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#ColumnaInvitada | No es normal

Una de las virtudes de la economía, o más bien de la macroeconomía, es que te permite ver panorámica y comparativamente las realidades económicas en distintas sociedades.
vie 14 octubre 2022 05:59 AM
(Una multitud camina por calles del centro histórico de la CDMX)
Somos la décimo quinta economía más grande del mundo y el décimo país con el mercado potencial más extenso, ‘pero dos de cada cinco personas que trabajan tiempo completo no tienen un sueldo que les permita satisfacer las necesidades básicas de su familia'.

Hoy por hoy, la pobreza en México ya no tiene cara de trabajador; la pobreza hoy, en este país, tiene cara de comerciante, de pequeño empresario.

Esta fue la afirmación de Viridiana Ríos en la presentación de su libro “No es normal” (Grijalbo, 2021) en la Cámara de Diputados hace unos días. Es una afirmación provocadora y perturbadora en más de un sentido, porque se supone que los pobres deberían de ser los empleados, los subempleados o, claro está, los desempleados, pero nunca los empresarios así sean “pequeños”, porque ideológicamente se trata de universos distintos, completamente distintos.

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Pero en la realidad ocurre que, en términos generales, el 45% de los trabajadores en México son pobres, lo cual es de suyo preocupante, qué duda cabe, pero es que los pequeños empresarios, es decir, los trabajadores por cuenta propia o que tienen un negocito, lo son en un orden del 54%. Entre las razones de esa diferencia entre unos y otros en favor de los trabajadores están por cierto, añadió Ríos, los aumentos que al salario mínimo se han aplicado en la actual administración de López Obrador.

Una de las virtudes de la economía, o más bien de la macroeconomía, es que te permite ver panorámica y comparativamente las realidades económicas en distintas sociedades, permitiéndote entonces ubicarte y cobrar consciencia de dónde estás parado.

Esta es una de las cualidades del libro de Viri Ríos, en donde lo hace extraordinariamente bien y me hace recordar además una anécdota personal un poco chusca o ridícula o yo no sé si tragicómica de cuando tuve oportunidad de vivir en Madrid, en donde compartía departamento con unos peruanos.

Ocurre que, ante un problema de fontanería que se nos presentó, tuvimos que acudir a los servicios de un plomero, que, al terminar, nos extendió el recibo con una cifra por cobrar bastante elevada. No habiendo tenido otra más que pagarle, y una vez que se retiró, uno de los peruanos montó en cólera lleno de indignación y desprecio (supongo que era alguien de clase media o clase alta en Lima, aunque en Madrid trabajara en la recepción de un hotel para sobrevivir y moría de ganas, eso sí, por adquirir la nacionalidad española), despotricando contra el pobre plomero español que nos había resuelto el problema afirmando a gritos que “por algo así, en Lima nos hubieran cobrado cualquier cosa”.

Es obvio que no se daba cuenta de dónde estaba parado, y que si en Madrid un plomero cobraba mucho más caro que un plomero en Lima (sin perjuicio de que los viera igualmente a los dos con el mismo desprecio de clase), era porque las estructuras económicas en uno y otro país son distintas, y un trabajador (por ejemplo un plomero) obtiene porciones distintas de la riqueza general de su respectiva economía según de cómo esté organizado el trabajo, la regulación, el sistema impositivo y toda la arquitectura institucional que la vertebra.

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México, afirma Viri Ríos (¿se podrá decir acaso lo mismo de Perú?), ‘está construido sobre una gran cantidad de reglas, políticas y regulaciones que benefician a quienes tienen más dinero, a las empresas más grandes y quienes han heredado el poder’, lo que cual hace del nuestro unos de los países más “anormalmente” desiguales del mundo. ¿Por qué decimos “anormalmente”?, porque somos la décimo quinta economía más grande del mundo y el décimo país con el mercado potencial más extenso, ‘pero dos de cada cinco personas que trabajan tiempo completo no tienen un sueldo que les permita satisfacer las necesidades básicas de su familia, y el 21% de quienes tienen una licenciatura vive en la pobreza’, además de que ‘cada año, nuestro país crea 29,000 “empresarios precarios” nuevos, es decir, dueños de negocios que no ganan lo suficiente ni para terminar la quincena’.

Es decir, que lo tenemos todo en cuanto a tamaño, población y recursos, sólo que todo está hecho para que una minoría (una oligarquía, dirían los clásicos) se lo quede y lo concentre todo. Pero no en todos lados es así, por eso es que México, en ese sentido, efectivamente, no es normal.

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Nota del editor: Ismael Carvallo Robledo es Director General del Espacio Cultural San Lázaro de la Cámara de Diputados. Siguelo en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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