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Sigamos sin leer

La promoción de la lectura lleva lustros fuera de las prioridades de cualquier gobierno y los mexicanos leemos poco, muy poco, por lo que es un tema que nos tiene sin el menor cuidado.
mié 09 agosto 2023 06:00 AM
Sigamos sin leer
Hay una gran porción de los mexicanos y las mexicanas que no lee. En cuanto a las personas que sí leen, lo hacen muy poco y no comprenden todo lo que leen, apunta Jacques Coste.

Leo con preocupación, aunque a la vez sin sorpresa, que la Nueva Escuela Mexicana, título rimbombante para el proyecto educativo del gobierno de López Obrador, y los recientemente publicados libros de texto gratuitos no incorporan esfuerzo alguno para fomentar la lectura y la curiosidad por la literatura en las niñas y los niños.

Ya se han esgrimido decenas de críticas, provenientes de izquierdas y derechas, de élites y de sectores populares, de maestros y de madres o padres de familia, de expertos en pedagogía y de ciudadanos preocupados, mucho más profundas y fundamentadas de lo que yo podría escribir sobre la Nueva Escuela Mexicana.

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Por eso, no me quiero detener en el proyecto ni en la totalidad de los libros de texto. Quiero centrar mi atención en esa omisión en específico: en la falta de promoción de la lectura. Decía, en un excelente artículo, Irma Villalpando que hemos puesto poca atención en este punto en particular.

Quizá esto se deba a que, de cualquier forma, la promoción de la lectura lleva lustros fuera de las prioridades de cualquier gobierno y los mexicanos leemos poco, muy poco, por lo que es un tema que nos tiene sin el menor cuidado.

Según cifras del Inegi, de 2023, 68.5% de la población alfabetizada de 18 años y más se considera lectora de algún material (libros, revistas, sitios web, entre otros). Es decir, 31.5% de la población alfabeta no lee en absoluto y tan sólo 40.8% suele leer libros. Entre las personas que leen libros, el promedio de volúmenes leídos en el año es de apenas 3.4.

Para colmo, apenas 27.1% de las personas lectoras comprenden todo lo que leen y sólo 55.1% aseguró comprender la mayor parte de los textos. Entre la población estudiantil, las cosas no parecen mejores: los resultados de la prueba PISA de 2018 indican que 45% de los alumnos mexicanos son incapaces de identificar la idea principal en un texto de longitud y complejidad moderada.

Para decirlo claro, hay una gran porción de los mexicanos y las mexicanas que no lee. En cuanto a las personas que sí leen, lo hacen muy poco y no comprenden todo lo que leen.

La promoción de la lectura no debería ser un tema trivial en México. Debido a la desigualdad socioeconómica que impera en nuestro país, muy pocos mexicanos tienen la oportunidad de visitar otros países y conocer otras culturas. Muchos connacionales migran a Estados Unidos y otros tantos a Canadá, pero muy pocos pueden viajar por placer y por la curiosidad de explorar otros países. Es más, una importante cantidad de mexicanos ni siquiera puede viajar por otros estados de la República.

Así, una gran proporción de los habitantes del país solamente está en contacto con otros mexicanos o con personas que radican en la misma región o el mismo poblado. En consecuencia, tan sólo conoce a seres humanos con los que comparte referencias culturales, gustos, costumbres y valores.

Este parroquialismo —que no proviene de una elección, sino de la desigualdad social— es un obstáculo para la capacidad analítica, el pensamiento crítico y el diálogo entre personas de distintas opiniones. Incluso, es una traba para la apertura de mente y el conocimiento profundo sobre distintos temas.

Le lectura combate el sectarismo, el dogmatismo, la ignorancia y la exclusión. Abre la capacidad de comprensión y empatía de las personas. Amplía el lenguaje, desarrolla la creatividad y fomenta la reflexión, tanto introspectiva como del entorno en que vivimos.

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Más allá de eso, leer te acerca a algo tan intangible y etéreo como la condición humana. Leer te hace notar que los seres humanos de todo tipo tenemos mucho en común: las pasiones, la ambición, el egoísmo, la empatía, la amistad o el sentimiento de extravío ante la inmensidad de la vida pueden ser elementos universales entre personas de orígenes diversos.

Por si fuera poco, leer ayuda a comprender fenómenos sociales, históricos y políticos de manera llevadera e interesante, pero a la vez profunda y cabal. También contribuye a ganar conciencia sobre los problemas de nuestras comunidades (como supuestamente pretende la Nueva Escuela Mexicana) y a obtener voluntad y herramientas para solucionarlos.

En 2020 y 2021, durante los momentos más álgidos de la pandemia, algunos expertos sugirieron que la educación a distancia era una coyuntura propicia para que el Estado mexicano lanzara un esfuerzo serio de promoción de la lectura.

El razonamiento era sencillo pero convincente: si los alumnos no podían acudir a la escuela y sólo veían a los profesores en una pantalla, entonces, ¿por qué no dedicaron ese tiempo a promover la lectura, una actividad que se puede realizar en cualquier lugar y a solas? En vez de seguir el programa escolar normal en formato remoto, las clases a distancia hubieran podido utilizarse para guiar la lectura de los estudiantes, para aclarar dudas o para explicar el contexto de las distintas obras que los alumnos revisaran.

Por supuesto, el gobierno no aprovechó esa coyuntura para promover la lectura. Y hoy, en la Nueva Escuela Mexicana, esa omisión está quedando institucionalizada: sigamos sin leer.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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