La movilidad urbana en América Latina enfrenta desafíos profundos y complejos. Ciudades como Bogotá, Caracas, Ciudad de México o Lima comparten problemas estructurales: redes de transporte público insuficientes, congestión vehicular crónica y una alta dependencia de sistemas informales de transporte. A medida que las urbes crecen de forma acelerada, los sistemas tradicionales parecen quedarse cortos, y el costo social y económico se vuelve insostenible.
Transporte compartido, la ruta hacia ciudades más humanas en América Latina
En este contexto, el transporte institucional —un segmento históricamente invisible en las discusiones sobre movilidad urbana— emerge como una solución relevante. En países como Venezuela, Colombia y Guatemala, este modelo ha comenzado a reorganizar la movilidad de cientos de miles de personas, ofreciendo rutas optimizadas que conectan los hogares de los trabajadores con sus centros de empleo. Este esfuerzo no solo reduce los tiempos de viaje y la congestión, sino que también transforma la experiencia del traslado en un espacio de bienestar y oportunidad.
Es urgente encontrar enfoques innovadores: integrar tecnología avanzada para diseñar rutas flexibles basadas en los verdaderos deseos de viaje de la población trabajadora. Este proceso comienza con la recopilación de datos de empresas, empleados y ubicaciones clave de vivienda y trabajo. A partir de esta información, se crean rutas dinámicas que no solo responden a las necesidades individuales de una organización, sino que se entrelazan con las de otras empresas, tejiendo una red de movilidad que refleja las líneas de deseo corporativas de la ciudad.
Lo interesante es que, con el tiempo, estas líneas de deseo corporativas comienzan a converger con las generales de la ciudad, permitiendo que esta red inicialmente diseñada para trabajadores de grandes empresas se abra al público general. Es aquí donde la iniciativa privada se convierte en un actor clave: sin esperar a que el Estado asuma toda la carga, el sector privado es capaz de ofrecer soluciones tangibles a problemas históricos de movilidad.
Organizaciones como La Waea han impulsado proyectos piloto que han permitido que una movilidad mejor organizada tiene un impacto inmediato en la calidad de vida. Desde entonces, hemos expandido este modelo a 18 ciudades en Venezuela, Colombia y recientemente Guatemala. Pero más allá de la expansión geográfica, lo que realmente nos motiva es la transformación que ocurre dentro de cada vehículo: un espacio que no solo transporta personas, sino que también mejora su día a día.
Una movilidad diseñada desde la sensibilidad
La movilidad en América Latina es profundamente desigual y, en muchos casos, responde poco a las necesidades específicas de las mujeres. Como la única mujer al frente de una empresa tecnológica de movilidad en la región, he sido consciente de esta realidad desde el primer día. La oferta de wawa no solo se basa en la eficiencia operativa, sino en una comprensión profunda de los llamados "viajes de cuidado", que son aquellos relacionados con la educación de los hijos, la atención a familiares mayores o las actividades del hogar, roles que recaen desproporcionadamente en las mujeres.
Nuestra propuesta de valor incorpora esta perspectiva femenina desde su concepción. Más del 60% de nuestro equipo directivo está compuesto por mujeres, y muchas de las decisiones estratégicas se basan en las experiencias y necesidades de nuestras usuarias. Además, hemos añadido servicios complementarios durante los traslados: clases de inglés, actividades de mindfulness y charlas motivacionales. La movilidad deja de ser un mero traslado y se convierte en una experiencia de enriquecimiento personal.
Transporte compartido, el camino hacia el futuro
El transporte compartido en todas sus modalidades —desde los sistemas de bicicletas hasta las plataformas de vehículos compartidos— se perfila como la verdadera solución de fondo a los problemas de movilidad en nuestras grandes urbes. La experiencia demuestra que apostar por este modelo no solo descongestiona las calles, sino que también mejora la calidad de vida de los usuarios al reducir el estrés asociado con los largos tiempos de viaje y la incertidumbre.
En América Latina, donde el 80% de los desplazamientos diarios se realizan en transporte público o compartido, optimizar estos sistemas representa una oportunidad histórica. No estamos hablando de una utopía, sino de una posibilidad real, tangible y ya en marcha.
Lo más inspirador es que estas soluciones nacen en algunos de los contextos más complejos de la región y están dirigidas a los sectores más vulnerables. Sin embargo, son catalizadas por las empresas que, al conectar a sus trabajadores de manera eficiente y segura, también están construyendo una nueva narrativa: una movilidad más humana, más inclusiva y más conectada con las necesidades reales de las personas.
El futuro de nuestras ciudades no depende únicamente de grandes obras de infraestructura o políticas públicas. Depende de soluciones que nazcan desde el corazón de la sociedad, impulsadas por la tecnología, pero también por la empatía y el cuidado. Porque al final, la movilidad no es solo movernos de un punto A a un punto B. Es construir una red de conexiones humanas que transforme nuestras ciudades en espacios de bienestar colectivo.
La experiencia nos ha enseñado que es posible. Ahora, el reto es escalarlo.
____
Nota del editor: Mafe Vera es una emprendedora venezolana que combina propósito, creatividad e impacto social en cada proyecto. Cofundadora de La Wawa, se enfoca en soluciones innovadoras que promueven seguridad y sostenibilidad. Lidera con visión estratégica, equilibrando su vida profesional y familiar. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.