad de que el pilar que sostiene al régimen castrista es la represión.

Así pues, me parece importante que quienes nos consideramos de izquierda democrática contribuyamos a derrumbar el mito de la Revolución cubana y su vigencia: si queremos instaurar Estados de bienestar en nuestro continente; si deseamos gobiernos progresistas que respeten los derechos humanos, la diversidad y las libertades; si queremos tener mandatarios centrados en garantizar derechos por medio de servicios públicos de calidad y una amplísima red de protección social, entonces Cuba no es el camino, sino un referente de lo que no debemos hacer.

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Nota del editor: Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro ‘Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica’, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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