Cabe aclarar que previamente el secretario de Seguridad de Tamaulipas declaró ante los medios de comunicación que los presuntos narcotraficantes habían muerto en un enfrentamiento. Por tanto, en un primer momento, los soldados tuvieron éxito al encubrir sus atrocidades. Si no hubiese sido por la acción de la prensa internacional, este crimen hubiera quedado impune.
Esto obliga a plantearnos varias preguntas incómodas. Primero, siguiendo a Jacobo Dayán: ¿cuántos enfrentamientos reportados por el Ejército, la Marina y, ahora, la Guardia Nacional en realidad son ejecuciones extrajudiciales? ¿Cuántas ejecuciones extrajudiciales han ocurrido en casi dos décadas de militarización de la seguridad pública? ¿Hay manera de saberlo si, como lo han demostrado los casos de Nuevo Laredo, Tlatlaya y otros (como el de los estudiantes del Tec de Monterrey), los perpetradores hacen un esfuerzo consciente por encubrir sus atrocidades y los medios, en muchas ocasiones, se compran la versión oficial?
¿Se trata de casos aislados (de “manzanas podridas”) o, más bien, el modus operandi de las Fuerzas Armadas es fingir que las “bajas civiles” son producto de enfrentamientos y no de ajusticiamientos? Es decir, ¿se trata de crímenes particulares o se puede hablar de una práctica sistemática en la participación de los cuerpos castrenses en labores de seguridad pública?
¿Por qué la Sedena no hizo nada en contra de los soldados hasta que la prensa difundió la matanza? ¿Acaso la Secretaría defiende o encubre a los perpetradores salvo si éstos enfrentan el escrutinio público?
En cuanto a la labor de los medios de comunicación, ¿por qué la prensa internacional —y no nacional— difundió los hechos? ¿Fue casualidad o el periodismo nacional tiene miedo de investigar al Ejército? ¿O acaso la prensa mexicana enfrenta restricciones y obstáculos más grandes de los que pensamos al reportear la acción de las Fuerzas Armadas en el sexenio en que éstas se han empoderado como nunca antes?
Cabe recordar que las ejecuciones extrajudiciales se perpetraron en Nuevo Laredo, misma ciudad en que un grupo de militares abrió fuego injustificadamente contra la población civil hace apenas unos meses. ¿Acaso las Fuerzas Armadas están rebasadas en esta ciudad? ¿Acaso el clima bélico es tal que los soldados recurren a la brutalidad para hacer valer su poder? ¿Acaso hay una autoridad regional permisiva con estas prácticas en la zona?
Cada una de estas interrogantes ameritaría un profundo ejercicio de reflexión, investigación y discusión, el cual escapa a los alcances de este texto. Sin embargo, para encuadrar este debate, vale la pena leer el ensayo “Zacatecas: la zona del silencio” de Claudio Lomnitz en la revista Nexos.