En particular, destaco la intervención de Rodrigo Díaz, especialista de movilidad sustentable del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por su siglas en inglés), quien dijo a la audiencia que es importante lograr proyectos de electromovilidad, pero lo es aún más mejorar el servicio del transporte público, lo cito: “Lo más importante siempre será mejorar la operación y la experiencia de viaje. Poco le importa al usuario que los autobuses sean eléctricos si los tiempos de viaje y espera son largos, si la accesibilidad es deficiente o las paradas son sitios inseguros”.
Tiene razón. Pero más allá de esto, reflexiono en términos de lo que significa profesionalizar y mejorar la operación del servicio del transporte público, ¿por qué o para quién mejorar? La respuesta parece bastante sencilla y hasta cierto punto ideológica, porque en gran medida lo es, ya que a quiénes tendrían que ir dirigidas las políticas públicas de movilidad es para aquellas personas de menores ingresos que habitan en las zonas más alejadas que diariamente destinan entre 3 y 5 horas de su vida para trasladarse al trabajo, a la escuela, a los mercados, a los centros de salud para llevar a sus enfermos, en un transporte que en la mayoría de las ciudades del país es caro, inseguro e ineficiente. Hoy en día, aspirar a una movilidad eficiente es ya un derecho constitucional y es un acto de justicia social.
Esta es una realidad diaria, dura y desgastante para millones de personas que usan el transporte público. No por nada, en las cumbres globales más importantes relacionadas al combate del cambio climático, la pobreza o desigualdad, una de las agendas que destaca y que cada vez toma más relevancia en términos de aumento en la calidad de vida de las personas, es precisamente la agenda de la movilidad.
Algunos ejemplos para ilustrar este punto, es que el 80% de los viajes en México se realizan en transporte público, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), a esto se suma que el porcentaje del gasto en transporte de los hogares urbanos en México, por entidad federativa entre el 2008 y 2018, oscila entre el 24% y el 15% que corresponden a Nuevo León y Puebla respectivamente, según datos del Inegi. En el Estado de México la mayoría que usa el transporte público deja su hogar a las 5:00 horas y regresa después de las 19:00 horas, gastando aproximadamente entre 35 y 60 pesos, haciendo dos a tres transbordos. Los padres de familia despiden a sus hijos dormidos en la madrugada para salir a trabajar y llegan a sus hogares cuando ya están dormidos.
Por eso, creo firmemente que sí, el eslabón más sólido para transformar la vida de millones de personas en las ciudades del país es a través de más transporte público seguro, eficiente y asequible para todas y todos. En consecuencia, una agenda de movilidad realista es posible, especialmente si se implementa desde las entidades federativas o las grandes ciudades metropolitanas del país. Para ello, deben priorizarse varias premisas:
1. Contar con un marco legal sólido que dé certeza jurídica a los proyectos. El diseño de instrumentos de planeación es central, estos son, Planes de Desarrollo, Leyes de Movilidad, Programas de Movilidad, Sistemas que aseguren la gobernanza que integren las visiones locales, entre otros.
2. Planear una cartera de proyectos con finanzas sostenibles, que conlleven estudios sólidos de factibilidades técnicas, legales, financieras, sociales y ambientales, apoyada de modelos financieros equilibrados en donde se le de mayor valor al dinero público, es decir, eficientar el uso de los recursos del orden público con proyectos bien estructurados, compartiendo el riesgo con socios del sector privado y entes federales.
3. Priorizar proyectos de movilidad sustentable. Enlisto algunos que pueden ser planeados e implementados en el corto plazo, por ejemplo, sistemas de bicicletas compartidas que se acompañen con inversiones de infraestructura ciclista (como es el caso de Ecobici en Ciudad de México -que actualmente contabiliza más de 70,000 viajes diarios o Mi Bici en Guadalajara -que anualmente sus suscriptores aumentan) que conecten a las personas usuarias a su deseo final de viaje; Extensiones o nuevas líneas de sistemas BRT con carriles confinados, preferentemente con tecnología bajos en emisiones contaminantes; sistemas de cable urbano para aquellas regiones alejadas y de difícil acceso. Y para las zonas metropolitanas altamente densificadas, y que vayan de la mano de inversiones mixtas, favorecer proyectos ferroviarios de alta capacidad como trenes ligeros o sistemas de metro que conllevan demandas diarias superiores a los 350,000 personas usuarias.