Del mismo modo, aunque en sentido inverso, un futbolista puede ser pieza clave del director técnico en toda la eliminatoria mundialista, pero empieza a jugar mal o se lesiona poco antes del Mundial y se queda sin jugar el torneo, como ocurrió con Jaime “el Jimmy” Lozano en 2006 o con Néstor Araujo en 2018.
Lo mismo ocurre en la política. En sus memorias, Barack Obama cuenta cómo estaba lejos de ser uno de los aspirantes favoritos a obtener la nominación presidencial demócrata, pero logró ganarla por el buen momento mediático y político que atravesó durante las elecciones primarias.
Por supuesto, él aprovechó el momento. Ahí estuvo la clave de su triunfo. En otras palabras, hay ocasiones en que las circunstancias benefician a tal o cual figura política y depende de ella tomar ventaja de esas circunstancias y explotarlas a su favor por medio de su inteligencia, su habilidad y su olfato político.
Además, también depende de los líderes políticos favorecidos por las circunstancias alargar o acortar ese momento. Si cometen errores, la buena racha puede terminar prematuramente, antes de que logren beneficiarse de ella. En cambio, si la utilizan sabiamente, la racha puede prolongarse y potenciarse.
Un ejemplo de un político que no supo aprovechar un momento a su favor fue López Obrador en la elección de 2006. Es cierto que la campaña de contraste de Felipe Calderón y el PAN fue agresiva y tremenda, y es verdad que las élites de este país opusieron resistencia al crecimiento del entonces candidato perredista. Sin embargo, no es menos cierto que López Obrador se cansó de cometer errores durante la campaña, víctima de su soberbia y arrogancia, rasgos que lo han acompañado como presidente.
Por el contrario, en 2018, el mismo López Obrador fue más inteligente y calculador. Explotó al máximo las circunstancias favorables a su candidatura y obtuvo una victoria arrasadora.
Para este punto, no debe ser ninguna sorpresa que escribo esto para hablar de Xóchitl Gálvez. Sin duda, la senadora panista es la figura política del momento. Está en boca de todos, es tendencia en redes sociales, el oficialismo se nota incómodo con su posicionamiento, despierta entusiasmo entre los líderes de opinión y produce simpatía en varios sectores del electorado.
Hace unos meses ni siquiera figuraba entre las principales cartas de la alianza Va por México para la presidencia. Hoy, prácticamente todos los analistas políticos y muchos militantes de los partidos dan por sentado que ella será la candidata. Se trata de un buen momento político para ella, por donde se le mire.
Sin embargo, falta casi un año para la elección presidencial. En política, 11 meses son una eternidad. En ese periodo pueden ocurrir un sinfín de escenarios no previstos: desde una buena racha de quien resulte candidata o candidato de Morena hasta un error garrafal de la propia Gálvez, pasando por una circunstancia externa que descarrile su candidatura, un pleito interno de los partidos que dificulte la operación de su campaña, o bien una jugada política astuta del amplio repertorio del presidente López Obrador.
Dependerá de la propia Xóchitl Gálvez aprovechar el momento político que vive y prolongarlo tanto como pueda: de ser posible, hasta la elección presidencial. Se trata de una tarea harto complicada por tres motivos principales.