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Candidatocidio

La política local es la joya de la corona para los grupos criminales. Y los patrones de violencia indican que cada vez es más raro tener que asesinar a un candidato para controlarlo.
lun 17 mayo 2021 11:59 PM
Candidatocidio Viri Ríos
Esta semana asesinaron a Abel Murrieta, candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Cajeme, Sonora.

Esta semana asesinaron a Abel Murrieta, candidato de Movimiento Ciudadano a alcalde de Cajeme en Sonora. La noticia conmocionó por el alto perfil del asesinato. El candidato fue procurador de Sonora, diputado local, federal y, desde el año pasado, representaba a la familia LeBarón en el caso que busca justicia por la masacre del 2019.

El asesinato de Abel, sin embargo, no es más que uno de los múltiples homicidios políticos que suceden en México cada año que hay elecciones, una pieza más del “candidatocidio” que hemos venido atestiguando en las últimas dos décadas.

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El modus operandi es casi siempre el mismo. Los delincuentes intimidan a los candidatos por medio de cuentas anónimas en redes sociales o mediante mensajes de texto que provienen de números desconocidos. Se les pide que retiren sus aspiraciones o que colaboren. Típicamente esto implica ceder el control de la policía local y los contratos de obra pública. Si no están dispuestos a hacerlo, se les asesina antes de que obtengan oficialmente su registro como candidatos.

El asesinato ocurre antes porque existe menor protección para precandidatos por parte de las autoridades. En la jornada electoral 2021, hasta el 14 de mayo, el 69% de los candidatos asesinados todavía no contaban con el registro oficial. Se han asesinado a 83 políticos.

El “candidatocidio” es un intento deliberado de controlar gobiernos locales y un reflejo de la incapacidad del gobierno por controlar al crimen.

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Los “cárteles de la droga” han dejado de ser organizaciones centradas en el trasiego de drogas a Estados Unidos y se han convertido en redes amplias y desdibujadas de bandas locales que sobreviven, ya no de vender droga, sino de la extorsión y el cobro de piso. Es decir, cobran tributos para permitir la venta de bienes legales (como el limón o el aguacate), negocian la supervivencia de servicios semilegales (como la prostitución y la tala), y proveen servicios de protección al resto de la protección. Este negocio local que alimenta al crimen organizado necesita, sobre todo, de la colaboración de autoridades locales.

Así, la violencia contra candidatos es un espejo de la violencia criminal por el control del territorio.

Por eso, a diferencia de la elección pasada, donde la mayor cantidad de los asesinatos políticos se encontraban concentrados en Guerrero, ahora el epicentro de la violencia política se ha movido a Baja California donde ha habido 5.1 asesinatos políticos por cada 100 cargos de elección en disputa. Esto se explica por cambios en la dinámica del crimen y sus luchas internas.

Sin embargo, lo más revelador del “candidatocidio” es algo que poco se está discutiendo: el hecho de que, salvo contadas excepciones, es cada vez menos necesario para los grupos criminales asesinar candidatos para controlar el territorio.

Cada vez hay menos asesinatos de políticos porque ya ni es necesario. Los políticos locales se han doblegado.

#QuéPasóCon... la violencia en elecciones?

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En 2021 ha habido 19% menos asesinatos de políticos que los observados durante el mismo periodo de 2018. La reducción es aún más significativa si se considera que en 2018 estuvieron en juego solo 3,400 cargos de elección popular, una sexta parte de los 21 mil cargos que están en juego actualmente. Es decir, en términos proporcionales estaríamos observando una elección con tasas de violencia letal 87% menores que en 2018.

Habrá quien diga que la reducción en el asesinato de candidatos refleja la disminución general de la violencia. No es así, de 2018 a 2021 la violencia criminal ha aumentado en 11%.

El que los candidatos locales sean asesinados cada vez menos se debe a una triste y tremenda realidad: a que en muchas partes del país, un político local ya no tiene la capacidad de negarse a colaborar con el crimen organizado.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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