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OPINIÓN: La profunda crisis de los partidos políticos

Los partidos han renunciado a sus identidades, a sus ideologías, a sus principios y valores, y a su función democrática, opina Don Porfirio Salinas.
mar 26 junio 2018 09:05 AM
Crisis de partidos políticos
Ante el contexto de gobernabilidad Los partidos deberían ser espacios de diálogo, aglutinadores de diferentes visiones, y canales de desahogo para las diferentes expresiones sociales, señala Don Porfirio Salinas. (Foto: woolzian/Getty Images/iStockphoto)

Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al régimen actual, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(ADNPolítico) – Hoy se vive una clara crisis de los partidos políticos que ha generado un alto nivel de desconfianza en la sociedad. Una de las principales razones es la preocupante desconexión entre los partidos y la ciudadanía, que se ha hecho evidente en momentos tan importantes como los procesos electorales locales de los últimos tres años, así como en el actual proceso presidencial.

La crisis es más visible en los partidos tradicionales, permitiendo la rápida llegada de partidos pequeños y de candidatos independientes; y propiciando la búsqueda de candidatos “ciudadanos” o externos en los partidos.

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Esta situación es a nivel internacional. En España se publicó una importante encuesta en la que Ciudadanos y Podemos, movimientos de reciente creación, desplazaron a los históricos PP y PSOE en intención de voto. En Francia, Macron ganó con un partido nuevo, opacando a los partidos y políticos de larga data. Y en Estados Unidos, el sistema bipartidista por excelencia, los partidos Demócrata y Republicano atraviesan por su mayor crisis, con una proliferación de alas radicales internas por la irrupción de personajes externos acaparando sus candidaturas.

En México, este distanciamiento y desconfianza en buena medida se deben a un hartazgo social ante lo que pareciera ser cada vez más notorio y descuidado: excesos de políticos en todos los niveles de gobierno, casos de corrupción extrema cada vez más públicos, discursos más radicales y de polarización, y condiciones económicas y sociales más adversas para la población.

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Pero también hay una dinámica particular en México que se viene dando los últimos 20 años: el rol del Presidente de la República en el debilitamiento del Partido que lo llevó al Poder. El primer punto de quiebre es con Ernesto Zedillo y su “sana distancia” del PRI, operando incluso en la elección presidencial de 2000 para la “alternancia”.

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El caso de Vicente Fox fue más por omisión, era tanta su incapacidad de mantener control sobre las cosas, que el PAN se debilitó. Felipe Calderón sí es otro punto claro de quiebre, ya que él sí tomó las riendas del PAN, imponiéndole presidentes nacionales a modo, desconocedores del partido, con la consigna de dividir marginando a los grupos adversos a él.

El que se lleva las palmas es Enrique Peña Nieto. No solo dinamitó al PRI desde el primer día de su gobierno, marginando al priismo de cepa e imponiendo candidatos y dirigentes no priistas. Además, desmembró al PAN y al PRD con el famoso Pacto por México. Un Pacto que, lejos de ser un ejercicio democrático, fue una estrategia de cooptación de las cúpulas partidistas a base de billetazos y prebendas, generando una abierta confrontación con las bases y militancias, que terminaron por deshacer al PRD y mermar significativamente al PAN.

Las consecuencias de este debilitamiento de los partidos políticos tradicionales son demasiado riesgosas. En el contexto de crisis de gobernabilidad democrática en la que nos han sumido los dos últimos sexenios, con los altos niveles de corrupción e impunidad, la severa crisis de inseguridad y violencia, y la creciente polarización social derivada en encono, los partidos deberían ser espacios de diálogo, aglutinadores de diferentes visiones, y canales de desahogo para las diferentes expresiones sociales. Hoy, son todo lo contrario.

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Los partidos han renunciado a sus identidades, a sus ideologías, a sus principios y valores, y a su función democrática.

Es urgente recuperar un sistema fuerte de partidos que se adapte a la nueva realidad, que sepa convivir con la figura de Independientes y con las nuevas formas de participación ciudadana. Que sea capaz de comunicarse con la sociedad bajo sus nuevos códigos y formas. Un sistema de partidos en donde esté muy claro que siempre el país y la gobernabilidad democrática deben estar por encima de la disciplina y lealtad partidista. Un sistema de partidos abiertos al debate público con todos los sectores de la sociedad, con discursos que sean congruentes con su actuar.

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Solo así, con partidos sólidos, podremos revertir la crisis de imagen que hoy tienen, la desconfianza social que hay en ellos, y la crisis de gobernabilidad que estamos atravesando.

En una próxima entrega exploraremos algunas reflexiones sobre lo que deberían ser los partidos políticos del Siglo XXI, particularmente el PRI.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Voces

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