Si bien la designación no implica automáticamente la incursión militar en el territorio en que estas organizaciones se encuentren, como se ha sugerido, sí pudieran intensificarse los llamados para la realización de operaciones de esta índole. En el clima político actual, esta consecuencia no legal del proceso debe encender todas las alertas posibles.
Pero, independientemente de ello, podrían prenderse otro tipo de alertas entre quienes se han excedido con los “abrazos” a los integrantes de los cárteles.
Es cierto que la designación genera consecuencias específicas para la ciudadanía y empresas estadounidenses. Por ejemplo, se puede solicitar a instituciones financieras el congelamiento de los activos de estas organizaciones bajo su control. Asimismo, se prohíbe el otorgamiento de apoyo material de cualquier tipo, como puede ser el financiamiento, los servicios financieros, alojamiento, armas, entre otras facilidades, penado con hasta 20 años de prisión.
Pero también existen precedentes jurisdiccionales que han generado responsabilidades para personas no ciudadanas actuando fuera del país si se determina que la actividad tiene el objetivo de causar daños dentro de Estados Unidos o a ciudadanos o intereses estadounidenses.
Ello llama la atención a la luz de la preeminencia que ha tomado la crisis del fentanilo en las condiciones que Trump ha impuesto sobre la relación bilateral con México. Asimismo, debe ser analizado a la luz de los juicios por narcotráfico en curso en Estados Unidos y la información que se desprenderá de ellos. Tampoco debe soslayarse la colusión innegable de algunas autoridades mexicanas con los cárteles de la droga y el peso de este tema en la discusión más amplia sobre la migración y el futuro del T-MEC.
Aunque se esperarían consecuencias directas de la designación sobre grupos estadounidenses de la delincuencia que colaboran con cárteles mexicanos, también debería haberlas para las empresas vendedoras de armas. La propia Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos (ATF por sus siglas en inglés) ha identificado que más de dos terceras partes de las armas recuperadas por México en escenas de violencia tienen su origen en el país vecino.