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Donald J. Trump. Una crónica de su regreso como el 47º presidente de EU

Para México, este gobierno de Trump representa una multiplicidad de incertidumbres y retos. Es inevitable prever conflictos.
vie 24 enero 2025 10:20 AM
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Donald Trump asumió como presidente de Estados Unidos el pasado 20 de enero.

El pasado 20 de enero, en un escenario de solemnidad y ceremonias, meticulosamente calculadas, tuvo lugar en los Estados Unidos, el traspaso de poder: Donald Trump, líder del Partido Republicano, retomó las riendas de la presidencia de manos de Joe Biden, el demócrata que, con gesto contenido y la dignidad que exige el momento, entregó el mando.

Les compartiré mi experiencia abarcando desde los aspectos protocolarios y las formalidades hasta el partidismo polarizante de esta transición de poder. Mi intención no es hablar de colores, ideologías o filiaciones políticas, sino compartir lo que observé y escuché durante este evento tan trascendental.

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La historia y tradición que involucra el cambio de administración en Estados Unidos

La tradición de las tomas de posesión se remonta a 1789, cuando George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, juró su cargo en Nueva York. Con el tiempo, este acto ha evolucionado para incluir desfiles, bailes de investidura y un discurso público.

Uno de los elementos más destacados es el discurso inaugural, donde el nuevo mandatario presenta su visión y objetivos para el país. Estos discursos suelen buscar unidad en tiempos de división, aunque, como vimos este año, también pueden reflejar las profundas tensiones que atraviesa la nación. El discurso de Donald Trump no solo delineó su visión para "hacer América grande otra vez", sino que también estableció las bases de una agenda global que podría influir en el rumbo del mundo durante las próximas décadas.

La tercera rueda: el clima

Tradicionalmente, el evento de toma de posesión tiene lugar en la gran escalinata exterior del edificio del Capitolio. En eventos como este, factores como el clima y la seguridad juegan un papel crucial.

En la historia, solo ha habido otras dos ocasiones en las que el clima obligó a cambiar la sede de la ceremonia: la primera fue en 1909 con William H. Taft, y la segunda en 1985, con Ronald Reagan. Está situación obliga a recortar de manera drástica la lista de asistentes. Resulta significativo que, en esta ocasión, el protagonismo destacado de los donantes. Entre ellos se encontraban figuras como Elon Musk de Tesla y SpaceX, Jeff Bezos de Amazon, Bernard Arnault de Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH), Mark Zuckerberg de Meta (antes Facebook), Tim Cook de Apple, Sundar Pichai de Google, Shou Zi Chew de TikTok, Sam Altman de OpenAI, Alexander Wang de Scale, y Cristiano Amon de Qualcomm, entre otros.

Este mismo espacio, vulnerado años atrás por los insurreccionistas del 6 de enero del 2021 quienes, por cierto, ya fueron indultados, se erige como un símbolo de resistencia donde la historia reciente y la tradición democrática convergen.

A pesar del clima adverso, la emoción y el optimismo de sus seguidores era palpable. Un detalle particular es que en Estados Unidos no hay “acarreados”: cada persona pagó su propio boleto de avión, su hospedaje, sus alimentos y los boletos de entrada al rally.

El entusiasmo, el común denominador de calles y eventos

Un aspecto a destacar fue la evidente pluralidad racial y la notable presencia de personas de todos los estados de la Unión Americana, lo que reflejaba la diversidad del país. Conocí y conversé con algunas familias hispanas que viajaron desde California. Con genuina emoción, portando gorras, camisetas y ondeando banderitas, me comentaron que consideraban este evento como un momento histórico que marcaba una nueva etapa. Para ellos, Trump representa esa mitad más uno de Estados Unidos que lo eligió y que ahora se muestra con una energía y optimismo desbordantes.

El ambiente variaba entre las calles y las recepciones privadas. Mientras que recorrer las calles de Washington ese día era como entrar en una pintura de Norman Rockwell reinterpretada por el movimiento MAGA, los eventos exclusivos mostraban un protocolo más formal. Sin embargo, el entusiasmo era el mismo. La imagen que me llevé de Washington fue la de una ciudad literalmente tomada por el espíritu de MAGA.

En uno de los eventos tuve la oportunidad de hablar con la madre de Elon Musk, Maye Musk. Le pregunté directamente que “¿qué sentía ser la madre de un genio?” con una sonrisa me contestó que: "Pues sí, en efecto, entre mis hijos, él es el que siempre ha estado convencido de querer salvar al mundo. Me siento muy orgullosa de él y de todos mis demás hijos también."

