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¿Quién representa al silencio?

Para vencer al silencio, los partidos no solamente tienen que mejorar su retórica y sus campañas. El discurso es importante, pero la cuestión es más profunda que un problema de narrativas y mensajes.
mié 07 junio 2023 09:05 AM
¿Quién representa al silencio?
'¿Quién representa al silencio, a ese sector amplísimo de la población que no se está saliendo a votar y que no se siente atraído por opción política alguna?', destaca Jacques Coste.

Si uno lee la prensa en estos días, encontrará una enorme cantidad de reflexiones sobre los resultados electorales del Estado de México y Coahuila. Cada quien interpreta los números según le convenga. Es normal, así ocurre en México y en cualquier otra democracia luego de las elecciones.

Ya habrá tiempo de discutir los acomodos y reacomodos políticos rumbo a los comicios de 2024, pero ahora me interesa centrarme en un debate crucial para entender nuestra actualidad política: ¿qué explica la alta tasa de abstencionismo? O como lo planteó con agudeza Hugo Garciamarín en su columna : ¿quién representa al silencio, a ese sector amplísimo de la población que no se está saliendo a votar y que no se siente atraído por opción política alguna?

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Es alarmante el grado de incomprensión sobre este fenómeno y las interpretaciones simplonas al respecto que imperan en la discusión pública.

Por un lado, los partidos de la alianza Va por México y sus simpatizantes argumentan que el factor que marcó la diferencia entre Coahuila y el Estado de México fue la tasa de participación. En Coahuila, la participación rondó el 55%, mientras que en el Estado de México fue de alrededor de 49%. De acuerdo con la oposición, si más gente hubiese participado en el Estado de México, Alejandra del Moral hubiera ganado.

Varios líderes de la oposición han deslizado críticas contra los ciudadanos que no salieron a votar y, de manera velada, culpan al abstencionismo de su derrota electoral en el Estado de México.

Es cierto que la participación es un factor fundamental para explicar los resultados electorales y también es verdad que, en muchas ocasiones, una mayor participación tiende a favorecer a las oposiciones.

Sin embargo, los argumentos de la oposición son endebles, pues parten de la premisa de que los abstencionistas son, en el fondo, opositores a López Obrador, por lo que sólo hace falta un empujoncito para que salgan a votar en su contra. En otras palabras, piensan que el abstencionismo es una manifestación de oposición al gobierno y que quien no sale a votar siente un grado mayor de simpatía (o un menor nivel de repulsión) por la oposición que por el obradorismo.

Por otro lado, López Obrador y sus partidarios recurren constantemente al supuesto apoyo casi unánime del “pueblo” a su “movimiento” como fuente de legitimidad de todas sus acciones y decisiones. Esto también es cuestionable: si bien Morena es el partido con mejor imagen entre el electorado y el presidente goza de un alto nivel de aprobación social, el apoyo popular que presumen es exagerado, pues si gozaran del respaldo casi unánime del pueblo, éste saldría a votar masivamente a su favor.

En otros frentes, hay quienes recurren a explicaciones generales para entender el abstencionismo, como, por ejemplo, el desencanto global con la democracia liberal, el sentimiento ciudadano de que la realidad material no cambia esté quien esté en el poder, la ausencia de cultura cívica en México y las tasas de participación históricamente bajas en las elecciones de nuestro país.

Esas explicaciones tienen cierto grado de razón, pero considero que nadie está entendiendo cabalmente el silencio. Ni siquiera se está discutiendo con seriedad. Por supuesto, yo tampoco lo comprendo, pero hacerlo será crucial para quien se quiera tomar en serio la tarea de construir un proyecto de futuro para México.

Para vencer al silencio, los partidos no solamente tienen que mejorar su retórica y sus campañas. El discurso es importante, pero la cuestión es más profunda que un problema de narrativas y mensajes.

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La desconexión de los partidos —principalmente los de oposición— respecto a amplios sectores de la sociedad demuestra su incomprensión sobre la realidad del país. El problema no es la emisión de los mensajes, sino la falta de escucha.

Los partidos no escuchan a los ciudadanos, no perciben sus sentimientos, no conocen sus preocupaciones, no entienden sus necesidades y no hacen el trabajo de diferenciar los problemas y las carencias de las distintas regiones del país y de los diversos contextos socioeconómicos.

Siguen hablando de “salvar la democracia” y “consolidar la transformación”, como si eso le importara al grueso de la población. No sólo eso, sino que la oposición le habla a una clase media que no existe en México: la imaginan plena, en viviendas cómodas, con auto propio y con un trabajo estable, cuando en realidad está precarizada, carece de estabilidad laboral, usa un transporte público decadente y lucha por acceder a servicios básicos.

El silencio es el de un pueblo incomprendido por una clase política que ni siquiera hace el esfuerzo de entenderlo.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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