"Te pido que me dejes hablar", se escucha decir a Alejandro “Alito” Moreno, dirigente nacional del PRI. "No me toques", responde Gerardo Fernández Noroña, senador de la República por Morena. Estaba a punto de sonar el himno nacional mexicano. El pasado 27 de agosto, el Senado de la República fue escenario de un episodio que rápidamente se convirtió en noticia nacional e internacional: la confrontación física entre ambos senadores.
El pleito en el Senado: narrativas encontradas y el reto de los medios

Lo que inició como una reclamación sobre el uso de la palabra terminó en empujones, jaloneos y golpes que alcanzaron incluso a colaboradores y camarógrafos presentes en el recinto. Pero, más allá de la anécdota, el incidente, que dominó la cobertura mediática, expuso cómo un mismo hecho puede dar origen a narrativas encontradas, amplificadas por las redes sociales, y generar confusión, polarización y desinformación en la opinión pública.
Y es que el episodio no se limitó al pleito personal entre dos políticos. De acuerdo con la herramienta de escucha social Brand24, el incidente del 27 de agosto generó una enorme atención mediática, con 10,500 menciones y el mayor alcance del mes, con 255,8 millones. Este enfrentamiento físico se convirtió en la narrativa definitoria, eclipsando otras actividades políticas.
El video del altercado circuló en cuestión de minutos en Facebook (35%), X (25%), YouTube (25%) y TikTok (15%), con millones de reproducciones y comentarios divididos. Y, también rápidamente, circularon videos editados que omitían partes clave de la secuencia, memes que caricaturizaban a los protagonistas y mensajes que tergiversaban la intención de cada actor político, ya fuera la provocación de Moreno o la reacción de Noroña, presentándolos como prueba irrefutable de la culpa de uno u otro.
Guerra de narrativas
Mientras que la versión oficial difundida por el Senado señaló que “Alito” Moreno inició la agresión, el propio dirigente del PRI ofreció otra versión: aseguró que fue víctima de provocación y que únicamente defendía su derecho de palabra, acusando a Morena de fabricar denuncias y perseguir a la oposición. Por su parte, Fernández Noroña sostuvo que el ataque fue premeditado por priistas, con la intención de intimidarlo políticamente.
Estas declaraciones cruzadas fueron replicadas en ruedas de prensa, entrevistas y redes sociales, donde cada bando buscó imponer su narrativa. Mientras el PRI intentó victimizar a su dirigente, Morena lo presentó como prueba de autoritarismo opositor y de la necesidad de unidad interna frente a la violencia política.
Los medios cubrieron la noticia con titulares como “La bronca se apodera de la política mexicana” (El País, 28/08/2025) o “ Empujones y golpes en el Congreso mexicano ” (CNN en Español, 27/08/2025). Incluso la prensa internacional utilizó el incidente como símbolo del “deterioro de la democracia mexicana” y de la fragilidad institucional en el país.
Mientras tanto, en las redes sociales predominó el conflicto: “Alito” Moreno y Fernández Noroña fueron mencionados con frecuencia en contextos que involucran disputas políticas y guerra de información, lo que contribuyó a la tendencia del sentimiento negativo de las audiencias, según el informe de Brand24.
Este tratamiento evidenció un doble problema: por un lado, el sensacionalismo mediático, que privilegia las imágenes de violencia sobre la explicación del contexto; y por otro, la viralización digital, que fragmenta y distorsiona los hechos al servicio de emociones y banderas partidistas.
La coexistencia de narrativas oficiales y virales abrió paso a la desinformación, y la ciudadanía quedó atrapada entre discursos contradictorios difíciles de verificar. Como explica el sitio de fact-checking Infodemia , “en un esfuerzo por minimizar y evitar la responsabilidad de Alejandro Moreno en la agresión en contra de Gerardo Fernández Noroña, medios de comunicación, comentaristas y conductores emprendieron una campaña de desinformación”. Según el sitio, “es falso que Alejandro Moreno y legisladores del PRI no agredieron a Gerardo Fernández Noroña ni a empleados del Senado”, así como “es falso que Gerardo Noroña tuvo la culpa y merecía la agresión”.
El resultado fue un choque de narrativas que no buscaban explicar los hechos, sino capitalizar políticamente sus efectos. En este caso, los seguidores de Morena se solidarizaron con Noroña, mientras que los priistas defendieron a Moreno. El episodio, lejos de resolverse como un hecho aislado, se transformó en un catalizador de divisiones políticas más profundas.
Como resumió Euronews : “No estamos frente a una pelea aislada, sino ante un espejo de la política mexicana, donde cada golpe físico se convierte en un golpe simbólico en la lucha por el control de la narrativa” (Euronews, 28/08/2025). Lo ocurrido en el Senado no fue solo un episodio de violencia entre legisladores. Fue la puesta en escena de las tensiones políticas mexicanas y un caso paradigmático de cómo los relatos contradictorios moldean la percepción ciudadana.
En tiempos de hiperconectividad, la responsabilidad de medios, redes sociales y ciudadanos es mayor que nunca. De lo contrario, la política corre el riesgo de reducirse a espectáculos virales donde la verdad se fragmenta y la desinformación gana terreno.
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Nota del editor: Maricarmen Fernández Chapou es profesora investigadora del Tecnológico de Monterrey y miembro del Observatorio de Medios Digitales de dicha institución . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.