Pensar en la permanencia de los grupos actuales, como perfila Marko en el PAN, o peor aún de indebida reelección como busca Alito, es seguir cavando la tumba de los partidos y retrasando lo que ya por 6 años se ha pospuesto, que es cortar el cáncer de cada partido de raíz.
A la par, es indispensable una depuración de fondo de cada partido, con un proceso público de expulsión de quienes más daño han hecho, tanto en imagen como en la vida interna, empezando por los personajes de más alto perfil.
Hay que empezar por los actuales dirigentes nacionales, ex presidentes de la República, ex funcionarios de alto nivel, e incluso por quienes pronto accederán a cargos legislativos pero que fueron impuestos por amiguismo, y cuyas lealtades son quienes hoy cooptan a cada partido.
Lo que sigue es un reconocimiento público, de cara a la sociedad, de los errores y omisiones cometidos no solo estos 6 años, sino en el tiempo previo que construyó las condiciones para 2018.
Reconocer, y disculparse, tanto de los excesos de los dos partidos como de sus gobiernos. Pero al mismo tiempo comprometerse a fincar las responsabilidades que sean necesarias al interior.
De la mano de este reconocimiento, detonar un proceso de apertura a la sociedad civil. Foros públicos de discusión en los que se escucharán los reclamos y críticas de la gente. Un ejercicio en todo el país tanto con públicos cercanos como contrarios, representativos de la población.
Un diálogo con sectores populares, clases medias, academia, sectores productivos, en el que se escuche por qué la ciudadanía está tan distanciada y decepcionada de los partidos, y las propuestas de cómo reconectar y trabajar juntos para mejorar los partidos y recuperar confianza y legitimidad.
A la par, llevar un proceso de discusión interna en cada partido, para escuchar de sus militancias lo que los ha afectado y cómo ellos han vivido esta debacle de sus partidos.
Derivado de ese diálogo abierto y de la discusión interna, iniciar un proceso de reforma y refundación de afuera hacia adentro, no de imposición de las cúpulas como se solía hacer. Una reforma que considere la realidad del país, las propuestas y necesidades sociales, y la reflexión de las militancias.
México no puede darse el lujo de partidos tan endebles y corrompidos. A nadie le conviene un sistema de partidos en letargo; es la base es la base para un sistema político débil, y un sistema democrático en crisis. Hoy, les corresponde al PRI y PAN estar a la atura de la realidad histórica actual. Esperemos que por fin lo entiendan, y actúen en consecuencia.
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