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#ColumnaInvitada | ¿Y por qué la Corte no usa su poder ante la reforma judicial?

Las y los ministros deben tomar una perspectiva pos-positivista y dejar atrás el formalismo jurídico para proteger de manera más amplia nuestro derecho humano a una justicia independiente.
mié 25 septiembre 2024 06:07 AM
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Desde 1994, la Corte tiene el poder político y constitucional de revisar que las leyes aprobadas por el Ejecutivo y Legislativo no violen la Constitución y, desde 2011, los tratados internacionales y convenciones en materia de derechos humanos, apunta Azul A. Aguiar.

Muchos en el oficialismo han implantado la idea de que el Poder Judicial, y en particular la Suprema Corte, no tiene facultad para ponerle límites al Ejecutivo y al Legislativo. Dicen que no tiene poder para echar abajo las leyes que ellos hagan pues ellos, los representantes, son elegidos por el pueblo.

Eso es una mentira que ha sido vendida como información en las conferencias del presidente y replicadas por sus ejércitos en redes. La Corte es una institución política con poder de veto. Por eso nuestro sistema político tiene tres poderes y no dos o uno. Así, para ponerlo en palabras simples, no es un florero como muchas de las oficinas y titulares de las secretarías de Estado.

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Desde 1994, la Corte tiene el poder político y constitucional de revisar que las leyes aprobadas por el Ejecutivo y Legislativo no violen la Constitución y, desde 2011, los tratados internacionales y convenciones en materia de derechos humanos.

La reforma judicial de 1994 fue la herencia democrática más importante del gobierno del expresidente Ernesto Zedillo, porque permitió que las decisiones tomadas por el PRI en aquel momento fueran revisadas por un grupo de jueces que gozarían de independencia porque no podían ser removidos de su cargo, tenían un salario inamovible y superior al del presidente y todos los funcionarios públicos para evitar presiones políticas, durarían en su cargo 15 años para evitar que un mismo partido político pudiera nombrar a todos los ministros y generar dependencias políticas.

La reforma judicial de 2024 de Andrés Manuel López Obrador es exactamente lo contrario. Le quita poderes de revisión a la Corte, limitando los efectos de las controversias constitucionales, acciones de inconstitucionalidad y amparos. Si ahora cualquier autoridad política o pública viola alguno de sus derechos humanos, en lugar de obtener una suspensión provisional a la semana mientras se resuelve el caso, tendrá que esperar hasta que se resuelva, y sus derechos seguirán siendo violentados.

Dicen que serán seis meses, sin embargo no hay evidencia de que eso pueda ser así con los cuatro jueces por cada 100,000 habitantes que tenemos. Los sistemas judiciales de democracias consolidadas tienen en promedio 18 jueces por cada 100,000 habitantes. En ninguna parte de la reforma se habla de incrementar el número de jueces.

Ahora bien, ¿cuál es el papel de nuestra Corte constitucional frente a una reforma que deja a las personas sin un Poder Judicial federal independiente, sin la posibilidad de tener mecanismos efectivos para la defensa de nuestros derechos?

Hoy, más que nunca, es indispensable que la Corte use su poder de revisión constitucional y convencional para que determine lo regresiva que resulta esta reforma para los derechos humanos, la separación de poderes y para la democracia. Las y los ministros deben tomar una perspectiva pos-positivista y dejar atrás el formalismo jurídico para proteger de manera más amplia nuestro derecho humano a una justicia independiente y a recursos de revisión constitucional que nos protejan.

Las y los ministros están obligados a estudiar el caso de la reforma judicial tomando en consideración los efectos que tendrá para la democracia y los derechos humanos dejarnos sin una corte independiente y profesional, o sin la posibilidad de disputar frente a un tercero independiente las decisiones y actos de autoridades que hoy han mostrado su talante autoritario.

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¿Puede el Legislativo cambiar la Constitución para instaurar la pena de muerte o la esclavitud? Noroña y Monreal dirían que sí porque tienen mayoría en las Cámaras y “el pueblo les dio un claro mandato”, aunque tuvieron que extorsionar y amenazar a senadores y asegurarse una mayoría artificial con el reparto de asientos de representación proporcional con la venia del INE y del TEPJF.

En el contexto actual, le ha quedado la tarea y responsabilidad a la Corte de defender la democracia y los derechos humanos. Sus decisiones deben estar a la altura para superar esta ola de autocratización con la que se quiere volver a instaurar el gobierno de un solo hombre, de un solo partido sin la supervisión de ningún otro poder.

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Nota del editor: Azul A. Aguiar Aguilar es presidenta de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas (AMECIP). Síguela en X (@azulaguiar). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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