Viene relevo en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Un alto cargo según nuestra Constitución, pero una responsabilidad menor si observamos las asignaciones presupuestales federales. México tiene un gran potencial: somos el décimo cuarto país con mayor extensión territorial, el décimo más poblado, la décimo quinta economía más grande y albergamos cerca del 10% de la biodiversidad mundial. Nuestra economía crece, el peso se fortalece, hay talento humano y somos un polo de atracción de empresas que desean establecerse en territorio nacional.
#ColumnaInvitada | Los retos para la Secretaría de Relaciones Exteriores
México cuenta con grandes posibilidades para generar aún mayor bienestar. Sin embargo, para hacerlo realidad nuestro gobierno debe implementar estrategias y políticas públicas adecuadas, innovadoras y eficientes. En este sentido, la política exterior tiene que estar en sintonía con la política interior y funcionar como herramienta para la cooperación internacional a favor de las causas nacionales.
El primer paso, y tal vez el más complicado, para el o la futura canciller es mejorar el presupuesto de la dependencia. Nuestros gobiernos han priorizado las necesidades más inmediatas aunque el planeta se ha vuelto más global e interdependiente. Convencer al presidente y a la Cámara de Diputados para que apoyen proyectos específicos de la Cancillería es vital para un desempeño con incidencia, empezando por organizaciones multilaterales y otros foros estratégicos.
La SRE necesita mayor determinación y herramientas para defender a nuestra gente. Millones de connacionales envían remesas para mantener a sus familias; corresponde al gobierno redefinir las políticas de protección que apoyen a nuestros paisanos. Tenemos que pasar de la tímida defensa de México en Estados Unidos, a una verdadera articulación que coordine tanto una estrategia de diplomacia pública como incluso la participación electoral y empoderamiento de los connacionales.
La promoción de nuestros productos y la atracción de inversiones deben acompañar a la estrategia de desarrollo económico nacional y regional. Estados Unidos es un mercado atractivo y muy rentable, aún así es urgente diversificarnos. Continúan pendientes la renovación del acuerdo con la Unión Europea, el mejor aprovechamiento del tratado con Asia Pacífico y la búsqueda de una solución que reactive la Alianza del Pacífico. El mundo se polariza y nos invita a construir puentes en todas las direcciones al mismo tiempo que cuidamos equilibrios y alianzas prioritarias.
Nuestra red diplomática en el mundo debe crecer y fortalecerse. Ejemplo de ello es que para todo el continente africano tenemos sólo ocho embajadas, mientras Brasil cuenta con 33 y Cuba con 27. El Servicio Exterior Mexicano tendría que consolidarse y formar especialistas en los temas y regiones estratégicos para nuestro país.
Nuestro liderazgo en América Latina y el Caribe necesita reconfigurarse. Los debates políticos e ideológicos continuarán, sin embargo, esas divisiones están lejos de ser los retos más importantes. México podría liderar una mayor cooperación para combatir al narcotráfico y a los tratantes de personas. También, podríamos encabezar los esfuerzos regionales para coordinar de manera más inteligente nuestras cadenas productivas y dar más valor a nuestras exportaciones, impulsando los deteriorados mercados de la región.
La voz de México en la arena multilateral ha sido congruente y eficaz en Nueva York, pero debemos ir más allá. Tenemos que regresar al México que ambiciona la pacificación del mundo, el que reconcilia pueblos y naciones, el México promotor de los grandes acuerdos para construir un mejor planeta. Además de ampliar la representatividad de nacionales en las tomas de decisión de alto nivel en la ONU.
La lista de tareas para quien suceda a Ebrard es larga: disminuir el precio de los pasaportes, ofrecer de manera gratuita la matrícula consular, negociar acuerdos migratorios con pleno respeto a los derechos humanos y al derecho internacional, convencer al presidente para que acuda a la Asamblea General de la ONU, incrementar y mejorar los instrumentos internacionales que agilizarían inversiones, promover nuestra identidad cultural y mejorar nuestra imagen en el mundo para consolidar nuestra industria turística.
México debe tomar el liderazgo global que le corresponde. Le deseo sabiduría y éxitos a quien encabece pronto esa responsabilidad.
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Nota del editor: Gabriela Cuevas ha sido diputada federal, fue presidenta de la Unión Interparlamentaria. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.