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¿Volveremos a tener izquierda en México?

A México le urge una izquierda real, que impulse agendas progresistas pero, sobre todo, que busque la reivindicación de los grupos sociales más olvidados y marginados.
lun 27 septiembre 2021 10:30 AM
jesús ramírez esquer amlo
El presidente López Obrador se ha identificado a sí mismo como un político de izquierda y a sus opositores como "la derecha".

Hay quienes confunden al actual gobierno como uno de izquierda, tanto para bien como para mal. Algunos detractores lo califican así al criticarlo, y algunos seguidores lo describen así al alabarlo. Pero en realidad, poco o nada tiene la 4T de los principios, ideales y valores de la izquierda real.

Lo más lamentable es que, justo ahora que tanto se necesitaría una fuerza política con agendas y causas de izquierda, es cuando más lejos estamos en México de tenerla.

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En nuestro país, la izquierda se fue desdibujando conforme actores y partidos, supuestamente de izquierda, fueron alcanzando posiciones de poder. Así, se fueron difuminando no solo los principios y valores, sino también los liderazgos de esta corriente.

Por su conformación histórica, el PRI aglutinó por mucho tiempo a los personajes políticos que más cercanos han estado a posiciones progresistas y liberales, y a agendas de derechos y libertades. Incluso, los pocos presidentes que han impulsados estas causas han sido del PRI, como Cárdenas.

Sin embargo, conforme el sistema hegemónico se fue resquebrajando, el PRI vio la salida de muchos de estos actores a lo largo de un periodo no tan corto de tiempo. Particularmente, a partir de los años 60, con el endurecimiento del régimen, comenzó la salida.

Adicionalmente, al margen del sistema, siempre hubo grupos y corrientes que, muchas veces de manera clandestina, promovieron los preceptos y postulados de la izquierda. Muchos acompañados de actores culturales que, por un lado, encaraban al régimen y por el otro convivían con él.

Después del 68, y durante los años 70, el sistema se vio amenazado ante un fenómeno social que no solo pasaba en México, sino que tuvo importantes manifestaciones internacionales como Praga y París. Ante ello, se optó por la mano dura y la represión.

Como respuesta a la insensibilidad gubernamental, surgieron movimientos radicales y violentos que, hábilmente, fueron oprimidos. Sin embargo, la izquierda en general sufrió un gran debilitamiento.

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Aún así, con la reforma política de Reyes Heroles de 1977, se dio cauce institucional por primera vez a lo que quedó de la izquierda después de la represión, y que en realidad eran los remanentes de la verdadera izquierda, la que genuinamente peleaba por la apertura democrática del país.

Desafortunadamente, esa izquierda, representada por partidos tan icónicos como el PSUM y el PCM, poco a poco se fue debilitando conforme fue avanzando en posiciones de liderazgo político.

En los 80, con el éxodo de muchos políticos del PRI para acompañar al Frente Democrático Nacional, pareció que la izquierda tendría una oportunidad real de llegar a verdaderas posiciones de poder e influir en los destinos del país.

Sin embargo, todo fue una charada. El FDN se convirtió en el PRD, a costa del registro de los partidos más emblemáticos de la izquierda, que lo cedieron pensando que por fin habría un movimiento aglutinador que impulsara sus banderas.

Tristemente, el PRD no significó más que una estocada a lo que quedaba de la izquierda real. Lejos de reivindicarla la empezó a corroer y dinamitar.

Conforme fueron accediendo a gubernaturas, a más espacios en el Legislativo, y finalmente a su pináculo que fue la Jefatura del entonces Distrito Federal, comenzaron a replicar el modelo autoritario hegemónico contra el que tanto lucharon.

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Y, cuando hubiera sido clave transitar hacia un gobierno de coaliciones con la caída del PRI en el 2000, el entonces líder Cuauhtémoc Cárdenas mostró su verdadero talante y no lo permitió, dañando seriamente la credibilidad de la izquierda.

Hoy, estamos muy lejos de aquellos años en que la izquierda tenía ruta, visión y convicción. Muy pocos personajes, como la Maestra Ifigenia, Alejandro Encinas o Luciano Concheiro, sobreviven. Otros, como Patricia Olamendi, decidieron dejar la vida pública y seguir en trincheras sociales.

Posiblemente más por hartazgo que por verdadero convencimiento, muchos grupos sociales progresistas y liberales apoyaron en 2018 al hoy Presidente López Obrador, quien nunca dio señales de izquierda. Pero el sistema había caído en el exceso y él parecía ser la única opción.

A 3 años, muchos de esos grupos tienen claro que el Presidente nunca ha tenido postulados progresistas, a pesar de haber invocado la larga lucha de las izquierdas en su discurso de victoria el 2 de julio de 2018 en el Zócalo.

Lejos de estar convencido de esos postulados, ya como Presidente ha vapuleado a todos estos grupos, incluso tachándolos de conservadores neoliberales. La única razón aparente es que amenazan su forma de gobernar al evidenciar sus errores y su lejanía de los derechos y libertades.

Tan claro es su poco convencimiento de la izquierda, que lejos de ayudar a fortalecer y consolidar al PRD, decidió darle la estocada final y crear Morena, con una organización que institucionalizó la división y confrontación para no darle un espacio real.

A México le urge una izquierda real, que realmente impulse agendas progresistas pero, sobre todo, que realmente busque la reivindicación de los grupos sociales más olvidados y marginados.

Pero no para mantenerlos en al atraso por conveniencia política, como lo hace López Obrador. Sino para buscar la manera de ayudarlos a salir adelante y regresar a México la movilidad social que hemos perdido los últimos 30 años.

Ningún partido político, incluido el del Presidente, parece tener esto como prioridad. Todos están más preocupados por comportarse de manera electorera que por hacer un cambio real en el país.

Vamos tarde en lograr una verdadera agenda social en México. Si el sistema político no quiere hacerlo, debemos empezar cada uno desde nuestras trincheras si queremos darle viabilidad al país. ¿Querremos?

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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