En los últimos años la extorsión ha crecido de forma considerable por medio de mensajes electrónicos; duplicando perfiles de redes sociales como Facebook e Instagram o con el robo de la cuenta de WhatsApp.
En el caso de las empresas, la extorsión que se ejecuta en el espacio virtual incluye los hackeos y secuestros de información. En este tipo de ilícitos los delincuentes están mucho más capacitados y suelen delinquir desde fuera de nuestro país.
Si bien los engaños y fraudes representan un daño patrimonial enorme para las personas y empresas, es la extorsión presencial la que representa un verdadero riesgo para la integridad física o la vida de las personas; la subsistencia de pequeños negocios, como de grandes empresas; así como para la democracia y gobernanza del país.
Las pequeñas empresas suelen ser las más afectadas. Ante la amenaza con armas el comerciante cuenta con pocos elementos de protección y es poco propenso a denunciar.
Recientemente la extorsión presencial ha evolucionado en otras formas: el control de mercados lícitos y la extorsión a autoridades.
La delincuencia organizada controla quién puede producir, distribuir y vender en ciertas zonas del país, determinados productos. De tal suerte que se generan auténticos monopolios, que afectan el precio de los bienes y el bienestar de comunidades.
De todas las formas de extorsión, la que en el largo plazo tendrá los efectos más adversos, es la que se ejecuta en contra de autoridades.
Dicha conducta incluye el control de las licitaciones; la transferencia directa de recursos públicos o la designación y el control de funcionarios.