“Y hoy propone encapsular la 4T en una secretaría, como si no fuera un modelo completo de gobierno, y de Estado. No descalifico su trabajo, su capacidad y su preparación como servidor público. Pero esta contienda interna, aún en los pocos días que lleva, nos está dejando ver que conducir un proyecto de nación de la mano de las mayorías no es tarea para cualquiera”.
Yo le preguntaría a Vázquez-Rojas si, de verdad, decir una ocurrencia como ésa es no conocer el proyecto del presidente. Para mí, por el contrario, lo que hizo Ebrard es algo muy similar a lo que hace constantemente el presidente: crear organismos con nombres grandilocuentes que sirven de poco a sus causas —como el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado— o son fachadas para un propósito ilegal, irregular o inconfesable —como los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación—.
Además, Vázquez-Rojas sostiene que la “cuarta transformación” es un “modelo de gobierno y de Estado”. Le pregunto, entonces, cuáles son los pilares, los fundamentos o los principios de ese modelo, más allá de los dichos que el presidente repite una y otra vez. Si esas recetas facilonas bastan para construir un modelo de gobierno y de Estado, entonces todos los antecesores de López Obrador fueron grandísimos estadistas, que propusieron su propio modelo.
López Obrador prometió traer un cambio profundo a la realidad política y social del país: la “cuarta transformación de la vida pública nacional”. La cruda realidad es que ese cambio profundo no ha llegado.
Los obradoristas recalcitrantes pintan cada acto de gobierno del presidente como un hito histórico, como un paso más hacia esa transformación. Los opositores más férreos sostienen que el país está en una auténtica debacle y que cada decisión gubernamental nos acerca más al precipicio.
La terca realidad siempre se impone: el país ha cambiado mucho menos de lo que quisieran el presidente y sus seguidores en estos años. El sistema educativo sigue siendo un fiasco, la salud pública ha empeorado significativamente, la inseguridad y la violencia siguen en niveles tan altos que hablar de ligeras reducciones es absurdo, la economía no se ha caído pero tampoco presenta niveles extraordinarios de crecimiento y así podríamos continuar con otras esferas de gobierno.
Ya me he ocupado de los opositores en otros textos. En este momento, me centraré en los obradoristas duros, pues me parece preocupante que realmente piensen que el proyecto del presidente López Obrador guiará al país hacia una transformación histórica y, por tanto, su sucesor o sucesora debe limitarse a continuar con las prioridades de gobierno de AMLO: programas sociales universales, obras de infraestructura, militarización, recortes al aparato burocrático, un modelo de gestión vertical y poco más que eso.