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La economía política mexicana en tiempos de Sheinbaum

El gobierno de AMLO no significó un cambio profundo en la configuración de la economía política de México. Por el contrario, el expresidente mantuvo los principales rasgos del neoliberalismo mexicano.
mar 08 octubre 2024 06:05 AM
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Al no ofrecer servicios públicos de calidad, sino dinero en efectivo, la política social de López Obrador y Sheinbaum no implica una mejora sustantiva (aunque sí relativa) en la calidad de vida de las personas de la clase trabajadora, señala Jacques Coste.

¿El gobierno de López Obrador representó un cambio profundo en la economía política de México? En caso de ser así, ¿Sheinbaum profundizará esa transformación? ¿Cómo? ¿Con qué mecanismos? En el contexto del cambio de régimen político, ¿quiénes serán los principales agentes económicos? ¿Cómo ha cambiado y en qué dirección seguirá moviéndose la relación entre el capital y el trabajo, así como la relación entre el gobierno, los capitalistas (el gran empresariado) y los trabajadores? ¿Y qué hay de la tierra? ¿Quiénes son los dueños, para que la explotan y a quién beneficia esa explotación? Finalmente, ¿cuáles son los principales motores de la economía mexicana y cuál es el papel del Estado en la conducción de la economía nacional? Por falta de espacio, no entraré en reflexiones detalladas en torno a cada pregunta; sólo esbozaré trazos de brocha gorda para detonar el debate.

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Me parece que el gobierno de López Obrador no significó un cambio profundo en la configuración de la economía política de México. Por el contrario, el expresidente mantuvo los principales rasgos del neoliberalismo mexicano: una vocación exportadora de la economía nacional, un Estado poco intervencionista sin política industrial, un fuerte vínculo con la economía estadounidense (por medio del T-MEC, pero también por las remesas), programas sociales que no buscan reducir la desigualdad sino administrar y aliviar la pobreza, una política económica-fiscal ortodoxa y conservadora, y un nivel de recaudación paupérrimo. En suma, no hubo un cambio de fondo en la matriz productiva de México ni una transformación sustancial de la relación entre los diferentes factores de producción o entre éstos y el Estado.

Eso sí, por supuesto, hubo algunos ajustes importantes, sobre todo el aumento constante del salario mínimo que pasó de 102 pesos en 2019 a 248 pesos diarios en 2024, un incremento de más de 100%. Además, el gobierno promovió otras mejoras para los trabajadores, como la Ley de Vacaciones Dignas y la Ley Silla. Sin embargo, cabe aclarar que muchas de estas iniciativas laboristas surgieron de Movimiento Ciudadano, aunque Morena terminó por apropiárselas y apoyarlas. Como sea, lo importante es que hubo una mejora significativa para la clase trabajadora y un empoderamiento modesto del trabajo sobre el capital.

Digo empoderamiento modesto porque no observo un gobierno que promueve el sindicalismo y lo respalda. El discurso López Obrador y Sheinbaum empodera a un sujeto político abstracto llamado “pueblo”, compuesto principalmente por las clases populares de México, pero no empodera a la clase trabajadora en tanto clase trabajadora: es decir, a los obreros sobre los dueños del capital. Además, al no ofrecer servicios públicos de calidad, sino dinero en efectivo, la política social de López Obrador y Sheinbaum tampoco implica una mejora sustantiva (aunque sí relativa) en la calidad de vida de las personas de la clase trabajadora.

En cuanto a la relación del gobierno con el gran empresariado, López Obrador buscó dejar claro quién mandaba desde el inicio de su gobierno con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, por medio de la suspensión de la inversión de Constellation Brands en Mexicali y mediante el reforzamiento del cobro de impuestos a grandes contribuyentes y la reducción de las condonaciones y las evasiones fiscales.

No obstante, al mismo tiempo, el presidente mantuvo una relación cercana con varios de los oligarcas mexicanos. Sheinbaum ha dado muestras de que seguirá un camino parecido: mandar mensajes del poder gubernamental al empresariado, pero simultáneamente atraer a la coalición gobernante a miembros importantes del sector privado nacional y no buscar ningún tipo de política redistributiva.

El resultado de esta posición de AMLO y Sheinbaum ha sido ambivalente. Por una parte, ha producido una relación tensa y confusa entre los empresarios y el gobierno, junto con un empoderamiento discursivo del Estado frente al capital. Por otra parte, sin embargo, en el terreno material, los grandes oligarcas de toda la vida siguen aumentando sus fortunas y beneficiándose de su relación cercana con el gobierno.

Cito extensamente una nota de Expansión al respecto: “Durante los seis años de gobierno de AMLO, la riqueza de los cinco multimillonarios más ricos de México creció el doble que la de sus pares latinoamericanos, de acuerdo con un ranking de Bloomberg. Personajes como Carlos Slim y Germán Larrea han visto un aumento exponencial en sus fortunas. Y, de hecho, las dos personas más acaudaladas del país han visto crecer su riqueza en más de 79,000 millones de dólares, según dicho índice, entre diciembre de 2018 y marzo de 2024”.

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Concluyo con dos cambios importantes en la economía política mexicana, que he tratado con más detalle en otros textos: primero, el surgimiento de una élite empresarial-militar, un agente económico cada vez más poderoso e importante; segundo, la expansión territorial del crimen organizado, que ha instalado esquemas de economía extractiva en vastas regiones del país. Digo extractiva en tres sentidos: por un lado, en cuanto a la extracción de recursos naturales en el territorio (por ejemplo, minería, tala de árboles, agricultura); por otro lado, la extracción de las economías locales por medio de distintos esquemas de extorsión, cobro de impuestos informales y regulación violenta de las actividades productivas; y en un tercer frente, la extracción del trabajo de miles de personas de las clases populares por medio del reclutamiento forzado, la amenaza, el abuso y la coerción.

Nota del autor: Agradezco ampliamente a Esteban Olhovich por detonar esta conversación e incentivar el debate con honestidad intelectual y argumentos.

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Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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