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El mayor vacío político de la historia reciente

Estamos ante la elección más lamentable en décadas.
lun 22 enero 2024 06:04 AM
AMLO
Durante estos cinco años de gobierno, no hubo el menor intento por recomponer al sistema político; al contrario, el denominador común ha sido profundizar la crisis, apunta Don Porfirio Salinas.

Estamos viviendo lo que probablemente sea el momento de mayor vacío político en la historia reciente de México.

Si bien las condiciones sociales actuales son muy distintas, este vacío político que hoy vivimos se compara con el de los tiempos inmediatamente posteriores al a Revolución; o con las difíciles décadas entre la Independencia y la Reforma.

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Ambas etapas históricas estuvieron caracterizadas por la inestabilidad política, derivada de las pugnas entre muchos grupos que solo buscaban intereses particulares; sin un liderazgo contundente con visión de país, que permitiera aglutinar y cohesionar a la clase política y a la sociedad.

La sociedad estaba profundamente dividida; más aún, pulverizada entre muchas facciones y segmentos. No fue sino hasta el régimen nacional revolucionario, con el entonces PNR, que se empezó a generar una identidad en la sociedad mexicana, una visión conjunta que acercara a todos.

Lamentablemente, el vacío político que hoy vivimos deriva de cambios sociales que no supieron entender los políticos. Pero también de un mal entendimiento de quienes tanto impulsaron la alternancia una vez que llegaron al poder en el 2000.

A partir de esa primera alternancia, y de la apresurada competencia electoral corrompida por los presidentes subsecuentes y sus grupos, las alternancias en México fueron desdibujando los logros democráticos iniciados a fines de los años 70, y desvirtuando a los actores políticos.

Las prioridades de los tres presidentes previos al actual, encaminadas en los abusos, los excesos, el cinismo y la corrupción, desgajaron la estabilidad del sistema político y de partidos; generando una crisis aún mayor con los afanes retrógradas y autoritarios del actual presidente.

El cambio generacional en la política a lo largo de los primeros 15 años de este siglo, fue un proceso sin orden ni cuidado, que enalteció a una nueva clase política carente de principios, sin vocación de servicio ni ideales, personales o partidistas, que dinamitó la función pública y los partidos políticos.

La principal representación de esta crisis política se vio en los sexenios de Calderón y Peña, con los escándalos más grandes de corrupción y prebendas, y la intensificación de la división y polarización social.

Esas condiciones provocaron un hartazgo y enojo social no visto, al menos, desde las décadas de los 60 y 70. El sentimiento antisistema permitió que un actor mesiánico, que por años había denunciado esas realidades, regresara con una fuerza electoral no vista desde las mejores épocas hegemónicas.

Con un claro discurso social, ausente totalmente en 2018, López Obrador explotó los rencores sociales y los ánimos de venganza derivados de la profunda desigualdad social que tanto impulsaron los dos gobiernos anteriores. Sin embargo, no hizo nada por cambiar esas realidades, al contrario.

Durante estos cinco años de gobierno, no hubo el menor intento por recomponer al sistema político; al contrario, el denominador común ha sido profundizar la crisis. No se crearon cuadros de nivel, no se buscó volver a prestigiar a la política, solo usarla a conveniencia, igual que los de antes.

Desde la oposición, lejos de buscar cómo limpiar su imagen y revertir su profunda deslegitimación, se dedicaron a enraizar aún más todos aquellos vicios que los llevaron a perder estrepitosamente en 2018. Marginaron a los pocos personajes y grupos de nivel, dejando a los peores liderazgos.

Las presidencias de Alito en el PRI y Marko en el PAN fueron vaciando a ambos partidos de lo poco medianamente bueno que quedaba, para imponer a sus cercanos, aquellos que les aseguraran mantener sus intereses individuales. Sin el menor interés por el país.

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Esta realidad tuvo sus consecuencias en las contiendas del oficialismo y la oposición para la selección de sus candidaturas presidenciales. Ambos, procesos desaseados y teledirigidos para imponer candidaturas, no para buscar los mejores personajes.

Así, quedamos con la candidata oficial, abiertamente impuesta por el presidente. Y con la candidata del Frente, visiblemente impuesta por Alito, Marko y Claudio, el pseudo empresario que cree saber de política.

Movimiento Ciudadano vivió un proceso distinto, pero no menos antidemocrático. Buscando imponer a la peor clase política que tenemos hoy, representada por Samuel García. Al no funcionar, lejos de hacer un proceso, aunque fuera de mentiras, fue el propio Samuel quien anunció al candidato presidencial, muy cercano al dirigente de MC, Dante Delgado.

Hoy tenemos a tres candidaturas presidenciales igual de mediocres, e igual de vacías de ideas. Tres personas que lejos de inspirar a la ciudadanía y buscar mejorar al así, están representando los intereses de sus titiriteros, y bajando aún más el nivel de debate político en México.

Tenemos, también, a presidentes de partidos profundamente cuestionados. No solo Alito y Marko, conocidos por sus bajezas; también Mario Delgado en Morena, conocido por su estrategia de traicionar y mentir para trepar; y Dante en MC, viejo lobo de mar, conocido por su personalismo.

Y un presidente que es un gran líder social, pero que está muy lejos de ser un líder político, creador de cuadro e instituciones. Su éxito radica en dividir para mantenerse como único decisor.

Los cierres de precampaña evidencian este vacío de cuadros de altura. Los tres con discursos mediocres, pendencieros y totalmente lejanos de la sociedad. Sin ideas, sin visión de país.

Además, el enquistamiento de personajes medianos, en todos los partidos, buscando revancha; más el regreso de personajes funestos como Anaya.

Muy pocas son las noticias positivas, como el posible regreso de Manlio Fabio Beltrones, o de Lorena Martínez de Aguascalientes; o la incursión nacional de Colosio, aunque se pierda con Samuel.

Estamos ante la elección más lamentable en décadas. De los tres no se hace uno. La perspectiva, con cualquiera que gane, es de continuar la mediocridad de los últimos 24 años, y profundizar las problemáticas del país. Como sociedad, urge preguntarnos por qué lo permitimos y cómo cambiar.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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