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El dilema de Movimiento Ciudadano

Dado que la victoria del obradorismo se antojaba inevitable y la posibilidad de la alianza lucía mínima, la apuesta de MC estaba no tanto en la coyuntura del 2024 sino un horizonte de más largo plazo.
mar 11 julio 2023 11:59 PM
mc
MC tenía una senda más o menos clara hacia 2024 (ir solos) basada en que la debilidad de la alianza opositora, que no parecía tener ninguna candidatura competitiva, le representaba una oportunidad de despuntar como una tercera vía, señala Carlos Bravo Regidor.

Movimiento Ciudadano (MC) enfrenta un dilema que podría adquirir proporciones existenciales. No solo por el efecto desestabilizador que el sorprendente ascenso de Xóchitl Gálvez ha provocado en todos los rincones de la arena política mexicana, sino también porque a su interior se están manifestando al menos tres tensiones propias de un partido que ha crecido y, aunque todavía no sea de los “grandes”, definitivamente ha dejado de ser marginal: la primera, entre su liderazgo nacional (Dante Delgado) y sus liderazgos regionales (Enrique Alfaro y Samuel García); la segunda, entre dos bastiones territoriales cuya política local atraviesa por momentos muy distintos (Jalisco y Nuevo León); y la tercera, entre dos rutas hacia la elección presidencial de 2024 (sumarse a la alianza opositora o competir en solitario). Me explico.

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MC tenía una senda más o menos clara hacia 2024 (ir solos) basada en que la debilidad de la alianza opositora, que no parecía tener ninguna candidatura competitiva, le representaba una oportunidad de despuntar como una tercera vía potencialmente atractiva tanto para los desencantados de la coalición oficialista (Morena, PT y PVEM) como para los escépticos de la alianza opositora (PAN, PRI y PRD). No era un cálculo para ganar, de hecho creo que más bien daba la elección presidencial por perdida, pero sí para seguir creciendo en el Poder Legislativo, para construir partido a nivel local en torno a figuras emergentes o disruptivas y, sobre todo, para afirmarse como un partido diferente en un entorno de mucho descrédito contra la política tradicional y los políticos “de siempre”. Dado que la victoria del obradorismo se antojaba inevitable y las probabilidades de la alianza lucían mínimas, la apuesta de MC estaba no tanto en la coyuntura del 2024 sino un horizonte de más largo plazo.

La irrupción de Xóchitl Gálvez hace apenas un par de semanas, sin embargo, cambió el tablero político. La neblina de predictibilidad se disipó y su lugar lo ocupó una inesperada incertidumbre sucesoria. Por primera vez apareció una figura opositora carismática, “sin cola que le pisen”, muy difícil de descalificar, que generaba auténtico entusiasmo y parecía tener posibilidad de disputar la presidencia. Todo lo cual contradice la premisa sobre la que estaba construida la estrategia emecista y, además, evidencia su principal debilidad: la falta de una candidatura fuerte.

Por un lado está el dirigente nacional del partido, que ha optado por tratar de mantener el mismo rumbo a pesar de que las condiciones ya no son las mismas. Quizá por inercia, quizá por el costo de echarse para atrás después de haber invertido tanto en esa línea, quizá porque calcula que MC puede lograr más posiciones solo que acompañando a la “vieja política”. Por otro lado está el gobernador de Jalisco, que en 2024 tiene elecciones y está a favor de revisar el rechazo al aliancismo ante el cambio de circunstancias. Una alianza fortalecida podría dividir el voto no obradorista o incluso disputarles la gubernatura, por lo que para Alfaro y su grupo sería mejor integrarse a la alianza y ser quienes la encabecen en el estado. Y, por último, está el gobernador de Nuevo León, que tendrá elecciones de diputados locales y Ayuntamientos en 2024, vive permanentemente enfrentando la hostilidad del PAN y el PRI estatales y tiene por delante la difícil tarea de hacer de MC una fuerza con arraigo en el estado. Que su partido se integre a la alianza, para Samuel García, no tiene ningún sentido.

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El partido que quiere ser diferente no puede simplemente imponer decisiones cupulares desde arriba o desde el centro, como suelen hacer los otros. Ya no es tan chico como para que la determinación pueda tomarla unilateralmente su dirigencia, pero tampoco tan grande como para tener bien establecidos los canales y mecanismos de negociación colectiva. Además, en sus entornos y desde sus posiciones, cada uno de los actores y grupos involucrados en este dilema tienen argumentos válidos, atendibles. Quizá la vía más prometedora sea la de una estrategia que reconozca la necesidad de diferenciar entre los espacios locales y el nacional en el flanco interno, pero en el externo los partidos de la alianza podrían tener sus motivos para no hacerle la vida tan fácil a MC. Vaya complicación.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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