Mucho se ha dicho sobre la reforma, tanto a favor por parte de los ‘4Tistas’, como en contra por parte de partidos de oposición y grupos de la sociedad antagónicos al gobierno, incluyendo al sector privado.
Pero más allá de los dimes y diretes públicos, hay aspectos de esta discusión que deben verse con mayor cuidado y seriedad, tanto en los contenidos de la reforma, como en las narrativas e intentos de estrategia de los distintos actores.
Sobre los contenidos de esta iniciativa, es claro que está plagada de planteamientos regresivos, completamente contrarios al espíritu democrático de la lucha que por décadas dio la izquierda de México, supuestamente representada por el actual presidente.
Entre lo poco que queda de la izquierda mexicana, deben estar retorciéndose ante el hecho de que un presidente autodenominado de izquierda, autoabanderado de este movimiento histórico, propusiera la eliminación de muchas de las luchas políticas que les permitieron acceder a la vida pública y, hoy, al poder.
Más allá de lo ya ampliamente hablado en la opinión pública de la desintegración del INE, una de las instituciones electorales más prestigiada del mundo por su profesionalismo, hay elementos de la iniciativa que van contra cualquier logro de la izquierda en los últimos 40 años.
Uno de los puntos más incomprensibles es la eliminación de la representación proporcional para el Poder Legislativo. Es decir, las diputaciones plurinominales y las senadurías de lista nacional.
Más allá de su función para el trabajo legislativo, al ser la vía por la que llegan los cuadros más experimentados de los partidos (aunque cada vez menos); esta figura fue la que de manera histórica permitió a la izquierda incorporarse al Poder Legislativo a partir de la icónica reforma de 1977.
Como este tema, hay muchos en la iniciativa que simple y sencillamente violentan la estabilidad del sistema electoral y democrático de México, y desconocen y revierten los logros de muchas décadas de movimientos, protestas, esfuerzos y sacrificios para un sistema político competitivo y representativo.
El problema es que el debate lo está ganando el presidente, gracias a su hábil explotación de la desinformación generalizada de la sociedad, y a su manejo comunicacional magistral en cuanto a manipulación.
Pero más aún, gana el presidente gracias a la profunda ineptitud e inmadurez de los partidos de oposición, que lejos de explicar de manera sencilla, de defender de manera unificada nuestra democracia, y de salirse del juego presidencial, lo alimentan y lo fortalecen.