“En mi gobierno no va a haber nepotismo” reiteraba Andrés Manuel López Obrador desde hace quince años. Ya entonces sus palabras reverberaban ante un México dolido por décadas de corrupción en manos de familias políticas enquistadas en los partidos políticos tradicionales. Su carrera política se hizo en gran medida a partir de llamar a cuentas los favoritismos y nepotismos comunes en la política mexicana.
En 2018, México votó por ese López Obrador. Su elección fue un rechazo masivo contra el nepotismo como “una lacra de la política” y contra el influyentismo como característica del capitalismo mexicano.
Pero ese López Obrador se ha desvanecido. Dejó de existir.