Washington entre la euforia y el silencio. Un país dividido

Lo que no se escuchó en este fin de semana en Washington fue la voz de la otra parte doliente de la población. Para escucharlos, era necesario recurrir a las cadenas de televisión mainstream que suelen favorecer a un partido y mostrar oposición a Trump y a los republicanos, las redes sociales o los chats. El silencio dolía. El contraste con la emoción y alegría que se percibía en las calles y eventos era, sin duda, abrumador.

Y sí, todo gira en torno a lo que la gente “siente” ante esto, los números y el “fact checking” pierden relevancia.

Detrás de las formas, los protocolos, las atenciones, las sonrisas y las cortesías, se encuentra el discurso y las decisiones del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que pone de manifiesto la realidad de un país profundamente polarizado.

Para sus seguidores, fue un día de esperanza renovada y determinación; para sus detractores, un anticipo de un futuro lleno de desafíos.

Afortunadamente, Estados Unidos cuenta con una sociedad resiliente y participativa, donde el silencio de quienes se oponen a sus políticas no será eterno. Fuimos testigos de cómo la reverenda Mariann Edgar Budde, apeló a la "misericordia" del presidente Trump. Sus palabras dieron voz al temor que enfrentan comunidades como la LGBT y la migrante ante las nuevas políticas del mandatario.

Órdenes ejecutivas, un inicio audaz y controvertido

Trump comenzó su administración al firmar 41 órdenes ejecutivas enfocándose en lo que considera sus principales prioridades: la migración y la seguridad, adoptando medidas estrictas para reforzar ambas áreas. En el ámbito energético, volvió a políticas tradicionales, priorizando el uso de combustibles fósiles y la independencia energética. Su giro conservador en las políticas sociales resultó especialmente preocupante, con cambios que reflejan un enfoque más restrictivo en temas de diversidad e inclusión. En cuanto a las reformas gubernamentales, enfatizó la eficiencia y la libertad de expresión, aunque bajo un lente controvertido. En política internacional, realineó la ayuda exterior para priorizar un enfoque claramente nacionalista, reflejando su lema de America First.

Y lo hizo con rapidez, consciente de que la transición en el Congreso será complicada debido a su ajustada mayoría en la Cámara de Representantes. Además, en un sistema federal como el de Estados Unidos, la autonomía y soberanía de los estados les permite responder y defenderse de estas medidas.

Finalmente, hay que tomar en consideración el papel de la Suprema Corte de Justicia, ya que, de los nueve ministros, seis son simpatizantes de la nueva Administración, aunque sus resoluciones pueden ser impredecibles.

Como siempre he sostenido, los pesos y contrapesos en Estados Unidos, aunque imperfectos, funcionan mejor en comparación con otros sistemas.

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¿Qué significa para México?

Para México, este gobierno de Trump representa una multiplicidad de incertidumbres y retos. Es inevitable prever conflictos, siendo el más inmediato el tema migratorio, ya que México deberá enfrentar y lidiar con un conjunto de decisiones unilaterales. Entre estas decisiones, se incluyen medidas de seguridad fronteriza y la designación de los cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas.

Aunque en esta ocasión no denostó a México como lo hizo en 2016, las acciones que ha planteado son más contundentes. Como el restablecimiento de su política de Remain in Mexico, la repatriación de los criminales que se encuentren de manera irregular en ese país, y un combate más frontal contra los cárteles.

Por otro lado, la intención -sujeto a revisión- de que a partir del 1º de febrero próximo se impongan aranceles del 25% a México y Canadá, presenta un desafío para las relaciones comerciales en América del Norte.

Sin embargo, todavía quedan muchas preguntas sin respuesta, generando incertidumbre sobre temas específicos y sus alcances, y cómo estas políticas afectarán a México en el futuro. Estas dudas todavía no terminan de disiparse.

Supongo, entonces, que la relación bilateral entre México y Estados Unidos estará marcada por dinámicas conocidas, aunque se presenten con nombres distintos. Así como el río que divide nuestras fronteras lleva nombres diferentes—Río Grande y Río Bravo—, ellos lo llamarán Golfo de América, mientras que para nosotros siempre será el Golfo de México.

Al final, lo importante no será cómo nombramos las diferencias, sino cómo encontramos puntos de encuentro que permitan avanzar juntos, incluso en medio de nuestras discrepancias.

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Nota del editor: Marcela Celorio es embajadora de México, fundadora de la organización sin fines de lucro Polidore Foundation y co-fundadora de la consultoría transfronteriza Cross-Border Advisory Group. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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