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El INE no peligra por el presidente, sino por la oposición

Lo que deberían hacer la oposición y los actores antagónicos al presidente es fijar postura, dejar de hablar del tema, y hacerle vacío al presidente.
lun 07 noviembre 2022 07:44 AM
Mexico holds referendum on whether President Lopez Obrador should continue in office
Más allá de lo ya ampliamente hablado en la opinión pública de la desintegración del INE, hay elementos de la iniciativa que van contra cualquier logro de la izquierda en los últimos 40 años, considera Don Porfirio Salinas.

El tema de las últimas semanas, por supuesto impuesto por el presidente, es la iniciativa gubernamental de reforma constitucional en materia electoral. Nuevamente, el presidente habla y todos los demás lo siguen, alimentando su narrativa.

En este intento de debate público, otra vez sale ganando el presidente con su estrategia electorera. Pone su tema en la agenda pública, conecta con su base social, difunde sus dogmas, y los demás actores caen en la trampa y se enfrascan en la discusión, perpetuándola.

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Mucho se ha dicho sobre la reforma, tanto a favor por parte de los ‘4Tistas’, como en contra por parte de partidos de oposición y grupos de la sociedad antagónicos al gobierno, incluyendo al sector privado.

Pero más allá de los dimes y diretes públicos, hay aspectos de esta discusión que deben verse con mayor cuidado y seriedad, tanto en los contenidos de la reforma, como en las narrativas e intentos de estrategia de los distintos actores.

Sobre los contenidos de esta iniciativa, es claro que está plagada de planteamientos regresivos, completamente contrarios al espíritu democrático de la lucha que por décadas dio la izquierda de México, supuestamente representada por el actual presidente.

Entre lo poco que queda de la izquierda mexicana, deben estar retorciéndose ante el hecho de que un presidente autodenominado de izquierda, autoabanderado de este movimiento histórico, propusiera la eliminación de muchas de las luchas políticas que les permitieron acceder a la vida pública y, hoy, al poder.

Más allá de lo ya ampliamente hablado en la opinión pública de la desintegración del INE, una de las instituciones electorales más prestigiada del mundo por su profesionalismo, hay elementos de la iniciativa que van contra cualquier logro de la izquierda en los últimos 40 años.

Uno de los puntos más incomprensibles es la eliminación de la representación proporcional para el Poder Legislativo. Es decir, las diputaciones plurinominales y las senadurías de lista nacional.

Más allá de su función para el trabajo legislativo, al ser la vía por la que llegan los cuadros más experimentados de los partidos (aunque cada vez menos); esta figura fue la que de manera histórica permitió a la izquierda incorporarse al Poder Legislativo a partir de la icónica reforma de 1977.

Como este tema, hay muchos en la iniciativa que simple y sencillamente violentan la estabilidad del sistema electoral y democrático de México, y desconocen y revierten los logros de muchas décadas de movimientos, protestas, esfuerzos y sacrificios para un sistema político competitivo y representativo.

El problema es que el debate lo está ganando el presidente, gracias a su hábil explotación de la desinformación generalizada de la sociedad, y a su manejo comunicacional magistral en cuanto a manipulación.

Pero más aún, gana el presidente gracias a la profunda ineptitud e inmadurez de los partidos de oposición, que lejos de explicar de manera sencilla, de defender de manera unificada nuestra democracia, y de salirse del juego presidencial, lo alimentan y lo fortalecen.

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La oposición repite el craso error que hicieron con la intentona de reforma constitucional eléctrica. Vuelven a alimentar el debate impuesto por el presidente, coquetean con los “parlamentos abiertos”, y divididos discuten puntos irreductibles a negociar, como si realmente hubiera algo que negociar.

En lugar de fijar una postura clara desde el principio, tener un bloque bien coordinado contra la reforma, rechazarla y dar la vuelta a la página.

Es bien sabido que el gobierno no cuenta con los números para aprobar una reforma constitucional. La oposición simplemente debe ejercer su porcentaje de voto en contra, sin alimentar las discusiones públicas que solo gana el presidente.

Y no se trata de mantener la moratoria constitucional de decretaron hace unos meses. Eso, además de ridículo, es una claudicación a su función de legislar. No se trata de moratorias, sino de trabajar bajo principios y valores que defiendan al país y sus instituciones.

Que se reforme constitucionalmente todo lo que implique un beneficio para México, y que se frene de tajo todo aquello que vaya en perjuicio de los mexicanos. Sin discusiones eternas solo por acaparar el reflector, sino con argumentos, comunicación y contundencia.

Mientras más se alargue la discusión, como se hizo con la eléctrica, más avanza la narrativa presidencial. Lo que deberían hacer la oposición y los actores antagónicos al presidente es fijar postura, dejar de hablar del tema, y hacerle vacío al presidente.

Claramente, si pasa aunque sea una mínima parte de esta iniciativa electoral, el retroceso para nuestra democracia será brutal. Y la culpa será única y exclusivamente de la oposición por incapacidad de trabajar en favor de México, y preferir lucimientos o beneficios personales.

No nos equivoquemos, el riesgo hoy para el INE, y nuestros sistemas electoral y democrático, recae no en el presidente, sino en la oposición. Presionémoslos a ellos para que den carpetazo a este tema ejerciendo sus votos tanto en Diputados como en el Senado.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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