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Ya no estamos en los 90, hay que adaptarse

Pareciera que estamos reviendo lo que durante seis años vivimos ya en México a partir de 2018.
lun 07 abril 2025 05:06 AM
Trump anuncia aranceles de % a los autos, un golpe para el sector automotriz
A pesar de que llevamos ya prácticamente tres meses desde la toma de protesta de Trump, y el inicio de las medidas, hay quienes siguen pensando que, si tan solo alguien le diera bien los datos y le explicara las consecuencias, recularía, apunta Don Porfirio Salinas.

Hay mucho desconcierto y enojo en algunos círculos por lo que está haciendo Donald Trump en materia comercial y económica.

La reacción de muchos en estos círculos ha sido de señalar de manera alarmante lo contraproducente de las medidas, y de esgrimir argumentaciones técnicas y datos duros sobre el perjuicio al T-MEC, la inflación que habrá en Estados Unidos, la caída de mercados, entre muchos otros aspectos.

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A pesar de que llevamos ya prácticamente tres meses desde la toma de protesta de Trump, y el inicio de las medidas, hay quienes siguen pensando que, si tan solo alguien le diera bien los datos y le explicara las consecuencias, recularía. O que los mercados lo harán entrar en razón.

Hay quienes incluso empiezan a argumentar que se está erosionando su base social de apoyo al ser los más directamente impactados por sus medidas, a través de precios más altos y menos abasto de muchos productos. Los datos demoscópicos no sustentan esta aseveración.

Pareciera que estamos reviendo lo que durante seis años vivimos ya en México a partir de 2018. Con AMLO, era clara la insensatez de muchas de sus medidas más importantes de gobierno. Y el impacto tan negativo que tendrían para la economía mexicana y, por tanto, para sus votantes.

Durante el sexenio de AMLO mucho se especulaba de que nadie le explicaba al presidente las consecuencias de sus decisiones, y que ante los daños económicos tan evidentes tendría que cambiar o, al menos, perdería apoyo social importante.

Desde la oposición, nunca se logró (ni se ha logrado) articular un discurso sólido, pero sobre todo creíble y legítimo, que permeara ante la población. Igual que ahora en Estados Unidos a los demócratas no logran vislumbrar cómo hacer frente a lo que está haciendo su presidente.

Al parecer no estamos entendiendo el contexto actual. No estamos comprendiendo que estamos ante un cambio significativo de era. Una nueva clase política con una nueva manera de hacer política. Un nuevo paradigma muy distinto a lo que estuvimos acostumbrados.

Y este cambio no es único de México o de Estados Unidos, ni es nuevo. Es un cambio que vemos en todas las latitudes, independientemente de la ideología que gobierne. Se están desvaneciendo las convergencias y los puntos medios, ante ideas radicales y absolutistas. Populismo, sí, pero visiblemente emocional.

Los pseudo liderazgos que hoy vemos en la política no están basados en ideologías de izquierda o de derecha, ni en visiones estadistas. Se basan en objetivos electoreros y en aprovechar los resentimientos sociales, el enojo y el hartazgo para beneficio político propio.

Hoy no se trata de lograr un entorno económico estable, ni de alcanzar un pacto social de equidad y justicia, ni en buscar la mejoría de las condiciones de vida para las sociedades.

Aunque esos sean componentes del discurso público actual, pasan a segundo plano ante el discurso emocional que explota el coraje de quienes han quedado rezagados, y la sed de venganza ante quienes prosperaron, culpando a éstos de haberse aprovechado.

Lamentablemente, este discurso tiene mucho sustento. Si bien durante las últimas décadas se tuvieron logros económicos importantes, es cierto también que en muchos casos fue a costa de generar verdaderas condiciones de desarrollo, bienestar y movilidad social.

Hay muchos grupos sociales que fueron olvidados, y que en números son bastante más grandes que desde posiciones de privilegio o de toma de decisión impulsaron políticas públicas que terminaron ensanchando las diferencias sociales.

Son esos grupos olvidados los que hoy encumbran a los pseudo liderazgos que tenemos. Y no por una convicción de que los ayudarán a mejorar. Sino por la idea de que los reivindicarán, afectando a quienes las últimas décadas se beneficiaron.

La democracia tuvo muchas falencias. Incluso en Estados Unidos, que tanto se vanaglorió de ser la democracia más grande del mundo. Pero que, en realidad, desde su propia legislación, dista mucho de ser un sistema auténticamente democrático.

Ya no estamos en los años 90, cuando la tecnocracia tenía un peso importante y las decisiones públicas conllevaban análisis y sustento.

Debemos entender que el mundo ha cambiado, y lo que hoy hace Estados Unidos con el sistema global es la muestra máxima de que el paradigma que teníamos hace mucho que dejó de existir. Este tipo de cambios tan profundos nunca son de un día para otro.

El problema es que ignoramos todas las señales durante el primer cuarto de este Siglo XXI. No quisimos ver que el llamado sistema había entrado en una suerte de implosión. Preferimos cegarnos ante esta realidad, pensando que en algún momento se arreglaría sola.

Hoy podemos ver que no fue es así. Realmente, nunca se arreglan solos este tipo de problemas. Pero pretender regresar al mundo que tuvimos es una mera ilusión. Una ingenuidad. Hoy, ante un cambio tan profundo, debemos aprender rápido a adaptarnos, y a trabajar por regresar un poco el péndulo.

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La crisis que hoy vivimos, no solo en Estados Unidos y México, sino en todo el mundo, fue por inacción. Por omisión. Por alejarnos totalmente de la sociedad y dejar de escucharla, argumentando que las minorías y élites gobernantes sabían mejor lo que la gente necesitaba.

El precio que estamos pagando es que hoy ya no son tiempos de sentido común, ni de sentido económico. Como lo fueron los años 90.

Aplicando esto a México y la controversia con Estados Unidos, es importante entender que el T-MEC ya dejó de ser como lo conocíamos. Y entender, además, que de hecho el T-MEC fue una primera gran señal del cambio de era, modificando lo que el TLCAN había representado.

En esta coyuntura, hay que actuar con sentido de supervivencia, no de nostalgia, y asegurar que quedemos mejor parados que el resto del mundo. Debemos abordar la nueva realidad.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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