En esa misma encuesta, a la pregunta expresa ¿por cuál partido jamás votaría? El rechazo que tiene el PRI es de alrededor del 37.4%, mientras que el PAN tiene un 17.5% y el PRD un 2.8%. Para el caso de Morena, un 18.6% de encuestados contestaron que no votarían por ese instituto político. Con base en estos datos, sería equivocado pensar que las cifras de rechazo no influirán en la decisión final de los votantes. Mientras que Morena solo tiene unos 2 de cada diez votantes que jamás lo apoyarían, la sumatoria de los integrantes del Frente implicaría que 6 de cada diez votantes rechazarían la alianza. Es decir, aunque 8 de cada diez podrían apoyar al PAN, su alianza con el PRI le restaría el apoyo de 4 posibles votantes. Por ello, parecería que la alianza es más una estrategia de estructuras partidistas para ganar la elección intermedia, que de convocatoria a votantes a partir de propuestas.
Las encuestas no son mas que una simple fotografía del momento en que se realizan las preguntas a los electores potenciales. Después de “sumar” a los partidos en el papel, el resultado de dicha decisión puede generar un efecto no lineal. En pocas palabras, lo que separados pareciera que vale 35%, una vez juntos podría valer menos. Lo que hoy parece tener sentido, cambiará conforme se toman decisiones, los electores evalúan los planteamientos y se evalúa la sumatoria de logotipos.
Seguramente para la discusión nacional, el tema sanitario, el problema de violencia y la caída de la economía, con las posiciones a favor o en contra del gobierno de AMLO, ocuparán el centro del debate nacional. No obstante, lo realmente relevante para el proceso electoral serán las discusiones locales en los casi 21,368 cargos de elección popular, donde pesarán más que las sumatorias de partidos, tanto el perfil de los candidatos, como las propuestas de solución para las problemáticas locales que afectan día con día a la gente.