En las 15 entidades que se disputarán en 2021, habría que analizar: ¿Qué tan fuertes son las estructuras gubernamentales estatales o federales? ¿Morena va cohesionado o va dividido? ¿Qué tan potentes serán las alianzas que se construyan? Por último, dado que AMLO sabe que al no estar en la boleta le será difícil transferir sus buenos niveles de aprobación, seguramente dedicará tiempo a alinear mejor los programas sociales para sus fines electorales, disminuir la tensión interna en su partido, coordinar acciones en tierra con los nuevos partidos e incluso alinear al PRI donde le convenga.
Entre las lecciones que Hidalgo y Coahuila nos dejaron están: Morena no es invencible, el PRI no está muerto, otros partidos —incluso los nuevos— pueden surgir victoriosos y AMLO buscará involucrarse si quiere ganar. Pero la enseñanza más relevante es que a la sociedad nos recordaron que debemos evitar que los viejos patrones de comportamiento electoral —hasta hoy utilizados por todos los partidos, incluido Morena— sigan vigentes.
Para alcanzar la evolución que anhelamos, es indispensable supervisar al poder: 1) Fomentar la participación para que las viejas triquiñuelas electorales —las use quien las use— dejen de imperar. 2) Denunciar para evitar que los programas gubernamentales se utilicen con fines electorales. 3) Supervisar los procesos internos de los partidos, para que se elijan a los mejores hombres y mujeres. 4) Hacer un escrutinio de las plataformas políticas, para evitar que el pragmatismo ramplón y que las negociaciones mezquinas imperen en los procesos.