Estoy casi seguro de que todos responderían que lo que les importa es ser feliz, o tal vez su complemento: cumplir sus sueños, o ser millonario en todo caso. Pero nadie respondería, como prioridad número uno, que su deseo es que haya libertad en su país o vivir en democracia.
¿Por qué? Porque la gente está en lo suyo, sobreviviendo, enfrentando el día a día, ocupada con sus cosas y los problemas de sus relaciones personales o sus inseguridades, o viendo cómo hacerle para que su negocito prospere, o cómo hacerse más millonario aún, o también para llegar al mes con el salario tan reducido que lo tiene atado de manos.
Por eso a veces me parecen tan ridículas las afirmaciones surgidas al calor del debate sobre la reforma electoral del presidente López Obrador, que nos hablan con tono afectado sobre el riesgo en el que está “la democracia” con la reforma, como si el INE fuera una suerte de encarnación sublime de “la Democracia”, con mayúscula, y no más bien otra institución pública y burocratizada más que cumple una función técnica muy concreta: organizar elecciones, tan técnica y concreta, vale decir modesta, como pudiera ser la del registro público de la propiedad.
Y ni qué decir, por lo demás, de la ironía ocurrida en días recientes cuando al propio INE, según he podido saber, le salió el tiro por la culata toda vez que, haciendo precisamente una encuesta, resulta ser que el respaldo a la reforma electoral del presidente es unánime: el 51% la apoya en lo general; el 93% apoya la reducción del presupuesto a partidos y el 87% la desaparición de plurinominales; el 74% apoya que se reduzca el presupuesto del INE y el 43% cree que gastan demasiado.
¿En qué debe de consistir entonces la democracia, en atenerse a lo que la ciudadanía mayoritariamente piensa, como ocurre con el apoyo a la reforma según la encuesta, o replegarse en resistencia al presupuesto de burocracia dorada, pero diciendo que “la Democracia” está en riesgo por la reforma? Ridículo.
Hay varias cosas que yo veo en todo esto:
Uno. La reforma tiene un aspecto administrativo-financiero inconfundible y claro: se requiere adelgazar la administración del INE, y eficientar la organización de las elecciones; los partidos políticos deben tener menos dinero, que es la propuesta de Morena aunque no les guste a sus detractores: ¿por qué la sociedad tiene que estar financiando a su clase política, cada vez más frívola e impreparada por lo demás?; los consejeros electorales deben de ser electos de manera directa por la ciudadanía, y no por los partidos políticos, que vician siempre cualquier proceso.