En materia de movilidad, la eterna promesa de campaña cada que hay elecciones es la siempre añorada modernización del transporte público. Desde hace varias décadas, todos los partidos sin excepción, hablan de modernizar, sin detenerse mucho a definir bien a qué se refieren con el concepto, y cuando sus candidatos o candidatas triunfan en las urnas y llegan al ejercicio del poder, se aprovechan de esa indefinición para terminar decepcionando al electorado.
#ColumnaInvitada | La otra modernización del transporte público
En algunos estados cuando hablan de modernización se refieren a la instalación de cámaras, sistemas GPS, botones de pánico” (¿no sería mejor llamarles “botón de alerta”, “botón de auxilio”?); en otros y más recientemente, hablan de la electrificación a través de la sustitución de unidades, o bien, la reconversión de los microbuses y combis de siempre, a motores eléctricos. Pero lo que casi ninguna candidatura impulsa, y que creo que bien podría caber dentro de la generosa variedad de significados que le dan al concepto de transporte moderno, es el gran complemento de los sistemas de transporte público que pueden ser los sistemas de bicicletas compartidas.
Al hablar de modernización no deberíamos de limitarnos a mejores versiones tecnológicas de los sistemas que ya conocemos, sino que hay que atreverse a pensar en la diversificación y complementación de los sistemas existentes con estas nuevas apuestas, que han demostrado su efectividad como política pública, además de su rentabilidad política como acciones de buen gobierno, y creo que hoy la importancia de comprometerse a invertir en estos sistemas pasa desapercibida. Estos servicios no solo son una forma conveniente de transporte para ciertos tramos de los viajes de muchos segmentos de la población en las zonas urbanas, sino que también representan un paso crucial hacia un futuro más sostenible y saludable para nuestras ciudades.
Es fácil entender por qué la bicicleta pública ha ganado popularidad en ciudades mexicanas como la CDMX con Ecobici o en Guadalajara con Mi Bici Pública. Además de ser una alternativa económica al transporte motorizado para viajes cortos, así como un excelente complemento para los sistemas de transporte masivo, también son programas que promueven un estilo de vida activo que beneficia tanto a la salud de los individuos como al medio ambiente. Pero, ¿por qué es tan importante que los gobiernos locales inviertan en sus propios programas de bicicleta pública?
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Fomenta la equidad y la accesibilidad en el transporte urbano. En muchas ciudades, el costo de tener un automóvil o incluso de usar el transporte público es prohibitivo para muchas personas. Sin embargo, con un sistema de bicicleta pública bien desarrollado y accesible, se pueden disminuir drásticamente los gastos de transporte de las personas.
Ayuda a reducir la congestión vehicular y la contaminación del aire. La gran mayoría de los viajes en auto particular dentro de las ciudades son de distancias perfectamente captables por la bici. Sin duda muchos viajes en auto pueden ser justificados como indispensables, pero es mayor la proporción de viajes que en realidad pueden ser resueltos con la bicicleta y son esos viajes los que podemos y debemos captar mediante estos sistemas. Con más personas optando por la bicicleta como medio de transporte, las calles se vuelven más fluidas, menos ruidosas, más seguras y el aire se vuelve más limpio, lo que beneficia a toda la comunidad.
En el caso específico de Ecobici en la CDMX, hemos sido testigos de cómo este sistema ha transformado la forma en que nos movemos por la ciudad. Desde su lanzamiento en 2010, Ecobici ha crecido de manera exponencial, con miles de usuarios de CDMX y Edomex que realizan millones de viajes cada año. Esto no solo ha contribuido a la reducción de emisiones de carbono, sino que también ha mejorado la calidad de vida de los habitantes de la ciudad al fomentar un estilo de vida más activo y saludable, además de que se ha vuelto parte de la cara de la ciudad ¿qué puede ser más moderno que eso?. Quienes propongan sistemas de bicicleta pública para sus entidades pueden pensar en que le están dejando un legado a las ciudades donde se implemente, y que están abriendo un nuevo capítulo en su historia.
Es hora de que las personas que hoy compiten por acceder a los gobiernos locales de todo México reconozcan el valor de la bicicleta pública como una herramienta complementaria en esa promesa por un transporte moderno, que promueve la equidad y mejora la calidad de vida de la ciudadanía. Invertir en estos programas no solo es una decisión inteligente desde el punto de vista social, económico y ambiental, sino que también es una inversión en una política que rápidamente puede cambiar la cara de una ciudad y convertirse en un hito para su comunidad.
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Nota del editor: Armando Pliego Ishikawa es un ciudadano poblano, entusiasta de vivir la vida más despacio y orgulloso usuario del transporte público. Síguelo en LinkedIn y/o en X ( @dobbyloca ). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.