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Implosión de nuestro sistema democrático

Lamentablemente el presidente López Obrador no ha tratado de reparar la gobernabilidad perdida en los tres sexenios anteriores, sino que la debilita aún más, asegura Don Porfirio Salinas.
jue 07 noviembre 2019 06:10 AM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

Los últimos tres sexenios minaron, paulatina pero contundentemente, la gobernabilidad del sistema democrático mexicano. Fox dando plena libertad a los poderes fácticos, Calderón arrancando una guerra sin cuartel, y Peña atacando abiertamente a las instituciones del país.

En buena medida, fue esa descomposición del sistema democrático que generó muchas de las condiciones para el descontento social, culminando en la histórica elección de 2018. Sin embargo, López Obrador no sólo no ha tratado de reparar la gobernabilidad, sino que la debilita aún más.

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Estamos presenciando atentados importantes a la gobernabilidad, no sólo a nivel federal, sino también en los estados gobernados por Morena, y en sus congresos locales. Y sobre todo, un gran desaseo en las formas políticas.

En otras épocas, particularmente las que tanto critica el Presidente, la forma era fondo; la operación política era quirúrgica, discreta y efectiva. En la época actual, no existen, o no se entienden, ni las formas ni el fondo.

Desde que el Presidente ganó la elección, en sólo un año y medio se han sumado un sinfín de episodios antidemocráticos: la Ley Taibo, la cooptación de la CRE, las legislaciones a modo, la defensa a ultranza de personajes del gabinete, extensiones de mandato, entre muchos otros.

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Pero el más preocupante y aberrante de los actos ensoberbecidos del Presidente es su perverso y artero mensaje en redes sociales del sábado pasado sobre un posible golpe de estado.

¡Qué equivocados están los conservadores y sus halcones!... ...la transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado en nuestro país"
Andrés Manuel López Obrador.

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Orondo, aseveró que a Madero pudieron derrocarlo porque no fue capaz de “apoyarse en una base social que lo protegiera y lo respaldara”. Seguramente insinuando que él sí tiene esa base. Este hecho no tiene precedente ni para el propio López Obrador.

Cuando en campaña habló del Tigre, muchos entendimos y defendimos que no era una amenaza sino una señal de alerta, pertinente y adecuada, ante la ceguera de entonces a la crisis social, los abusos y los excesos. Una advertencia sobre la posibilidad real de una revuelta como hoy en Chile.

Pero hoy, el Presidente perdió su sensibilidad y su sensatez, y parece no entender el contexto social global y nacional en el que vivimos. Este sábado, decidió aventar una amenaza abierta y agresiva a todo aquel que no piensa como él. Un ataque envalentonado hacia sus críticos y detractores.

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Este mensaje llega en el peor momento hasta ahora de su sexenio. Justo cuando el Presidente está fortaleciendo a los poderes fácticos más peligrosos con los graves errores de Culiacán, Michoacán y Tepito, dando la señal de total libertad e impunidad para el crimen organizado.

El mensaje presidencial es claro, e incongruente: a quienes están destruyendo al país, apoyo total; a quienes piensen distinto a mí, la hoguera; incluso, gastando recursos públicos para linchamientos digitales en redes sociales, como lo anunciado en la mañanera del lunes.

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Y todo este entorno es posible porque no hay un contrapeso funcional, eficiente ni efectivo. Los partidos políticos de oposición están enfrascados en sus profundas problemáticas internas, aún sin entender no sólo que perdieron sino por qué perdieron.

Hay una severa crisis nunca antes vista en la Suprema Corte. No sólo renunció uno de sus miembros más polémicos ante acusaciones de corrupción, sino que el Presidente de la SCJN grita a los cuatro vientos su entrega total al Presidente de la República, claudicando a la independencia de poderes.

Durante el sistema hegemónico, el PRI era un contrapeso importante de los Presidentes. Pero hoy, Morena es un partido completamente disfuncional, incapaz de organizarse e institucionalizarse, en buena medida porque el propio Presidente así lo ha querido para mantenerlo débil.

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Históricamente, a partir de la Revolución la gobernabilidad de nuestro sistema democrático se ha dado desde diferentes trincheras, según la etapa. Durante mucho tiempo fue gracias a presidentes firmes con actores relevantes en sus gabinetes.

Es el caso, por ejemplo, del poderoso secretario de Gobernación, Reyes Heroles, que encabezó con gran habilidad política el proceso de apertura democrática de México a finales de los setenta.

O el de Carlos Salinas, quien desde la Presidencia logró calmar al país después del proceso electoral más cuestionado hasta ese entonces, y de la gran escisión del PRI que dio lugar al PRD. Salinas, sensible a la crisis, construyó algunas de las instituciones más importantes que subsisten hasta hoy.

Pero la gobernabilidad también ha venido de las fuerzas políticas; como partidos y en el Congreso. Es el caso del PAN en su importante lucha por abrir los espacios políticos. O del PRI en su periodo de oposición, generando condiciones de gobernabilidad, particularmente en el episodio de 2006.

Y en los años de gobiernos divididos, el Congreso en muchos aspectos fue un factor de equilibrio; hoy completamente ausente ante la supermayoría que, además, tiene de los niveles más bajos vistos en el Legislativo.

En un entorno tan descompuesto como el que dejaron los últimos dos gobiernos, la figura presidencial actual debería ser factor de estabilidad política y guardián de la democracia. Generador de diálogo, consensos y unidad para sacar adelante a México de esta terrible crisis.

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Pero el Presidente López Obrador está tomando el rumbo equivocado. Con sus discursos, acciones y omisiones, está atentando contra la democracia; esa que le permitió llegar a la Presidencia y que hoy parece estorbar a su proyecto, cualquiera que éste sea.

El Presidente está enfocado en dividir, en polarizar, en confrontar. Pero no en gobernar. Está ensoberbecido y cegado por su poder social, usándolo para mal. O cambia ya de estrategia, o muy pronto lo veremos en la misma situación que hoy está Piñera.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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