Hay algo decepcionante y desgarrador en cómo se discuten estos casos de monstruosas violaciones de derechos humanos en contraste con el tratamiento que los medios le dieron a las reformas electorales propuestas por el presidente López Obrador. Cuando el Ejecutivo lanzó sus propuestas de reforma electoral hace unos meses, los espacios de opinión y los reportajes se enfocaron en ese tema por semanas y meses enteros. En cambio, cuando ocurren atrocidades como la de Lagos de Moreno, los hechos ocupan las primeras planas por unos cuantos días y eso es todo.
Esto es paradójico, pues entre la clase política y los circuitos intelectuales se suele criticar a la sociedad mexicana por apática; sin embargo, nosotros, como medios, contribuimos a esa indolencia social, al no darle el tratamiento que merecen a los hechos de violencia, muerte, guerra y desaparición que ocurren en México todos los días. Sí, todos los días.
Del lado de la prensa opositora y en los espacios periodísticos más objetivos y profesionales, se adujo que las reformas electorales propuestas por Morena eran peligros mortales para la democracia e incluso para la estabilidad política de la república, así como atropellos contra los derechos políticos y las libertades civiles de los ciudadanos. En el campo de la prensa oficialista, el argumento central fue que, gracias a estas reformas electorales, ahora sí llegaría a México la auténtica democracia.
El mensaje central que transmitimos con este debate fue: lo verdaderamente importante para la democracia son las instituciones, las leyes y los procedimientos; las personas quedan en segundo plano.
Algunos me tildarán de exagerado o sensacionalista, pero genuinamente pienso que es el mensaje que estamos enviando como medios de comunicación: si una reforma electoral es, o bien, un paso fundamental para la consolidación de la democracia, o mal, un mecanismo para su destrucción, pero las atrocidades que sufren todos los días personas de carne y hueso son solamente hechos aislados de los que debemos indignarnos unos momentos y ya está, entonces la idea que recibe la audiencia es que para una vida pública saludable y para una democracia fuerte resulta más importante el marco legal e institucional que la vida, la seguridad y la dignidad de las personas.
Si como medios de comunicación queremos contribuir a un México más pacífico y digno, nuestra primera prioridad debería ser dar cuenta del horror en que vivimos. No puede haber otro tema de mayor interés periodístico. No hay nada más importante que la vida, la seguridad y la dignidad de las personas.
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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).