Cuando se anuncia un nuevo proyecto de transporte público, como un BRT, un trolebús o un nuevo corredor, siempre se busca mejorar la movilidad, reducir tiempos de traslado y ofrecer una opción más eficiente y cómoda. Pero, en la práctica, muchas veces estos proyectos se quedan a medias. Se construyen los corredores, pero el acceso a las estaciones sigue siendo complicado, lo que reduce su impacto real en la vida de las personas.
Bicicletas públicas en el transporte, una pieza clave para la multimodalidad
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Uno de los principales problemas es la falta de opciones para conectar estos sistemas con los desplazamientos diarios. En el papel se menciona la bicicleta como complemento, pero en la realidad, su integración ha sido mínima o inexistente. Esto deja a muchas personas sin más opción que caminar, lo que puede ser poco práctico en trayectos largos o inseguros.
Entonces, la pregunta es: ¿cómo logramos que las bicicletas sean una alternativa real dentro de los nuevos proyectos de transporte público?
Una solución es incorporar sistemas de bicicletas públicas (SBP) como parte de la estrategia de movilidad de estos proyectos. Estos sistemas pueden resolver el problema de la "última milla", permitiendo que las personas se muevan entre su origen y las estaciones de transporte de manera eficiente. Ejemplos como el recientemente renovado sistema de bicicletas públicas Ecobici en la Ciudad de México demuestran que, cuando se hace bien, puede funcionar y complementar el transporte público.
Por supuesto, integrar un sistema de bicicletas públicas no es tan simple como poner bicicletas en las calles. Hay varios desafíos que deben resolverse para que realmente sean una alternativa atractiva. Uno de los principales retos es asegurarse de que las estaciones estén bien ubicadas, de manera que las personas puedan usarlas sin que implique grandes desviaciones o tiempos extra. Además, la cantidad de bicicletas debe ser suficiente, sobre todo en horas pico, para evitar que la gente se frustre por no encontrar unidades disponibles.
Otro aspecto clave es la infraestructura y la seguridad vial. Para que más personas usen la bicicleta, deben sentirse seguras al hacerlo. Eso implica vías ciclistas bien diseñadas, intersecciones protegidas y una señalización clara. Si moverse en bicicleta sigue siendo peligroso o caótico, la mayoría de las personas simplemente optará por no hacerlo.
La operación también es crucial. No basta con instalar estaciones y bicicletas; el sistema debe ser confiable. Eso significa que las estaciones, las aplicaciones y los sistemas electrónicos deben estar bien integrados para que la gente pueda encontrar una bicicleta cuando la necesite. Además, el mantenimiento debe ser constante. Las bicicletas son vehículos sencillos, pero el uso intensivo y la exposición al clima pueden deteriorarlas rápidamente. Si las bicicletas están en mal estado, el sistema pierde credibilidad.
Pero quizá el mayor reto es el financiero. Como ocurre con el transporte público, los sistemas de bicicletas compartidas no pueden sobrevivir solo con las tarifas que pagan los usuarios. Modelos de negocio basados en membresías o publicidad han demostrado ser insuficientes para sostener la operación. Un ejemplo claro fue la desaparición de los servicios privados de bicicletas y patines eléctricos en varias ciudades de México. Estos sistemas, aunque innovadores, no lograron generar los ingresos suficientes sin subsidios, lo que los llevó a cerrar.
Las experiencias nacionales e internacionales muestran que para que estos sistemas sean viables, necesitan financiamiento adicional. Ya sea a través de subsidios gubernamentales, asociaciones con el sector privado o esquemas de patrocinio, es fundamental garantizar su sostenibilidad económica.
Más allá de la movilidad, la integración de bicicletas públicas también responde a criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). Este tipo de sistemas contribuyen a la reducción de emisiones, mejoran la equidad en el acceso a la movilidad y pueden fortalecer la gobernanza cuando se diseñan modelos de financiamiento y operación claros. No es solo una cuestión de transporte, sino de sostenibilidad urbana.
Además, el contexto normativo también abre oportunidades para que la movilidad en bicicleta gane protagonismo. Por ejemplo, La Ley General de Movilidad y Seguridad Vial faculta a los estados y municipios para desarrollar instrumentos de planeación de la movilidad, lo que representa una ventana para incluir formalmente los sistemas de bicicletas públicas dentro de la planeación.
Por otro lado, los programas federales que inciden en la movilidad podrían jugar un papel clave al considerar su uso para la adquisición y operación de sistemas de bicicletas públicas. De hecho, sería lógico que estos sistemas formen parte integral de los proyectos de transporte que reciben financiamiento federal, asegurando que la multimodalidad no sea solo un concepto, sino una realidad.
Incluir la bicicleta en la planificación del transporte público no es una ocurrencia, es una necesidad para garantizar un sistema más equitativo, eficiente y sustentable. Integrar bicicletas públicas en los nuevos corredores de transporte público puede hacer la diferencia entre un sistema accesible y funcional, o uno que sigue sin resolver el problema de la "última milla". Para que realmente funcione, hay que diseñar estrategias bien pensadas, con infraestructura, seguridad, financiamiento y operación adecuadas. Solo así podrá convertirse en una opción real para las personas que buscan moverse de manera más eficiente en su ciudad.
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Nota del editor: Parménides Canseco es un consultor con 11 años de experiencia en movilidad urbana y transporte público en México y América Latina. Arquitecto con maestrías en Nuevo Urbanismo y Administración de Negocios. Es Director de Operaciones en Red Planners y ha colaborado con IFC, PNUMA, UE e IDOM. Su experiencia abarca estudios de preinversión y planeación de movilidad, incluyendo transporte público, infraestructura vial, movilidad no motorizada y seguridad vial en distintos niveles de gobierno y con organismos internacionales y en al menos 20 ciudaes de México. Es un convencido del impacto positivo del transporte en la calidad de vida y el desarrollo sostenible. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.