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El monstruito del expresidente

La CNTE —esa disidencia sindical que en otros tiempos era sinónimo de chantaje— hoy también es sinónimo de poder. Un poder que no solo se tolera: se premia, se obedece, se institucionaliza.
lun 26 mayo 2025 06:01 AM
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El futuro del país no puede estar supeditado al chantaje sindical. Pero mientras el gobierno siga siendo rehén de sus aliados, ese futuro seguirá secuestrado, apunta Jorge Triana.

La imagen es contundente: plantones en el Zócalo, bloqueos en calles, clases suspendidas en miles de escuelas y millones de niños sin poder estudiar. Esa es la fotografía de la educación pública en México bajo el régimen obradorista. La CNTE —esa disidencia sindical que en otros tiempos era sinónimo de chantaje— hoy también es sinónimo de poder. Un poder que no solo se tolera: se premia, se obedece, se institucionaliza.

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Durante el sexenio de López Obrador, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación no fue solo una aliada electoral: fue el grupo consentido del régimen. Se le devolvieron privilegios, se le perdonaron deudas, se reinstaló a maestros cesados, se derogó la reforma educativa que buscaba poner un alto a sus excesos y se le concedió lo más valioso que puede tener un grupo de presión: control. Control sobre plazas, sobre decisiones educativas, incluso sobre espacios en el Congreso.

Ahí están los nombres: Azael Santiago Chepi, Adela Piña Bernal, Irán Santiago Manuel, Casimiro Méndez Ortiz. Al menos 40 legisladores de Morena han sido directamente vinculados a la CNTE. ¿Cómo se puede gobernar con independencia si quienes deberían poner orden son parte del problema?

El nivel de interlocución de la CNTE escaló como nunca. Se reunieron con quienes quisieron: el presidente, secretarios, secretarias, legisladores. Les pusieron de secretaria de Educación Pública a una de sus integrantes. Pidieron que se cancelara la reforma a la Ley del ISSSTE, y se canceló. Pidieron congelar la edad mínima de jubilación, y se congeló.

Pidieron condonaciones y quitas de deudas del FOVISSSTE, y se concedieron.

Hoy, Claudia Sheinbaum enfrenta al monstruo que López Obrador creó y alimentó. La CNTE mantiene paralizada la educación de 7.8 millones de niños y adolescentes. Más de 11,000 escuelas están cerradas en Oaxaca, 3,000 en Chiapas y Michoacán, y 2,000 en Zacatecas. ¿La respuesta del gobierno? Mesas de diálogo, sumisión, excusas.

Sheinbaum ha dicho que no hay recursos para atender sus demandas. Pero lo que no hay —y ella lo sabe bien— es autoridad. Porque este no es un problema presupuestal: es un problema político. La CNTE no actúa como grupo magisterial, sino como facción. No protesta: impone. No exige: ordena. Y Morena obedece.

La situación no es nueva. Lo nuevo es que el caos ahora tiene licencia oficial. Se ha normalizado que una ciudad quede bloqueada, que se agreda a ciudadanos, que se interrumpa el derecho a la educación. ¿Y todo para qué? Para mantener una estructura clientelar que solo sirve para movilizar votos en elecciones y paralizar al país cuando no obtiene lo que quiere.

Los datos no mienten: México retrocedió en la prueba PISA 2022 a niveles peores que los del año 2000. Se trata de una generación perdida, no solo por la pandemia, sino también por los paros y la negligencia. ¿Cómo va a aprender un niño que no tiene clases? ¿Cómo se forma una ciudadanía crítica si se le arrebata su derecho a la educación?

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Y lo más grave: en los estados con mayor control de la CNTE —Michoacán, Oaxaca, Chiapas y Guerrero— el 36% de los maestros no accedieron a sus plazas por méritos, sino que las heredaron. Y, aun así, imparten en promedio 25% menos clases que en otras regiones del país. ¿Quién paga el costo de esa negligencia? Siempre el mismo: el niño en el aula cerrada.

López Obrador y Morena prometieron una transformación educativa. Lo que nos dejan es una crisis más profunda, más costosa y más peligrosa. El futuro del país no puede estar supeditado al chantaje sindical. Pero mientras el gobierno siga siendo rehén de sus aliados, ese futuro seguirá secuestrado.

Porque Morena no gobierna: obedece. Y la CNTE es quien da las órdenes.

La educación pública está en ruinas, pero no todo está perdido: al menos el expresidente ya tiene a su monstruito haciendo desmanes por él.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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