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Tiempos turbulentos en América

Son tiempos violentos, turbulentos, sumamente complicados en nuestro continente. Y todavía no acabamos de dimensionar ni entender estos problemas y estos cambios.
mié 16 agosto 2023 06:00 AM
migrantes
Miles de personas intentan llegar hasta Estados Unidos.

Aterrizo en el Aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York, y tomo un taxi hacia la ciudad. Saludo al conductor en inglés y me devuelve el saludo en el mismo idioma. Me incomoda que lleva puesta una gorra con la leyenda “Make America Great Again”, una de las frases insignia de la campaña de Donald Trump, que terminó por darle nombre al movimiento que encabeza: el MAGA.

Sin embargo, el conductor me escucha mandar una nota de voz en español, por lo que me pregunta de dónde soy, ya en nuestra lengua materna. “De México”, le digo. Él me responde que es de El Salvador. Pronto, se siente en confianza al estar con otro latino, por lo que no tarda en contarme su historia de vida. Como la de muchos migrantes, se trata de una historia tremenda, desgarradora, brutal.

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Llegó a Estados Unidos en los años 80, huyendo de la violencia de la atroz guerra civil que vivió su país en esa década. Tuvo que dejar a su esposa y a su hijo (aunque, por suerte, pudieron alcanzarlo unos meses más tarde). Realizó el viaje por tierra, sufriendo estafas, inclemencias y penurias en su paso por México. Finalmente, cruzó el Río Bravo a nado. Me cuenta que dos de sus compañeros de viaje murieron ahogados: “Por suerte, yo crecí en un pueblo pesquero. Sabía nadar. Ellos, no”, dice con semblante triste y compungido.

Pudo llegar a Nueva York gracias a una red de migrantes centroamericanos, solidarios entre sí, que lo condujo y lo ayudó. Fue lavaplatos en un restaurante, empacador en una fábrica, costurero en un taller de producción de abrigos de piel y, finalmente, taxista, el oficio que lleva desempeñando 25 años.

“Reagan me salvó”, me dice en tono serio: “él nos dio la residencia a todos los salvadoreños que huimos de la guerra”. Agrega: “Ése sí fue un gran presidente, no como los de ahora. Él sí tenía pantalones y sabía hacer las cosas. Por eso, en esa época Estados Unidos era tierra de oportunidades para quien las supiera aprovechar”.

La conversación sigue un rato. Una vez que adquiero la suficiente confianza, le pregunto por qué apoya a Donald Trump si es un político claramente xenófobo y racista. Me dice que me equivoco y me explica con naturalidad: “No está en contra de la migración. Sólo está en contra de que venga gente mala o perezosa, criminales o personas que no quieran trabajar duro. Yo estoy de acuerdo con eso. Yo salí adelante porque trabajé muy duro, pero ahora llega mucha gente que sólo quiere robar o tener las cosas fáciles, como las ayudas del gobierno o vivir de los impuestos de las otras personas… y pues eso no se vale”.

Y remata: “Trump me recuerda a Reagan, no tan bueno, ni tan listo, ni tan eficiente; pero algo de Reagan tiene. Lo que más me gusta es que quiere recuperar el sueño americano, ese que yo viví”.

Me despido del taxista y le deseo suerte. Al día siguiente, tomo el metro. Una señora se sienta junto a mí y me pregunta en español si tomó el tren correcto. Le digo que sí. Conversamos. Me cuenta que es ecuatoriana y que vino a Estados Unidos huyendo de la violencia, aunque de una violencia distinta.

Su marido trabajaba como jefe de seguridad en una aerolínea y un grupo criminal lo amenazó de muerte, luego de que se negó a ser cómplice de su red de transporte de cocaína. Su escape —también como el de muchos migrantes— fue ir “pa’l Norte”. Llevan en el país seis años y, con dos hijos adolescentes, la adaptación ha sido muy difícil.

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Me cuenta que su esposo y ella eran “fans” (así lo dice) de Fernando Villavicencio, el candidato presidencial recientemente asesinado en Ecuador, quien esgrimía un discurso decidido y valiente en contra de la complicidad entre el crimen organizado y el gobierno de su país.

A continuación, empieza a hablar de Nayib Bukele, el famoso presidente salvadoreño que ha puesto en marcha una política de mano dura contra el crimen organizado en su país, la cual ha causado gran admiración en la región, pese a su carácter violatorio de derechos humanos. Luego del homicidio de Villavicencio, cree que la política represiva de Bukele “es la única forma de frenar a los malos en nuestros países”. Pone énfasis en “nuestros países”, como diciéndome que ese magnicidio pudo haber ocurrido en México —y no se equivoca.

Tengo la impresión de que las historias de estas dos personas y sus posiciones políticas nos dicen mucho del presente político y los problemas sociales de Estados Unidos y América Latina. Son tiempos violentos, turbulentos, sumamente complicados en nuestro continente. Y todavía no acabamos de dimensionar ni entender estos problemas y estos cambios.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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