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Del neoliberalismo a la improvisación

La salida de Carlos Urzúa abre un boquete muy importante para el llamado grupo de los moderados de la 4T, asegura Don Porfirio Salinas.
lun 15 julio 2019 06:30 AM

Con la repentina renuncia de Carlos Urzúa a la SHCP la semana pasada, se reforzó la discusión pública basada en denostar desde el actual gobierno al neoliberalismo, que lo pone como la principal causa de absolutamente todos los problemas actuales del país.

Urzúa podría considerarse uno de los personajes más representativos de la 4T, por su intento de cuidar los indicadores macroeconómicos, su atención a los mercados, y particularmente por sus profundos recortes del gasto público.

Su salida abre un boquete muy importante para el llamado grupo de los moderados de la 4T, que tratan de matizar las intenciones del grupo radical, que tienen consecuencias muy negativas para el desempeño del actual gobierno.

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El presidente López Obrador ha insistido una y otra vez en que con su gobierno el neoliberalismo ya terminó, y con el fin del neoliberalismo comienza una etapa de desarrollo, igualdad y justicia. Aunque para él hacer justicia signifique llegar a la ilegalidad, según sus propios dichos.

Lo que no nos dice el Presidente es, por un lado, lo que él entiende por neoliberalismo y, por el otro, qué fue lo que hizo tan mal el neoliberalismo para causar todos nuestros males. Y no lo dice porque seguramente no lo tiene claro.

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El ataque al neoliberalismo es el lugar común por excelencia de todas las izquierdas en todas las latitudes. Es el enemigo a vencer; el diablo personificado en las derechas conservadoras.

En México, el consenso es que la etapa neoliberal surgió en 1982 con el fin del modelo de sustitución de importaciones, y la apertura de mercados en México, que da entrada a la inversión extranjera a nuestro país. Aunque el modelo comenzó a gestarse durante el sexenio de López Portillo.

Con la llegada de Salinas, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte refuerza el llamado modelo neoliberal, junto con el agresivo proceso de privatizaciones, y la entrada a la OCDE y a la OMC, institución de la cual somos fundadores y que sustituye al GATT, al que entramos en 1986.

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Zedillo refuerza la firma de tratados de libre comercio y, después de la crisis económica que causó, se enfoca en lograr estabilidad macroeconómica. Fox y Calderón continúan con el modelo de estabilidad macroeconómica y con algunas reformas estructurales, que Peña profundiza.

Durante esta etapa, particularmente con Salinas y Zedillo, se buscó la creación o consolidación de instituciones autónomas clave para la economía, como la independencia del Banco de México, la creación de la Comisión Federal de Competencia, entre muchas otras.

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Con Fox, Calderón y Peña, en algunos casos se trató de reforzar algunas de estas instituciones, particularmente con las reformas de competencia de Calderón y Peña, o la de Telecomunicaciones de este último.

Claramente, la era neoliberal tuvo aciertos importantes como la estabilidad de variables macroeconómicas, que no había visto México en muchos años, o como el fortalecimiento de instituciones autónomas, aunque se abusó en el número de instituciones.

Sin embargo, la etapa de neoliberalismo sí falló, y mucho, en un aspecto fundamental: la generación de desarrollo integral, de bienestar y de calidad de vida de los mexicanos.

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Las variables macroeconómicas nunca se tradujeron en niveles importantes de crecimiento económico; el promedio es de apenas 2.5%. Y mucho menos se tradujeron en erradicación de la pobreza, ya que seguimos con poco más de 50 millones de pobres.

Esa estabilidad macroeconómica no derivó en mayores niveles de poder adquisitivo; de hecho, los salarios reales y el poder de compra decrecieron. Tampoco se redujeron los niveles de desigualdad, ni de informalidad, ni se logró mayor inclusión, ni se generó desarrollo parejo entre regiones.

La capacidad de movilidad social simplemente se estancó, y hasta retrocedió. Según el Informe de Movilidad Social 2019 del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en el sur del país, 86 de cada 100 mexicanos nacidos en los hogares más pobres no logran superar la condición de pobreza.

Es decir, el neoliberalismo está lleno de claroscuros. Pero no fue el modelo el que falló, sino quienes lo implementaron, en particular durante lo últimos tres sexenios.

Es claro que la estabilidad macroeconómica no es la panacea, que tiene que traducirse en desarrollo social, en mayores oportunidades, en movilidad social; que debe llegar a los bolsillos de los mexicanos.

Hoy, lamentablemente el gobierno está sustituyendo al mal llamado neoliberalismo con improvisación desinformada, con ocurrencias y caprichos. No con medidas integrales que generen políticas públicas sólidas para resolver nuestros problemas estructurales.

El principal problema de quienes mal representaron al neoliberalismo en México es que, en su infinita soberbia, profundizaron la corrupción y se olvidaron de dos aspectos fundamentales: el Estado de Derecho y la agenda social.

Hoy, la 4T pareciera tratar de reivindicar la agenda social, pero a costa del Estado de Derecho y sin la menor señal de combatir la corrupción. En este sentido, no parecen ser tan diferentes a los mal llamados neoliberales.

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Lejos de quedarse en la mera crítica al neoliberalismo, el reto de la 4T es dejar de lado sus prejuicios, y demostrar que las cosas pueden ser diferentes y bien hechas. Luchar contra el “neoliberalismo” gobernando sin sustento ni evidencia, puede resultar peor.

Urzúa no se fue porque es neoliberal, sino por los caprichos con los que hoy se gobierna. El Presidente debe entender lo simbólico de esta renuncia y reaccionar controlando a sus huestes, cambiando de actitud, y volviéndose el verdadero estadista que este país necesita y reclama.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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Don Porfirio Salinas Secretaría de Hacienda y Crédito Público Presidencia

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