La semana pasada se publicaron las fechas para el proceso de sucesión de la Presidencia del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Este será un proceso por demás relevante, dado el contexto tanto político como económico que vive México. Y por lo tanto, es un proceso altamente polémico.
Prueba de fuego para los empresarios

Es un momento clave para el empresariado, particularmente los siete organismos que tienen voto dentro del CCE, por lo que deberán de hacer un análisis muy profundo de las candidaturas, y de lo que quieren hacia los siguientes tres años en cuanto a su máxima representación.
En esta ocasión no hay espacio para errores, como ya varias veces han cometido. Y mucho menos debe haber espacio para visiones anquilosadas, o fuera de realidad, como ha caracterizado a varios los últimos 15 años.
En principio, hay cuatro personas que han levantado la mano. Dos son personajes que generan poco consenso, ya sea al interior del empresariado, o en la posibilidad de diálogo con las autoridades. Además de representar visiones anacrónicas, tanto del empresariado como del país.
Y hay dos opciones que son mucho más frescas, con menos preconcepciones en su forma de entender al país y al sector privado. Lo que está en duda es hacia dónde se inclinará la mayoría, y más que la mayoría, el cerrado club que suele tener más peso: el Consejo Mexicano de Negocios.
Las primeras dos opciones llevan un tiempo tras el hueso. Por un lado Juan Cortina, ex Presidente del Consejo Nacional Agropecuario. Lamentablemente, de formas poco amables, e individualista, lo que le generó muchas resistencias al interior del sector empresarial, incluso en el CMN que debería ser un apoyo natural por su tío Juan Gallardo.
Trató de imponer sus agendas comerciales, enfrentándose abiertamente a varios sectores industriales. Adicional a sus errores políticos al haberse presentado públicamente en eventos proselitistas de oposición durante la campaña electoral del año pasado.
Por otro lado, José Medina Mora, ex presidente de Coparmex. Ultra conservador, con una agenda más bien política, y una visión de confrontación más que de diálogo con el gobierno. Esto le ha generado anticuerpos que le impedirían mantener una interlocución eficaz con el gobierno.
No olvidemos que la naturaleza del CCE es ser un portavoz del empresariado, y un interlocutor para impulsar sus causas y amortiguar posibles afectaciones de políticas públicas. Por lo tanto, quien presida debe tener la capacidad de relacionarse y la sensatez para saber cuándo sí y cuándo no pronunciarse ante temas delicados.
Afortunadamente, emergieron dos perfiles que han ido ganando terreno. Por un lado, Sofía Belmar, ex Presidenta de la Asociación de Aseguradores (AMIS); y Julio Carranza, ex presidente de la Asociación de Bancos (ABM).
Lamentablemente, pareciera que la discusión interna, particularmente en el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), está tomando tintes y dinámicas más impulsadas por un tema de exclusión que por un ánimo de tomar la mejor decisión para lo que actualmente se necesita del CCE.
No debe sorprender, ya que desde hace al menos ocho años se han caracterizado por su incapacidad de leer tanto la realidad política como social del país. Enfrentándose abiertamente a AMLO en la campaña de 2018 y apostándole a la irrisoria candidatura de la alianza opositora en 2024.
La relevancia del CMN es que puede mover varios de los 7 votos al interior del CCE. Se requieren 5 de esos 7, y el CMN puede mover de 3 a 4.
En esta sucesión se están revelando nuevamente las visiones anacrónicas de algunos de los miembros más activos del CMN, que buscan descartar a Belmar con argumentos muy endebles.
Un primer pretexto fue que viene de una empresa multinacional. Eso tal vez tenía sentido en los 70 y 80, cuando la economía mexicana estaba cerrada. En los tiempos actuales, es una visión obsoleta. Una suerte de nacionalismo trasnochado. Y nada en los estatutos del CCE refieren este aspecto.
El país cambió hace 40 años con la apertura de mercados a la inversión extranjera. Hoy México y su economía no se entienden sin esa dupla de capitales extranjeros y mexicanos, que mucho ha beneficiado al CMN. Sofía conoce ambos, por lo que sabe conjuntar esas visiones en favor de todos.
Y poco a poco se ha develado otro argumento de algunos de los más anacrónicos del CMN, y que se dice solo en ámbitos muy privados por aquello de la imagen pública: No les gusta una mujer.
El género no debe ser la razón principal para impulsar una candidatura. Pero de la misma manera, no puede ser el género el argumento para obstaculizarla.
Sofía no sólo cumple con los requisitos estatuarios. Es una alta ejecutiva empresarial con amplia experiencia, nacional y extranjera, y probada capacidad de interlocución. Le han tocado al menos dos momentos muy complejos con la 4T, y los superó con creces.
Con AMLO, como cabeza de Metlife, tuvo la amenaza de quitarle las pólizas de aseguramiento de los funcionarios de gobierno. Belmar logró un diálogo que parecía imposible, y flexibilizar una postura que se antojaba irreductible, evitando un rompimiento abierto.
Y como Presidenta de la AMIS, durante la pandemia tuvo que asegurar un diálogo permanente con el gobierno federal, logrando el acuerdo de la cobertura solidaria para incluir la pandemia y la epidemia en las pólizas de seguro, haciendo el anuncio formal en una Mañanera.
Por su parte, Julio Carranza tiene buen perfil y fue un buen presidente de la ABM. Logró buena interlocución. Sin embargo, en la ABM no hay consenso para apoyarlo. Un requisito indispensable en los estatutos del CCE es que el organismo de tu sector de origen vote por ti.
Estamos ante un momento político altamente complejo con la 4T, y un contexto profundamente delicado ante la coyuntura arancelaria y la revisión del T-MEC. Es claro que la presidenta Sheinbaum y su gobierno dialogarán con quien quede. La gran diferencia será el nivel de profundidad de ese diálogo. ¿Alcanza un diálogo “institucional” o se busca una interlocución eficaz?
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