Sólo es profundizar aún más la polarización, el encono y la discriminación que han caracterizado al país, por quienes tanto se lo criticaron al presidente.
Acusar al INE y a la ciudadanía que responsablemente participó en las elecciones de trampa, es replicar la actitud de 2006, de la que tan amargamente se quejaron. Sólo que, en 2006, la diferencia fue 0.6%; ahora, es prácticamente 30%. No hay punto de comparación.
Claro que hubo intervención gubernamental, como en todas las elecciones, solo que más efectiva. Pero lo más determinante para el resultado electoral fue la evidente incapacidad del Frente, y muchos comentócratas que los apoyaron, de ver la realidad y de entender el mensaje de 2018.
No hubo fraude, hubo una sucesión de seis años acciones y errores que fueron pavimentando el camino a la pérdida. Y una ceguera colectiva entre esos grupos, políticos y sociales, que creyeron los errores del presidente automáticamente encubrían los errores propios y de los gobiernos anteriores.
El primer gran error, el más determinante, fue la total ausencia de autocrítica y reflexión en 2018, tanto en partidos como en empresariado y sociedad civil "organizada". Nunca quisieron entender o aceptar su deslegitimación social, ante la altísima legitimidad de AMLO.
Los partidos, lejos de resolver sus problemáticas estructurales, fueron cooptados por los peores grupos dirigentes en su historia; los más ambiciosos, los menos interesados en su partido y en el país. Los más individualistas y mezquinos.
Con este tipo de dirigencias fue que caminaron PRI y PAN todo el sexenio, alejándose cada vez más de una conducción democrática interna, y marginando a todo aquel militante o simpatizante que no estuviera de acuerdo con sus imposiciones regresivas.
Otro gran error fue la alianza antinatura que decidieron emprender para las elecciones de 2021. En este espacio se dijo en muchas ocasiones que era la peor decisión estratégica que podían tomar PRI y PAN. Fue sentar las bases para el suicidio colectivo del pasado 2 de junio.
En 2021, muchos “intelectuales”, comentócratas y representantes empresariales festinaron esta ilógica alianza, presentándola como la única opción ante la 4T. Y sí, se vieron muy cómodos y contentos con esos dirigentes turbios y corruptos del PRI y el PAN.
Claramente nunca vieron los números. En las encuestas de 2021, los partidos de la 4T medidos de manera individual valían exactamente lo mismo que en alianza, como 50%. Los de oposición medidos en alianza perdían 9 a 10% respecto de su valor en lo individual, cercano a 40%.
En esas elecciones intermedias, las dinámicas locales de voto se estaban recomponiendo, y se veía muy factible reducir la mayoría de la 4T, incluso al grado de quitársela. La alianza eliminó esa posibilidad por sus malos cálculos.
Y era obvio, la alianza antinatura solo confirmaba en el imaginario colectivo lo que por tantos años dijo AMLO; la idea de la mafia en el poder y del prianismo.
Lamentablemente se volvió inevitable llegar al proceso de 2024 con esa alianza suicida dado que seguían los mismos dirigentes, y sus porras de comentócratas y algunos del sector empresarial.
Y con ello, llega el siguiente gran error del Frente, que fue el proceso de selección interna a la candidatura presidencial. Proceso que terminó en imposición, en lugar de selección democrática.
A pesar de sus errores, el Frente tuvo la posibilidad de una candidatura de altura. Que entiende a los partidos y sus militancias, con prestigio, con talante y legitimidad para poner orden interno, para limitar la influencia de agentes externos. Conocedora de la realidad social, con base propia, que entiende y anticipa el pensar del presidente. Y sobre todo, una estadista con visión de país.
Esa opción era Beatriz Paredes, pero los tres patriarcas le tuvieron miedo. Alito temió perder control del PRI, Marko temió perder poder de negociación, y Claudio X temió volverse aún más irrelevante. Beatriz sí iba a poner orden en la estrategia, en los términos y en la selección de candidaturas.