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Reforma al INE: el dilema de las oposiciones

Lo que busca la reforma impulsada por el presidente es que “el pueblo”, es decir su pueblo, ocupe el espacio que le corresponde no a un solo actor sino a una diversidad de fuerzas.
mar 08 noviembre 2022 11:59 PM
Aspectos de la Sesión Extraordinaria del Consejo General del INE.
La reforma electoral propone cambiar la forma en que se elige a los consejeros del INE y a los magistrados del TEPJF: que sus nombramientos dejen de ser producto de un arreglo y sean votados directamente en las urnas por los electores.

El lopezobradorista es un gobierno que se ha dedicado a desacreditar sistemáticamente a sus adversarios, a menospreciar cualquier noción de pluralismo, en nombre de una “verdadera” democracia en la que solo caben quienes acaten el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. ¿Cuántas veces se ha reunido el presidente a dialogar con los dirigentes de partidos políticos que no formen parte de su coalición? ¿Cuándo ha reconocido que quienes no militan en su movimiento pueden tener una propuesta sensata, una crítica atendible o al menos representar una alternativa respetable? La suya es una visión monopólica del pueblo, típicamente populista, que no admite la existencia de una oposición legítima. En su democracia no hay más pueblo que el suyo.

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Me importa resaltar ese rasgo político en el contexto de la reforma electoral que se discute estos días en la Cámara de Diputados, sobre todo en lo relativo a la propuesta de cambiar la forma en que se elige a los consejeros del INE y a los magistrados del TEPJF: que sus nombramientos dejen de ser producto de un arreglo, de una negociación entre las bancadas en el Congreso, y sean votados directamente en las urnas por los electores. Se supone que es para darles más independencia frente a los partidos, pero es el equivalente funcional a poner a los árbitros de un torneo a buscar el apoyo de las porras de los equipos que habrán de competir. Lejos de fortalecer su imparcialidad, es una fórmula que los vuelve directamente partícipes en la disputa por el poder. Un reverendo absurdo.

Con todo, es una iniciativa congruente con la vocación antipluralista del lopezobradorismo. Porque no quiere habérselas con los distintos partidos representados en el Poder Legislativo, con que la autoridad del árbitro provenga de la confianza y el reconocimiento que le brinden los propios jugadores, de su compromiso de respetar y hacer respetar las reglas y la voluntad de la mayoría, favorezca a quien favorezca. Lo que busca la reforma impulsada por el presidente es que “el pueblo”, es decir su pueblo, ocupe el espacio que le corresponde no a un solo actor sino a una diversidad de fuerzas. Y que en lugar de un cuerpo de funcionarios profesional y altamente especializado, con experiencia y conocimiento en la materia, la institucionalidad electoral termine en manos de… otros políticos.

No da la impresión de ser una reforma pensada a partir de la necesidad de resolver un problema, de buscar algún tipo de consenso o acuerdo al respecto, sino de aprovechar la marea alta del lopezobradorismo con la intención de arrasar a las oposiciones. De sacarle partido, por un lado, a su precariedad en términos numéricos y, por el otro, a su vulnerabilidad de cara a las elecciones de 2024. La posición de los partidos de oposición parecería, en principio, obvia: unirse para rechazar una reforma que altera en su perjuicio las condiciones de la competencia. Sin embargo, estando como están las oposiciones –divididas y débiles–, es factible que la coalición gobernante pueda doblarles la mano a algunes de sus integrantes, sea con la amenaza de extorsionarles o la promesa de premiarles.

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En un entorno de tanta incordia, y con el horizonte de su futuro político tan incierto, es fácil imaginar a varias figuras opositoras debatiéndose entre seguir resistiendo o ya dejarse llevar –por las buenas o por las malas– al “lado correcto de la historia”. Lo primero requiere de cierta grandeza de convicciones, lo segundo nos obliga a recordar que en política suelen imperar las pequeñas conveniencias. El cálculo colectivo, como partidos o grupo políticos, puede apuntar con claridad en una dirección; pero el cálculo individual, sea para salvar el pellejo o tener la oportunidad de reinventarse, puede apuntar en la dirección contraria. Ya se vio con la reforma que prorrogó el plazo constitucional para que las fuerzas armadas realicen tareas de seguridad pública…

Ni la unidad ni la disciplina de las oposiciones pueden darse por sentadas.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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