El capricho por cancelar el NAICM nubló la vista del actual gobierno, y nunca revisaron que la corrupción en el sector aeronáutico es estructural; está en la operación, en los grupos aeroportuarios, en el propio ex director del AICM. De eso, nada, a pesar de lo grave.
La SCT sigue más preocupada por su berrinche que por arreglar de fondo el sector. Seguimos sin una política sectorial de Estado, sin Agencia Federal de Aviación, sin operar bajo estándares internacionales de IATA y OACI, y sin un Sistema de Gestión de Riesgos Asociados a la Fatiga.
Aún no hay Agencia de Investigación de Accidentes, no se ha abordado la falta de Controladores Aéreos (menos ahora con la austeridad), no hay un área de Medicina Preventiva especializada, y un muy largo etcétera.
Todo esto, sin mencionar lo grave del impacto económico que ha tenido la cancelación, la recompra de bonos, la incertidumbre a los inversionistas en infraestructura, las consecuencias en calificaciones, entre muchos otros.
Pero así de ligeras parecen ser las decisiones estratégicas de infraestructura de este gobierno. Ante eso, sólo nos queda encomendarnos a los santos benevolentes. En este caso, a Santa Lucía, que aparentemente es la patrona de las ocurrencias.